18.5.18

TOM WOLFE VISITA A LOS ÁNGELES DE METAL (1980)



TOM WOLFE VISITA A LOS ANGELES DE METAL
Javier Martín-Domínguez
EL PAIS. 
Domingo, 13 de abril de 1980. 
LIBROS/5

“Otra vez; esto no puede pasar otra vez”, cantaba Nat King Cole, y tatareaban los norteamericanos de finales de los cincuenta, entre el disgusto y el afán de revancha por el adelanto de los soviéticos en la carrera espacial. Hiriendo el orgullo del avance tecnológico estadounidense, el 4 de octubre de 1957 la Unión Soviética había lanzado su primer satélite, de l aserie Sputnik, hacia los cielos concretos.
La cacareada “desgracia nacional2 se hacía mas profunda solo cuatro semanas mas tarde, cuando el Sputnik IIprendía sus sistemas de ignición. Al otro lado del Atlántico, el proyecto Vanguardaún tenía marcado en el calendario un año de preparativos.
Pero había que responder. Y el tres, dos, uno de la cuenta atrás norteamericana se adelantaba a las dos menos cuarto del 6 de diciembre de 1957. El Vanguard I, made in USA, despegaba. Apenas unos metros de ascenso, entre polvo y llamaradas, cuando las palmas y las sonrisas quedaron congeladas al hacer estrepitosamente a tierra. “Otra vez; esto no puede pasar otra vez”, repetía fastidiosamente la tonadilla.
La tecnología y los ensayos aeroespaciales progresarían a empujones de los científicos y los políticos de la “guerra fría”. Una lucha contra el reloj entre las superpotencias, con sus estadios en la primera órbita terrestre, el primer animal en el espacio, el primer ser humano a bordo de una cápsula…, el pisotón en la Luna.
Entre el fetichismo técnico y el “crea mitos televisivo”, una parte fundamental de todo el invento se fue, se ha ido quedando en la trastienda del conoc9mento: la historia intima de los cosmonautas, de carne y hueso a pesar de sus extraños y distantes ropajes de gurús del futuro.
Las historias espaciales- con esporádicas fotos del último planeta violado por las cámaras ultramodernas –han ido quedando relegadas, hasta de las páginas de los periódicos, por las historietas de ciencia-ficción. Pero ahora- justo cuando la guerra fría brota con nuevos bríos –el artesano y teórico del nuevo periodismo americano, Tom Wolfe, nos sorprende con una obra que quiere romper la cortina de olvido y la asimilación, para acercarnos a la odisea íntima de los primeros hombres americanos en capsulas espaciales: los del proyecto Mercury.


Para consuelo de los políticos de turno, Wolfe se largó con sus aparatos de medir, cintas de magnetófono, cuadernillos de cuadricula y lápices de colores a los archivos de la NASA, a las casas de los olvidados héroes espaciales, a las rampas de lanzamiento o a cualquier sitio donde quedaran huellas de las odiseas tecnológicas y, sobre todo, humanas de los primeros astronautas. Cerca de seis años ha empleado Tom Wolfe en meter material por su afilado pararrayos de reportero lúcido, para dar rienda suelta a su no menos afilado y fluido sismógrafo literario, y plasmar las 437 páginas de The Right Stuff, ahora disparado en la lista de los libros mas vendidos de Estados Unidos (el título es una frase hecha en el inglés que podría traducirse por El buen material) [Finalmente la traducción al español llevó por titulo Lo que hay que tener. Y mas tarde se subtituló con el de la película basada en el libro: Elegidos para la gloria]
Wolfe solo ha hurgado lo necesario en las complicaciones técnicas –abultadas y comercializadas para el consumo popular en La Guerra de las Galaxias o el Star Trek de turno –metiéndose de lleno en el cuarto de estar con el telefónico de las angustias de las esposas de los astronautas, en las entretelas y el pellejo de los “nuevos ángeles” y en las calles de la pesadilla colectiva provocada por la Guerra Fría, causa de fondo de la competencia por ser el primero en los cielos.
Dice el periodistas-novelista en sus declaraciones a la prensa que “todavía no tenemos héroes en Estados Unidos; al menos en el sentido de héroes nacionales. Solo los tenemos cuando hay una verdadera amenaza externa para el país. En el caso de los astronautas, que ciertamente fueron héroes, el peligro era la guerra fría. Es difícil recordar ahora lo peligrosa que aparecía. Esta fue la razón por la que los primeros siete astronautas fueron héroes instantáneos, mientras que los seleccionadas posteriormente, cuando la guerra fría remitió, no alcanzaron ese status”.
Como en su Gaseosa de ácido eléctrico(Ediciones Júcar, Madrid, 1976)), los datos y escritura de Wolfe demuestran en su última obra que todavía persiste el trasvase y las interferencias entre novela y reportaje, que provocaron el nacimiento del nuevo periodismo (como bautizo Peter Hamill en 1965 aquella tanda de reportajes-artículos-novelas cortas-crónicas-lo que sea… que empezaban a imprimirse en la prensa norteamericana durante la “década prodigiosa”); que solo el límite de las páginas o la forma de empaquetar el producto literario implican una etiqueta u otra; que la dimensión estética del reportaje está ahí, es querida y exigida.
No olvida tampoco ahora Tom Wolfe ninguno de los métodos- citados en su ensayo sobre la nueva corriente periodística, (El nuevo periodismo, Anagrama, 1976) –para elaborar los relatos presentados como novela-realidad: desde la construcción escena por escena, al registro del dialogo en su totalidad o la relación de gestos cotidianos, hábitos, modales y otros detalles simbólicos que puedan existir en el interior de la escena.
Las peripecias de los Glenn, Shepard, Grisson,…de sus esposas anhelantes junto al teléfono frente al televisor…, de los ingenieros con sus computadoras de mil botones,…está contada magistralmente por Wolfe. Según algunos su obra mas acabada, con una perfecta relación fondo-forma. Y enlatada entre tapas de duro cartón con vistosa solapa. En cambio, el no menos lúcido análisis hecho por Wolfe sobre la década de los setenta (“El hedonísticos cielo de los boom-boom setenta”) aparece entre las frágiles y perecederas páginas de la revista Life.
Pero uno y otro llevan el mismo engarce del estilo saltarín, penetrante, ácido a veces del santón del nuevo periodismo. Con o sin etiquetas, las formulas de los Tálese, Mailer, Goldsmith… de los sesenta siguen vivas y vigentes al inicio de esta década. Desde las paginas de Esquire, Rolling Stone(donde aparecieron algunos capítulos del libro), The Village Voice, Mother Jonesy demás familia impresa, el nuevo periodismo sigue tan lozano como cuando nació, robando a la novela algunos de sus mejores bocados y dando la necesaria dimensión de realidad y estética al reportaje. “Otra vez; esto si tiene que repetirse otra vez”, dice ahora la canción.

15.5.18

TOM WOLFE, NUNCA DIGAS ADIOS AL PERIODISMO

TOM WOLFE, NUNCA DIGAS ADIOS AL PERIODISMO



Cuando mas le necesitábamos,  entró en escena. Con el final de los setentas- muerto Franco -, los periodistas españoles necesitabas nuevas armas. La primera fue la del “objetivismo”. Fuera adjetivos, fuera propaganda. Pero necesitábamos tambien una nueva narrativa, lejos del toque imperial de las cronicas engoladas del tardofranquismo. Y entonces  apareció Tom Wolfe con sus crónicas del nuevo periodismo editadas por Anagrama. Y con la "Gaseosa de acido eléctrico" ( en Azanca-Jucar). Los leímos con pasión y los interpretamos lo mejor que pudimos para los medios del momento. Estábamos con el nuevo periodismo, el de la prosa viva y larga, el de la realidad narrada en historias, el de la literatura frágil, el de la vida escrita en capítulos. No teníamos un The New Yorker, tampoco un New York Magazine….pero todo se anduvo.


Conocí al periodista fetiche y maestro en los años ochenta en Nueva York. Siempre a lo dandy, cuello duro, trajes blancos, botines, pelo lacio y sonrisa de sabueso. “Si voy al Bronx de esta guisa, pensarán que soy un abogado. Pero la  verdad es que me gusta que noten que soy un periodista, que soy otra cosa….” No conjugaba el escepticismo, mas bien las ganas de narrar el tiempo que vivía. Y alcanzó la altura definitiva con The bonfire of the vanities, La hoguera de las vanidades, que acabó en gran película. Quizá no sea lo mejor de los suyo, pero si lo mas amplio y resultón.Al fin y al cabo, el crónicon de los años ochenta, cuando todos se creyeron estar en Babylonia… Apenas nadie, casi ni el mismo, recordaba aquellos artículos que escribía para uno de sus primeros periódicos The Washington Post, sobre  hispanoamérica y especialmente sobre Cuba, que le valió su primer premio.


Tom nos hizo mejores periodistas, mejores escritores. Hizo del periodismo una bella arte, donde las dosis de realidad y de artificio literario convivían juntas y felices. Una explosión de hechos y palabras, agitadas en la botella de acido eléctrico,  para cincelar la historia en presente continuo. Lo llamamos nuevo periodismo y el ( con Gay  Talese, con Ken Kiseey, con Joan Didion, con.) es su santo patrón. Que siga la escritura y que nunca digamos adiós al periodismo.

ALBANIA SALE DEL MISTERIO.