22.3.11

SAKURA, FLAMENCO y BUTOH. Japón y España

Si Japón no estuviese nublado por la tragedia, los informativos de sus cadenas tendrían un año más como primera noticia en estas fechas primaverales la llegada del 'sakura'. El tratamiento informativo que los medios japoneses dan al proceso de floración de los cerezos es tan prolijo como el que podemos ver estos días en la NHK sobre la situación nuclear. Conectan con las zonas donde la primavera despierta antes y analizan los brotes en el templo de Yasukumi para poder determinar cuándo llegará la flor. Los preparativos para celebrar el Hanami tenían prioridad informativa sobre los vaivenes del yen o las guerras que el mundo se haya dado ese año. Cuando por fin los cerezos están en flor, los japoneses se lanzan a los parques y celebran sus romerías para disfrutar del espectáculo natural. Se atisba en estas celebraciones una definición del alma japonesa, que vive pegada a la naturaleza y disfruta la brillantez del instante.


En Tokio, uno de los espacios con mejor plantación de cerezos es el cementerio de Aoyama, donde grupos de amigos comen y beben bajo las ramas festoneadas de flores blancas. Celebración de la vida entre los muertos. Es un concepto cercano al que desarrolla la más moderna de sus disciplinas artísticas, el 'butoh', mezcla de danza y teatro en la que sus intérpretes rapados y con la piel cubierta de blanco parecen seres de un mundo post-nuclear. Uno de sus fundadores, Kazuo Ohno, creó una pieza titulada 'Sakura para España', inspirándose en la actuación de la gran bailaora favorita de Lorca, La Argentina, en el teatro Imperial de Tokio. Distintas y distanntes, las culturas japonesa y española se unen según el 'butoh' en el lirismo mórbido con el que viven la 'intimidad con la muerte', de la que el duende flamenco sería una clara expresión. Con asombro y perplejidad, el mundo entero ha redescubierto el alma japonesa que enfrenta la tragedia con orden y quietud. El dolor extremo se expresa con un grito sordo, remedo del cuadro de Munch: un paisaje desolado y un hombre boquiabierto absorto ante lo apocalíptico. Un quejío hondo.

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