11.9.11

ELOGIO de NUEVA YORK. Vida entre las Torres.

Para los que hemos aprendido a vivir en libertad en un lugar de sueños llamado New York, el ataque al World Trade Center fue una afrenta imposible de perdonar. Un magnicidio de ciudadanos comunes, un derribo simbólico de la libertad.
Cada noche, durante años, veía al volver a casa, desde la esquina de la Séptima avenida y la Calle Diez las dos columnas de luz que marcaban el punto sur de Manhattan. La ciudad vertical estaba viva y la horizontal tenía un horizonte.
Viajabamos en bicicleta por la West Side Highway- una autopista elevada en la zona oeste, inutilizada para los coches  que corría en paralelo al Hudson --para llegar hasta la meta de las Torres y regresar pedaleando de vuelta al Village de nuevo. Aires de libertad.
Llevaba a los visitantes mas queridos- padres incluidos -a cenar al restaurante del último piso de  las Torres, Windows of the World, con sus dos tramos de ascensores para llegar a la cumbre, y la prohibición en la etiqueta de vestir vaqueros. Comida exquisita, servicio elegante y vistas por los cuatro costados para sentir el éxtasis de la megalópolis, desde el Puente de Brooklyn a la Estatua de la libertad, desde el pico del Empire State  a la inmensidad de New Jersey.
Me encantaba tener que ir al WTC a hacer gestiones de oficina, y me encantaban sus jardines aledaños del Battery Park.
Del escombro sacado para levantar las Torres se creo nuevo suelo en la ribera del Hudson y alli estuvimos en el concierrto contra las nucleares el  “No more nukes" que siguió al accidente de Three Mile Island.
Con los años los amigos se mudaron a los nuevos pisos a la sombra de las Torres, donde la vida era fácil y de mayor calidad. El SoHo y Tribeca se prolongaban mas allá. Manhattan crecía junto a las dos paralelas que apuntaban al cielo como ultimo sueño.
Paralelas y perpendiculares de Manhattan que enmarcan tu vida para aprender a salirte de la linea y ser original, libre y feliz.  Las Torres eran un faro para tu particular navegación del mundo físico de NYC y de tu propio mundo interior. Los habitantes de Manhattan son la sangre de estos edificios, altos y bajos, siempre bellos, del skyline, que hicieron de NY en el siglo XX la meta de los paraísos urbanos.
Solo los locos no entienden este mapa de los sueños y acaban por romperlo; porque ni lo supieron crear, ni vivirlo, ni comprenderlo. NY es la libertad, y los malvados de este mundo no lo pueden soportar.

P.S. Paseé con Magín Revillo por la Zona Cero dias despues del desastre. El olor provocaba nausea y sentías un malestar psicológico. Habíamos conseguido la proeza de comer en Nobu, donde nunca se encontraba mesa libre, y nos aventuramos en un paseo nocturno desde Tribeca  hacia el sur. Ni la buena cocina consiguió embargar la pena. Un cementerio tecnológico se desplegaba ante nuestros ojos, y solo la oscuridad mermaba aquel catálogo de horrores. Te sentías mermado, privado de algo tuyo, nuestro.

1 comentario:

La Mente Insana dijo...

Se cumplen diez años de la desgracia. De cómo unos energúmenos destrozaron decenas de miles de vidas y cambiaron el curso de la historia. Pero gracias a artículos como el tuyo la memoria no se pierde.

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