DE REGATA CON MANOLO VICENT (Una parada en Cales Coves) .- El ancho mar es solo propiedad de los dioses. Pero los elegidos por sus aguas se hacen ciudadanos con derechos territoriales, invitados a subir a su Olimpo. Les corona un racimo de nubes vaporosas con olor a sal y laurel. Hace tiempo que Vicent se instaló en ese lugar privilegiado, como buen hijo del Mediterráneo al que nunca ha dado la espalda, ni siquiera en sus aventuras tierra adentro. Le han conformado los dioses un cráneo bruñido que exhuma historias hondas
Cuenta Manolo Vicent como nadie los mitos del proceloso mar y canta su atmósfera de fiestas o desdichas. Hace continuas fugas sobre la Iliada y la Odisea, contando siempre una misma historia, la del hombre que sueña un sueño superior, alimentado por frutos de mar y ribera, pero que sucumbe en debilidades o cae en batallas desiguales, a la esperar de la misericordia de un diosa ensimismada.
Viajan los elegidos sobre el rumor de las olas que les trasladan a países imaginarios bañados en aguas de colores. Solo hay un Rey Neptuno, pero unos cuantos paladines son asignados a su sequito, siempre que aporten un puñado de rosas y unas plumas con las que escribir a los héroes.
Es Vicent nuestro mejor guía- en artículos, ensayos y novelas –para conocer los peligros y tambien las glorias de surcar este mar, tan tranquilo y cálido, como encrespado y burlón. Ahora nos propone entrar en el juego siempre diabólico de LA REGATA, en el mismo mar, con los mismos vicios y peligros al acecho, y con tablas de salvación a prueba de cincelados músculos de marinero. Zarpamos hacia Binidali para un extasis de miradas, seguimos navegando hasta Cales Coves satisfechos con el resultado del esfuerzo y atracamos por fin en Sa Mesquida para saciar el hambre de la aventura con mejillones y ortigas con sabor a ola. Esta ladera del Mediterráneo bien vale una regata.
Es Vicent nuestro mejor guía- en artículos, ensayos y novelas –para conocer los peligros y tambien las glorias de surcar este mar, tan tranquilo y cálido, como encrespado y burlón. Ahora nos propone entrar en el juego siempre diabólico de LA REGATA, en el mismo mar, con los mismos vicios y peligros al acecho, y con tablas de salvación a prueba de cincelados músculos de marinero. Zarpamos hacia Binidali para un extasis de miradas, seguimos navegando hasta Cales Coves satisfechos con el resultado del esfuerzo y atracamos por fin en Sa Mesquida para saciar el hambre de la aventura con mejillones y ortigas con sabor a ola. Esta ladera del Mediterráneo bien vale una regata.
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