Ver o no ver, esa es la reformulación del dilema shakespiriano. Instalados en el mundo
escrutador y mirón de los medios audiovisuales, la ausencia de imágenes produce
incredulidad y hasta desasosiego. Todo lo que se haga de espaldas a la cámara
resulta sospechoso. Un paradigma es el conclave cardenalicio. Se engatusa al
creyente con los apabullantes frescos de la Síxtina, para a continuación cerrar
la puerta y dejar bajo secreto los manejos del poder. La sospecha ha cubierto
la ausencia mediática de Chavez, que no ha permitido saber la fecha real de su
muerte, ni donde se produjo. Solo una foto falsa alivió la espera del óbito. Ni
en el funeral nos pudimos acercar a la cara del muerto, eclipsada por las de la
masa de seguidores.
La cultura de la imagen establece que no hay muerto sin
foto del muerto. Bien lo sabia uno de nuestros mayores fotógrafos, a quien
ahora se dedica una retrospectiva. Virxilio Vietez empezó su carrera como
retratista de difuntos en las aldeas gallegas. En una tierra de emigración, en la que los cuerpos viajaban
con mayor dificultad que una imagen sobre un papel, era fundamental certificar
una defunción con la fotografía de la cara del fallecido. Una clara prueba
testamentaria para repartir las herencias. En zonas de nuestro país tambien las
esquelas llevan la foto identificativa del muerto y hasta las tumbas los
muestran en su tiempo de ojos abiertos, en un vano intento de mantener su
eternidad. Curioso que los dictadores terrenales ansíen la perpetuación de la
memoria gráfica, ofreciéndose a la masa en versión embalsamada, desde Mao en
Tian´anmen hasta Lenin en la Plaza Roja. Gracias a su presencia quieren
garantizarse el poder mas allá de su tiempo. Mao lo hace por partida doble, con
su oronda foto colocada a la entrada de la Ciudad Prohibida, frente por frente
con su mausoleo. El poder se ejerce a oscuras pero sus tentáculos se sujetan en
fotos a la vista de todos. Cuando el embalsamamiento pase de moda, nos
colocaran un video 3D del dictador de turno en una tele en cada esquina. El
poder de los muertos vivientes.
Virxilio Vietez
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