17.11.21

ROBERT GRAVES, MAS GRANDE QUE EL CINE.

DOCUMENTOS DE PETICION DE RESIDENCIA EN MALLORCA DE LAURA RIDING 

Y ROBERT GRAVES, EXPUESTOS EN LA CASA MUSEO  DE DEYA. 




GRAVES NO CABE EN LA GRAN PANTALLA  CUANDO ROBERT GRAVES SUPLANTÓ A YO CLAUDIO

 

Javier Martín-Domínguez

 

            Cuando Robert Graves viajó a Mallorca, no iba en busca del paraíso, intentaba más bien escapar del infierno en el que se había convertido para él su Inglaterra natal. Se marchó dando un sonoro portazo, con la publicación de su rotundo relato biográfico Adiós a todo eso (Goodbye to all that) Un ajuste de cuentas con la sociedad puritana imperante y un alegato contra la guerra, que acabaría siendo un gran éxito. Combatiente en la Primera Gran Guerra, Graves fue dado incluso por muerto y comunicado el fallecimiento a su familia. Su “resurrección” es el punto de partida de El Laureado, la primera película dedicada a la vida del poeta, ensayista y novelista británico, centrada en sus años de formación y tribulación, que culminan con su decisión de autoexiliarse en España en 1929. Congelada por la pandemia, la producción británica escrita y dirigida por William Nunez reservó su estreno mundial para Mallorca, antes de su llegada a las salas. 

            El autor de Yo, Claudio inauguró prácticamente las grandes series televisivas de éxito, con la producción de BBC de trece capítulos basada en sus dos novelas sobre el emperador romano: Yo, Claudio, y Claudio, el dios y su esposa Mesalina. Pero su extensa y atractiva peripecia vital se ha resistido contra pronóstico en llegar a la gran pantalla. En la vida de Graves aparecen todos los ingredientes para una superproducción al uso: guerra, conflictos amorosos, viajes y aventuras, éxitos y decepciones. Graves ha sido objeto de biografías sólidas y extensas, firmadas por Miranda Seymour, Richard Perceval Graves y Martin Seymour Smith. Convertirlas en película resultaba un empeño inabarcable, obligando a una producción costosa con numeroso escenarios y cambios de situación. 

            Tras algunos intentos fallidos, el cineasta norteamericano de origen hispano-cubano tropezó en la misma piedra. Prendado por la lectura de la historia de Graves durante un verano en Mallorca tambien atacó la historia de principio a fin.  “Se podrían hacer al menos cinco películas con los episodios de su vida. En mi primer guion yo tambien intenté incluir todo- hasta la ruptura de Graves y Riding -y comprendí que era misión imposible. Pero finalmente, quince años más tarde, decidí cortar y condensar:  recortar el guion y centrarme en la historia desde su regreso de la guerra hasta su marcha a Mallorca. Realmente es el periodo en el que pasa de ser el poeta de la guerra a convertirse en el poeta del amor”, me comenta Nunez, en una conversación vía zoom, días antes de la presentación en Mallorca, con asistencia de una audiencia única: los hijos vivos del segundo matrimonio de Graves con Beryl Pritchard y una nieta de su primer matrimonio. 

            Nunez comparte la extrañeza de que la vida de Graves no hubiese llegado hasta ahora al cine. Recuerda como Orson Welles le consideraba su “escritor favorito” y las visitas de la gente destacada del cine a su casa de Deiá, como Ava Gardner, Maggie Smith y especialmente el director Peter Bogdanovich (The last picture show) muy cercano a la familia Graves. Nunez no ha querido hacer una historia de corte literario o al menos no dedicada exclusivamente a los fans de la literatura y los conocedores del escritor. “Solo se le ve escribiendo al final de la película” comenta de forma simbólica Nuñez, que sí ha buscado como objetivo de la historia “contar qué hace alguien en su vida para ser un artista”.  

            En el caso de Robert Graves, su insatisfacción tras el trauma de guerra sufrido y su búsqueda de una voz propia como poeta le llevarían a convertir su matrimonio en una trinidad. Casado con la artista Nancy Nicholson (encarnada por Laura Haddock), con cuatro hijos para alimentar y escasas ventas de sus poemarios, Graves busca otra vía literaria y se interesa por la obra de la poeta y ensayista judía neoyorquina Laura Riding. Tras cartearse, ella acepta la invitación de trasladarse en Inglaterra y alojarse en la casa de campo de los Graves. 

            Formaron una “armoniosa trinidad”, que derivó finalmente, tras la estancia de todos ellos en El Cairo, en conflicto. La película evita este exótico episodio sobre el periodo en el que encontró empleo como profesor en Egipto que no duro mucho tiempo. Tambien se permite otras elipsis sobre la historia real (como reducir a uno los cuatro hijos de la pareja) para simplificar el guion y conseguir una producción más manejable.

            Rodada en un periodo apretando, apenas cuatro semanas, y falta de grandes localizaciones naturales para darle mayor volumen, la película ofrece en cambio una buena factura, escenarios de época (the Liberal Arts Club de Londres, el barco en el Tamesis, y los estudios donde se grabó The Crown), un atractivo vestuario años veinte, música adecuada y especialmente un casting sobresaliente.

            Una virtud de la película es sin duda la elección de actores, en el que sobresale por su gran parecido con el escritor el protagonista Tom Hughes, que inicialmente hizo casting para otro papel y sorprendió al director. Hughes ha hecho varios papeles de éxito en las series televisivas Victoria y The game. Laura Riding una mujer exigente y cautivadora, tenaz y adelantada a su época, ejemplifica en buna medida el salto de moral y costumbres que se produce en los locos años veinte.  Esta encarnada por Dianna Agron cuya soltura y mirada cautivadora dan al personaje una sensualidad probablemente muy superior a la del personaje

            La colaboración literaria y artística entre los tres protagonistas no tardó en extenderse al campo sentimental. El triángulo se convirtió incluso en un cuadrilátero con la aparición en escena del poeta irlandés Geoffrey Phibbs, que tras la ruptura de Graves y su esposa Nancy formaría pareja con ella. Eran los años veinte, en los que las transgresiones sociales y culturales iban abriendo brecha en la ortodoxia victoriana.  El personaje real de Laura Riding actúa como punta de lanza de este cambio no solo en los usos y costumbres amorosas, con relaciones abiertas o lésbicas, sino en la presencia pujante de la mujer en la vida y en las artes. 

            Bajo el esquema de un triángulo amoroso real, el guion de Nunez trata de desvelar los terremotos literarios y sentimentales que se produjeron en esos años rompedores del siglo pasado afectando a la vida y obra de estos artistas. La poesía fue el gran vínculo entre Robert y Laura. Lo que les unió y lo que terminó separándoles. Fue su amor por las letras lo que generó una pasión carnal entre ellos, que acabó con el matrimonio entre Robert y Nancy Nicholson. Robert se deslumbró por las capacidades poéticas de Laura.  Incondicionales de los poetas Robert Frosst, e.e. cumming, Sassoon y T.S.Eliot, son muy críticos en cambio con el “charlatán William Carlos William”, Era Pound (por su “anormal gusto por los clásicos”) y con Yeats a quien acusan de comprarse un nuevo atuendo al ver sus antiguas túnicas poéticas raídas”

            Pero el nudo gordiano de esta historia, entre la literatura y la vida, se desata un día en la casa londinense donde se había trasladado a vivir Robert y su compañera Laura, que fue conocida como “the free love corner” (la casa del amor libre) Tras una discusión sobre los tensos lazos amorosas entre los cuatro, Laura se precipitó por la ventana desde un cuarto piso  y resultó gravemente herida. ¿Intento de suicidio, o de asesinato?  Ninguna opcion sonaría bien ante la policía. Si fue un intento de suicidio, Laura se enfrentaba a una pena de deportación de vuelta a América ya que tal acción estaba penada por las leyes inglesas. Si alguien la hubiera empujado, la cuestión se complicaba aún más. Laura fue hospitalizada y junto al lecho del dolor Robert tomó la decisión de estar junto a ella y marcharse de Inglaterra. Primero fueron a Francia, visitaron a Gertrude Stein y aceptaron su consejo de buscar un refugio en Mallorca.  

            El director de El Laureado detiene aquí el relato, consciente de que el resto de la vida de Graves daría para varias películas más, y por creer que “la futura ruptura de Robert y Laura no le haría bien a un guion donde el protagonista acabaría desairado”. Además, apostilla, la última parte de su vida, sus relaciones en la isla y otras historias “podían ser más comprometidas de contar con sus familiares aún vivos”.

            Graves dejó a su primera familia (mujer y cuatro hijos) e inició otra aventura vital y un nuevo camino literario. Empezaba un periodo prolífico y con escenarios insospechados, desde Deyá a Pensilvania, que  darían para más capítulos que los de su serie de “Yo Claudio”, escrita ya en Mallorca. Aparte de otras novelas históricas de éxito, como Rey Jesús y El Conde Belisario, produjo su obra de gran aliento poético La diosa blanca (reeditada con un estudio de su hijo William hace pocos años) Dominador del latín y el griego, escribió extensamente sobre los mitos clásicos y sobre temas actuales en la revista The New Yorker, de la que figuraba como corresponsal entre los socios del Club Internacional de Prensa de Madrid. 

            Los últimos años del escritor, considerado como uno de los mayores poetas del amor en lengua inglesa, estuvieron rodeados de un halo de hipismo y de sus relaciones con las llamadas musas. Robert y Laura tuvieron que salir por pies de Mallorca al inicio de la guerra civil, entre infundadas acusaciones de espionajes sobre un inglés y una judía. Graves volverían con su nueva esposa Beryl, con la que tendría cuatro hijos, recuperaría su casa de Ca n´Alluny. 

            Declarado hijo predilecto de Deyá, descansa en su cementerio situado justo en lo más alto de la ciudad. La zona del monte que está expuesta al mar solo está decorada por las terrazas y los olivos y cipreses aupados en ellas. Detrás de la iglesia está el cementerio, que da a los muertos un lugar en la cúspide del pueblo, reservándoles la mejor vista para la eternidad. Allí reposa su hijo adoptivo más destacado, Robert Graves, a los pies de un olivo, bajo una lápida con su nombre y una única inscripción “Poeta”. El resto de las numerosas historias que protagonizó en vida- tras su Adiós a todo eso – aún esperan para llevarse al cine y aumentar su leyenda.

 





 





 







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