30.3.23

5O AÑOS DE RELACION ESPAÑA- CHINA

  En la estela de la apertura occidental a China,  ideada por Kissinger y Nixon, España se apresuro a los contactos a través de su ministro de Exteriores, Gregorio Lopez Bravo.  Aun con Franco en el poder, en 1973, se establecieron relaciones, y fue Sanz Briz- el diplomático que salvo a muchos judíos europeos del holocausto nazi -el primer embajador de España en Peking . 

Centenario de Gregorio López-BravoPrimera plana - PressReaderhttps://www.eldiario.es/internacional/50-anos-apertura-china-visita-nixon-mao-cambio-mundo_1_8739480.html





21.12.22

Arcoíris sobre Africa. La fotografía de Monfreid

 

Arco iris sobre África

El francés Henry de Monfreid, escritor, fotógrafo, traficante de armas y hachís, pero sobre todo inconformista y aventurero, se dedicó a explorar África y Asia, dejando el impresionante legado de una mirada descarnada y directa


Es África un continente en blanco y negro o un mundo de colores? El ojo fascinado y sorprendido del fotógrafo ha bailado siempre entre estas preguntas retóricas sin respuesta clara dados los tremendos contrastes que la realidad africana despliega ante la vista. Los contrastes de ayer y de hoy. ¿Por qué la belleza y la brutalidad reinan por igual en las legendarias fotos de Henry de Monfreid o en las más contemporáneas del también periodista metido a fotógrafo Ryszard Kapuscinski?

En la treintena, Henry de Monfreid (1879-1974) se aventura en barco, "como la alfombra mágica de las leyendas de Arabia, que me transportaba por los países encantados que nunca cambian, donde sentí la ilusión de creer que el tiempo y la muerte no existen". Era 1911, y, en su pasión por la plena aventura, se llevó consigo, además de la fortaleza para sortear los peligros, pluma, papel y una pesada cámara para reflejar las verdades de África. Parece milagroso que casi un siglo más tarde aquellos frágiles cristales emulsionados hayan resistido para mostrarnos un tiempo tan lejano, aunque quizá no tan distinto.

La obra original de Monfreid sigue viva y actual porque su estilo es directo, libre de artificios y adornos
No se trata de un "artista contemplativo". Es un hombre de acción que relata con letra y fotos su agitada vida

La aventura puede perderte o hacerte conquistar una nueva vida. A Henry de Monfreid la medicina del viaje le sacó de la crisis familiar, la enfermedad y la depresión. Su primer objetivo fue Abisinia -la actual Etiopía- y las aguas del Mar Rojo. Para vivir y soñar, Henry de Monfreid se equiparía con un velero y un sofisticado aparato para aquel tiempo: una cámara estereoscópica con placas de cristal. Desde el primer momento supo que sería su particular medio de expresión, junto con la escritura, en la que sería constante y prolífico. Sólo habían pasado diez días de su llegada al destino y ya escribía a su familia en Francia para reclamar el precioso material olvidado: cubetas, líquidos para revelar y fijar, y el resto de la parafernalia necesaria para dejar testimonio gráfico de la vida en África.

No eran sus primeras fotos. Pero sería a partir de entonces cuando nacería un artista de la fotografía, con una mirada directa sobre lo exótico, un sentido claro del documento y una capacidad para trascender lo crudo y lo real con la aplicación posterior de otras técnicas, como la pintura de color sobre el cristal fotográfico, que terminará por situar su trabajo entre el fotoperiodismo y el arte.

La pintura y la navegación a vela le venían de familia. Su padre, George-Daniel de Monfreid, neoyorquino de 1856, se inscribe entre los impresionistas franceses, amigo y colaborador de Verlaine, Maillol, Matisse y sobre todo Gauguin, de quien coleccionó obra, fue albacea y terminó escribiendo una biografía. La obra de este pintor bohemio y anticonformista está presente en las colecciones del Museo d'Orsay y del Petit Palais en París.

Henry sigue pues en la estela del padre, del que aprende a pintar y a navegar en sus viajes de fin de semana por la costa catalana. Pero será una nueva técnica, la fotografía, y un nuevo escenario, las costas del Mar Rojo, los que marquen su diferencia y hagan aflorar su identidad.

La obra original de Monfreid -tanto la literaria como la fotográfica- sigue viva y actual porque su estilo es directo, objetivo, libre de artificios y adornos. Otros coetáneos de escritura más florida han terminado ahogando su lectura actual por el exceso de perfume literario. Monfreid narra lo que pasa, dando voz a personajes reales y describiendo situaciones. Su mirada es igual de directa en las fotos. Paisajes, gentes y barcos. Todo un catálogo de la ribera roja de Egipto, Sudán, Eritrea, Etiopía, Somalia, Yemen y Arabia. A un tiempo Homero y Ulises, mira y se deja ver en sus fotos, casi siempre a la quilla de sus barcos. Primero a través del estereoscopio, después con cámaras Kodak más manejables, hasta desembarcar en una Leica en formato 24×36.

Monfreid no es un "artista contemplativo". Es un hombre de acción que relata con letra y fotos su agitada vida. Lejos del artista acomodado o financiado, él se gana la vida en una tierra extraña que hace suya conviviendo con los indígenas, aprende su lengua y combate el sentimiento colonial imperante. Se hará inicialmente comerciante de café y cuero, pero elevará ingresos y grados de aventura cuando se arriesgue con productos con mayor margen y peligro, como las armas, las perlas y el hachís. Una de sus obras más emblemáticas y de las más logradas es La travesía del hachís (Editorial Juventud. Barcelona, 2003).

Narra en primera persona, protagoniza los lances, a pesar de que la historia tenga las trazas de una auténtica novela de ficción. Monfreid sabe narrar, dar presencia y credibilidad a los personajes y desarrollar una trama progresiva. Quiere hacerse traficante de una droga en un tiempo de desdibujada persecución y tolerancia, para vivir al filo y para sacar un suculento beneficio, o quizá para poder contarlo... Viaja hasta la costa catalana para aprender de un viejo contacto los secretos del turbio negocio y se dirige hasta Grecia a por la cosecha para entregarla finalmente en Egipto. Describe el proceso de siembra, recolección, secado y prensado del producto. Retrata a la familia que lo cultiva y vende. Relata sus trapicheos aduaneros y su cauto proceder. Es él, Monfreid. Alto, seco y escueto. Resuelto, calculador y cercano. Alcanzará su objetivo siempre en su terreno, entre mar y costa, reservándose un dato inesperado, una última acción emocional sin rayar en lo increíble. En Monfreid, todo es verdad. En su literatura y en sus fotos. Sólo las vidas increíbles hacen buenas novelas y pueden contrastarse en las fotos realistas. Navegante curtido, sortea el mundo minado de la Primera Guerra Mundial con los mares controlados por los vapores ingleses, deslizándose en sus barcos de vela con la bodega alimentada por el hachís, las perlas o las cajas de armamento. Arte, contrabando, espionaje... van engarzándose en una biografía que supera la ficción. Un Monfreid más grande que su propia obra.

Pero el cargamento más preciado fueron sus cristales fotográficos. Sus vistas de Abisinia o Somalia son reveladas por él mismo y enviadas regularmente a Francia para positivar, compactadamente empaquetadas y etiquetadas al detalle. Viajaron bien por el mar y han llegado felizmente intactas hasta nuestros días. Su primera pasión fueron las vistas en relieve, con aquellos aparatos que hacían dos fotos casi en paralelo y creaban la ilusión de lo tridimensional. Guerreros, animales, paisajes..., la documentación del cuerno de África es exhaustiva. Monfreid también posa y da noticia de sí mismo y su familia. Además, captura el instante periodístico: los latigazos a un ladrón, los esclavos engrilletados o los ajusticiados en la horca colgados de las ramas de un árbol centenario. La cruda realidad de África. Finalmente, en algunos casos singulares, pintará una especie de arco iris sobre ese mundo telúrico.

Sobre los positivos en cristal aplica una placa traslúcida de la misma dimensión para protegerlo y entonces colorea con rojos, amarillos, azules en una forma próxima a la acuarela, técnica de la que también será un devoto. A su aire, sin el refinamiento aplicado a esta técnica por el italiano Felice Beato en sus imágenes de jardines japoneses con color aplicado, ni con el mero relleno de color a objetos y figuras del inglés Alfred Silvestre a mediados del XIX. Monfreid deja que la foto sea la foto, y el color lo aplica de una forma impresionista.

En esta España tan poco africanista, a pesar de la vecindad del continente, no sorprende que Monfreid sea un perfecto desconocido. Pero la magnitud de su obra literaria y fotográfica, más la amplitud de su aventura, reclaman cubrir tal laguna. Henry de Monfreid es autor de hasta 75 libros, traducidos a más de 12 idiomas, se significó en el periodismo de guerra, fotografió y pintó. Su Francia natal sí le ha aprovechado y reconocido repetidamente tras su muerte en 1974, después de una longeva aventura personal de 95 años. No sólo se ha reeditado gran parte de su obra sino que recientemente la cadena Arte ha llevado su vida al cine (Lettres de la mer rouge, película dirigida por Martín & Coussé, y protagonizada por Arnaud Giovanetti) y su obra fotográfica ha sido desplegada en el Musée National de la Marine en París. También Penguin acaba de incluir su Hashish: A smuggler's tale en su colección de clásicos.

Personaje idóneo para revivir la aventura del viaje ahora que las rutas son copadas por el turismo, el lector español puede recurrir a la reciente edición de Los secretos del Mar Rojo, traducida e ilustrada para la editorial Bassarai (2004) por Luis Claramunt. La laguna visual la ha subsanado en parte una amplia y brillante muestra de las fotos pintadas traída a Madrid por la galería Michel Soskine (clausurada el 12 de enero). Guiados por su arco iris foto-pictórico, el largo y denso viaje al fondo de Monfreid no defrauda a los amantes de la verdadera aventura.

De izquierda a derecha: vendedores de armas en Hodeidah (Yemen, 1934); arquero africano (1911), fotografías de Henry de Monfreid
De izquierda a derecha: vendedores de armas en Hodeidah (Yemen, 1934); arquero africano (1911), fotografías de Henry de Monfreid
Ahorcados en un eucalipto en Addis Abeba (Etiopía, 1933), fotografía de Henry de Monfreid.
Ahorcados en un eucalipto en Addis Abeba (Etiopía, 1933), fotografía de Henry de Monfreid.

15.8.22

La cara oculta de Nanook el esquimal. 100 años de documentales


 Centenario del cine documental 

 

La cara oculta de Nanook el esquimal

 

Javier Martín-Domínguez

 

Gracias a una escena digna del mejor Hithcock (un fumador descuidado que deja caer su cigarrillo sobre miles de metros de película rodada que son devorados por las llamas) nació el cine documental hace cien años de la mano de Robert Flaherty considerado el patriarca del cine de la realidad con su producción sobre “Nanook el esquimal”.

La película perdida contenida un material etnográfico de primera calidad, rodado en el norte de Quebec en las tierras árticas heladas habitadas por los inuit. Solo se salvó el copión (un montaje de película positivada), que al ser revisado por el propio Flaherty, comprendió que no tenía una película de éxito. Entendió aquel desastre como un acto premonitorio y buscó dinero para volver a rodar en aquellas condiciones extremas. En el cálido verano de 1922 proyectó por fin en público la nueva versión de las peripecias de los esquimales en su hábitat helador y consiguió no solo un éxito comercial, sino encumbrarse a la cima como el primer documental en la historia. Nuevas informaciones sobre aquel proceso y el cambio de perspectiva histórica ponen ahora en cuestión la autenticidad del documento y los métodos de rodaje, despojando a Flaherty de parte de su aureola de pionero y maestro.

Hijo de un ingeniero de minas, con 26 años se dedicóya al campo de la exploración junto a los constructores de los ferrocarriles canadienses. Pero su interés derivo del negocio mineral a la atracción por las tierras del norte y sus esforzados habitantes esquimales a los que empezó a rodar y mostrar para gran alborozo popular y de los responsables de los museos etnográficos del norte de América.  En diciembre de 1895 los Lumière habían proyectado la seminal salida de los obreros de la fábrica. Un corte de tres minutos. Casi veinte años despues, Flaherty aspiraba a ofrecer más que un simple documento. El siguiente paso era crear una gran película. 

El material recogido en sus siguientes viajes, con escenas rodadas sobre el mundo helado del norte, había terminado en la hoguera en 1916, cuando ya daba los últimos retoques a la película. Un sueño convertido en humo. Hasta despues de la Primera Gran Guerra, el empeño de Flaherty no consiguió un apoyo económico que finalmente le daría la compañía del negocio de pieles Revillon Frères. Le proporcionaron 500 dólares al mes por un periodo abierto, 13 mil dólares más para equipos técnicos, tres mil dólares en crédito para pagos a los nativos. Tardo dos meses en llegar al punto de destino al norte de la Bahía del Hudson y permaneció allí rodando dieciséis meses más. Tenía experiencia geográfica y en el trato con los habitantes que iban a ser el objeto de su película. Ahora había que hacer un buen trabajo, sobrevivir al frio y evitar el fuego.

El resultado de este proyecto reelaborado sería “Nanook del norte” (titulado en español como Nanook el esquimal), cuya producción fue ardua y arriesgada, al rodarse en condiciones extremas de frio y nieve, jornadas maratonianas, peligros para el equipo técnico y para las personas expuestas a los osos polares, por no hablar de las condiciones de luminosidad para el rodaje, extrema o nula según los escenarios.  Sin luz suficiente en el interior de un iglú, la solución fue rodar con los personajes aterido de frio en uno falseado sin techo. No sería esta la únicalicencia que se tomó Flaherty para embellecer su historia en un mundo exótico y entonces desconocido.

Aquel momento de revelación, cuando el fuego destruyó su primer proyecto, llevó al director a plantearse otro tipo de narrativa en línea a la de las nuevas películas de ficción de la época. La frialdad del mero documento etnográfico debía ser acompasada por otro método de contar las cosas. Para empezar, debía contar con un protagonista de la historia, su Nanook y familia, con unos objetivos a conseguir, la pesca o la caza del oso, un concepto progresivo de la narración a través de los viajes, etc. No había actores, ni un guion totalmente predeterminado. Pero Flaherty asimiló la mecánica y la gramática de las películas de ficción y la trasladaría con éxito a este proyecto definitivo.

Aunque fue rechazada tras su visionado por Paramount (que la consideró un mero film etnográfico sin valor comercial)la francesa Pathè se hizo con los derechos de distribución. Su estreno, en el teatro Capitol de Nueva York el verano de 1922, fue un éxito inmediato. Primero en los Estados Unidos e inmediatamente en Europa. El coste final de 53 mil dólares quedó bien recompensado. Paramount no tardó en llamar a Flahertypara un nuevo proyecto, que se rodaría en los mares del Sur. El género documental había conseguido por fin unavía de buena financiación, aunque seguiría en un vaivén histórico hasta nuestros días.

El destacado crítico del momento Robert E.Sherwwood en su libro “Las mejores películas de 1922-23” llega a escribir del film que “Nanook es único, se mantienen en una categoría por sí mismo. Sin duda no hay lista de las mejores películas del año o de todos los años en la corta historia del cine que se considere completa si no la incluye”. Luego llegarían las obras maestras del documental crecidas en su estela firmadas por los Vertov, Vigo, Ivens, que harían crecer la historia paralela del cine, el de la realidad, a sus mayores grados de estética y de interés. Nanook y Flaherty alcanzarían la cumbre del llamado cine del explorador como documentalista”, que mantuvo su interés durante una década hasta que el conocimiento del mundo exótico se hizo más asequible y hasta la llegada de la nueva gran guerra que cambió los esquemas e intereses. Pero ya en 1964, cuando el apreciado festival de Manheim hizo la selección de los mejores documentales de todos los tiempos colocó como el primero de la lista a Nanook del Norte.

Sin embargo, en los últimos tiempos las investigaciones y análisis han derivado en una visión muycrítica del método de trabajo de Flaherty, acusado de “fabricar” una realidad paralela, quizá en busca del éxito de la producción, pero apartándose de los cánones de ética y veracidad requeridos por este génerodistinto y distante de la ficción cinematográfica para unos, pero no tanto para otrosMás que una visión directa de un mundo complejo y una geografía y climas hostiles, podríamos estar ante un gran montaje en el que la mayoría de los elementos carecen de una base autentica o real. Según los críticosmás adversos, estamos ante una burda recreación, empezando por el cambio en los nombres y roles de los personajes. Ni Nanook se llamaba así (ya que su nombre inuit era Allakariallak), ni las dos mujeres que se presentan como sus esposas lo eran. Lo retratado y relatado es una visión de la vida esquimal en un periodo previo, no ya de los años veinte, que se ofrece como realen la pantalla. Los inuit ya no eran desconocedores de ciertas tecnologías, ni vestían, ni vivían o cazaban como se muestra en el film. Las críticas de conservacionistas de esta tribu canadiense sobre los métodos o la imagen proyectada no empañan todo el legado de Flaherty, que sigue siendo celebrando en la ciudad donde se rodó la película que incluso ha levantado una estatua Nanook. Tambien se critica que el director llegase a tener una hija con una de las “protagonistas” aunque nunca la reconoció, incrementándose las críticas al carácter de colonizador del productor y director. De igual manera, la palabra esquimal está en desuso en Canadá, utilizándose inuit para los habitantes de las regiones árticas, por considerar aquella despectiva y racista. 

Hasta qué punto es aceptable adulterar la realidad para hacer “lo real más real” es un dilema que ha acompañado al cine documental desde sus inicios. Las reconstrucciones o dramatizaciones de hechos y situaciones, los usos de archivos dudosos, la creación de bandas sonoras fuera de rodaje,  son algunas de las actuaciones que se cuestionan los defensores de los baremos estrictos del cine documental, y que provocan un debate mas vivo que nunca ante la ampliación de las fronteras de un género en auge, tanto por número de producciones, nuevas fórmulas narrativas y el crecienteinterés de las audiencias. 

Conocedor de estas y otras leyendas en torno a Nanook, el cineasta Victor Erice- director de El sol del membrillo –consideraba que “a Flaherty le legitima la visión utópica, la búsqueda del hombre antiguo, lo que fuimos frente al mundo industrializado. Esta visión utópica- cuando el mundo va a destruirse en la Primera Guerra Mundial -mas el impulso poético que eleva la calidad del film, asientan su posición en la historia del cine.  El séptimo arte nació como documental, y las “pequeñas manipulaciones” ya estuvieron en la primera secuencia de los Lumière, de la que hicieron varias versiones para mejorar la visión de la salida de los obreros de la fábrica. El propio Erice, en sus comentarios académicos sobre la película, llega a decir que “Flahertynunca pensó, ni dijo que hiciese un documental con Nanook”. 

Elías Querejeta, productor de El desencanto, y gran defensor del cine de realidad, era consciente del hibridoconceptual sobre el que se mueve este tipo de producto.Por ello, siempre obligaba a poner la palabra película antes de documental en sus producciones. El debate viene desde el principio, desde que el cine es cine, y no tendrá fin. La cara oculta de Nanook es un episodio más de los límites que puede o debe imponerse a sí mismo un cine de no ficción, que en su centenario ha tomado nuevos caminos y un claro impulso en el mundo audiovisual. EL CONFIDENCIAL 

 

 

11.7.22

Alerta, Hemingway está de vuelta. Sanfermines’22




 SANFERMINES´22. 

ALERTA, HEMINGWAY ESTÁ DE VUELTA.

Javier Martin-Domínguez

 

Primera semana de julio. Alerta mundial. Llegan los sanfermines. Esté donde esté- quizá a 7.118,60 kilómetros en Iowa -su pregonero mundialpapa Hemingway, siempre vuelve. El rito de la carrera entre el amor y la muerte ni se puede obviar, ni olvidar, ni cambiar. No hay quien se resista a madrugar un siete de julio y enfrentarse a la carrera de la vida. Ni San Fermín, ni su patrón laico nos dejan abandonados. 


JMD y Fernando G. Erviti. Pamplona 1985

El drama es afilado y escueto. Como el verbo del Nobel. Cuando se reúnen todos los ingredientes de un buen guion: lucha de contrarios, acción progresiva y torrente de emociones, la atracción del espectador se alcanza de forma infalible. Pongamos a los protagonistas entre la vida y la muerte, con un tiempo tasado y un escenario de road movie, con principio y fin. Y si la historia está condensada en una secuencia imparable de apenas tres minutos, se garantiza que será vista, una y otra vez, día tras día, año tras año, porque crea adicción.

            Así ha sido, es y será la retransmisión de los encierros de San Fermín que reúne ante el televisor a una legión de devotos tan apiñada como la de los mozos en el callejón. En la liga del zapping mundial, la secuencia reina, pasada en cada una de las televisiones del globo yen cada ventana de youtube, es la que protagonizan los morlacos y los hombres de blanco y rojo por Estafeta bajo el ojo atento de las cámaras, que  pocas veces tienen a tiro fijo un espectáculo tan breve como intenso.

            Solo un acontecimiento peninsular tiene hueco seguro en las agendas televisivas del planeta, marcando a todo un país con las etiquetas de “fiesta”, “toro”, “locura”… Improvisadores de ilusiones, que decía Ciorande los españoles, dispuestos a jugársela en unos minutos, para entrar en la lista de los que presumen de haber corrido la milla más peligrosa con prueba documental trasmitida a cada cofín. Y en el callejón los que protagonizan el selfie más desafiante del planeta.

            La mejor emisión se ofrece despojada de todo aditamento y de cualquier narración. La historia por símisma. Está pasando, lo están viendo…y sintiendo.Después llega el comentario, el zoom, la doble pantalla, la cámara lenta, la ampliación digital…. para ir desgranando cada detalle, estirando los tres minutos del drama a toda una hora para descubrir momentos de riesgos ocultos por la prisa. Los milagros sanferminerosdetallados por la cámara. Servir el drama en directo marca el apogeo de la televisión. Siempre un record de audiencia en España, amplificado a todo el mundo, que contempla estupefacto como la bravura de hombres y morlacos se pone a prueba sobre empedradas y estrechas calles de un circuito urbano.
Por unos días el baile ante las astas del bicho deja de ser una cuestión privativa del torero especialista. En el encierro somos todos- es un cualquiera -el que juega su partida con la vida y la muerte sin razón alguna, excepto la de querer probar fortuna con el calendario fijado para nuestras vidas por los dioses. En solo tres minutos pasará por delante de nuestros ojos la metáfora de la lucha por la vida. Los codazos por encontrar hueco, el enemigo implacable, el objetivo a conseguir con la vista hacia delante, la ilusión y el miedo a partes iguales. Todo contemplado por un ojo omnipotente, el de las cámaras.

Como cada mañana, la carrera va. Para el corredor en espera la tensión creciente se amortigua a base de saltitos con el periódico en la mano zumbando al aire. Es tal la adrenalina que no se puede esperar más a que rompa el cohete y anuncie la salida. El estómago se ha subido casi a la boca, y la mente duda en si obligarte a salir despavorido hacia delante o auparte a las tablas y acabar con tanta zozobra. Así al menos lo he sentido yo en mis carreras de sanfermines, en las que el deseo por la acción siempre pudo al miedo. Y sabes que es una locura. Pero la experiencia de vivir y vivirlo puede más. El toro está a punto de llegar.
Visto por televisión, tú-el espectador corres con todos. Te agobia más que a los del callejón la cantidad de mozos que tapan la calle. Y solo esperas que esto acabe y llegue el parte final de esta guerra con un esperanzador “solo contusionados sin gravedad, que se recuperan satisfactoriamente”. Pero hoy esta verdad edulcorada va a cambiar sus tornas. Hoy la carrera ha sido áspera y confusa. El toro ha encontrado sangre en la vereda. Ese chico que ha caído no se mueve. Se hará el muerto para que pase el tropel como mandan los cánones profesionales.

Los mozos ya están en la plaza, la televisión muestra un ruedo de improvisados toreros sin luces y a los toros dando los últimos cabezazos antes de entrar en toriles. Y ahí aparece de nuevo un signo de tragedia, con un asta alargada y picuda teñida en rojo sangre. Hay alguien empitonado. Y tú, que te tientas la ropa o te restriegas los ojos y te ves libre de heridas, empiezas de todos modos a sentir el dolor. Porque nos lo dijo papa Hemingway, “no preguntes por quien lloran las campanas, lloran por ti”, que eres parte de esa humanidad que corre por la vida, y no eres una isla en ti mismo, sino parte de la carrera en las que estamos todos. 

.Ni local, ni nacional, la fiesta es patrimonio del mundo entero. Y de cada uno que la vive en directo. Ahora es la televisión, y más aún, internet, quienes propagan el escalofrío de la carrera de sanfermines a los cuatro confines. En la era Gutemberg, su apóstol mayor fue Ernest Hemingway. Peculiar carrera la de don Ernesto. Héroe periodístico para los republicanos en la Guerra Civil, volvió para ser coronado como adalid del toreo. Hoy quizá fuese declarado persona non grata por los animalistas. Pero en definitiva ha quedado como embajador perenne de un espectáculo sin igual, en el que la vida y la muerte corren en paralelo, cortejadas por mozos anónimos con la misma camiseta e idéntico pañuelo. 

Se esfuerzan ahora las cámaras en buscar el primer plano cuando el morlaco roza el muslo. Pero el mérito está en el conjunto, en la carrera de todos, mozos y toros revueltos, amigos o enemigos peligrosos de tres minutos de vuelo. Quien haya estado dando botes de miedo en Estafeta hasta que empieza la carrera, entenderá que se culpe al amigo que te llevó a tal extremo del mejor y el peor momento de tu vida. Se va de la angustia al éxtasis-de-haberlo-hecho en menos de tres minutos. Un borbotón de adrenalina. Eso no sale por la televisión. Los culpables de haber bebido del cáliz de la mayor adrenalina fueron en mi caso Josechu Sanz y Fernando Erviti, que me condujeron al callejón de la tortura para salir ileso y feliz. Y el gran incitador Manu Leguineche, que  alentó el bautizo sanferminero y fue  generoso para compartir la aventura que él adoraba por las calles de Pamplona.Amistad y riesgo.  Como le pasó a Hemingway y testifican sus 'amigos peligrosos'. Recuerdo ese título de las memorias de su compañero más cercano de correrías en España, el guionista americano Peter Viertel ('La reina de África'), que acabó sus días en Marbella, junto a Deborah Kerr. «Me di cuenta, con cierta alarma, que a medida que madurábamos había un rasgo destructor en su carácter». 

Quizá Ernest debió seguir metido en esta carrera anual, llena de todo sentido y de ninguno, para estar apegado a la vida. Para vivificarse en el rito y fortalecerse en el esfuerzo. Eso es lo que nos da la carrera; y solo lo verá uno desde dentro si tiene la suerte de tener unos 'amigos peligrosos' que te cuenten el secreto. Aunque visto desde el hoy parece una locura, me enorgullece contarlo porque la suerte de superar el riesgo es como un empujón para seguir viviendo y tentando otras suertes. Hemingway no se dejó atrapar por el toro en Estafeta. Decidido por el mismo, que eran mucho su ego y su estatura. Él fijó su propia cita con la muerte, desde de la gloria y los desengaños. San Fermín fue quien le abrió reamente la puerta grande con su primera novela Fiesta/The sun also rises. Cerró el ciclo literario entre la melancolía y el amor de senectud por otras calles estrechas y empedradas como las de Venecia. Allí escribió su testamento literario. Otro paseo entre el amor y la muerte. Across the riverinto the trees.  Como Papa Hem no puede faltar a la cita de la primera semana de julio, ya se anuncia que vuelve, en forma de película. De nuevo: lucha de contrarios, acción progresiva y torrente de emociones. El guion está servido. -

J. MARTIN DOMINGUEZ

 

 

ALBANIA SALE DEL MISTERIO.