12.11.17

ESPEJOS EN EL JARDIN. Ais y Diezma en el Botánico




ESPEJOS EN EL JARDIN.
Ais y Diezma en el Botánico
Por J. Martín Domínguez

            Pasear el otoño en los jardines del Botánico es el mejor ejercicio para armonizar los sentidos, y muy especialmente el de la vista, antes de que el invierno nos lleve a la monotonía. La gama de rojos, amarillos, ocres, verdes y demás colores se estira hasta llenar una paleta sin limites. Debe llevar al éxtasis a los pintores o al paroxismo. Este otoño madrileño tan poco amigo de las aguas le sienta bien a este pequeño paraíso donde cada metro andado es un paso mas hacia la maravilla vegetal. Lo mejor que se puede hacer aquí es mirar. Mirar sin parar. Descubrir variedades desde arbolotes inasibles a pequeños bonsáis también coloreados de otoño. Meterse en las estufas y creerse en la selva, la jungla o un desierto. Y perderse finalmente entre los historiados paseos hasta encontrar una puerta qun nos mete en otra algarabía de formas y clores: las galerías de exposiciones, donde ahora presentan sus caprichos artísticos José Ramón Ais ( Parque natural), y Jorge Diezma (El florero en flor)

            Hay que ser muy atrevido- un don común a los artistas –para presentarse en este paraíso natural con flores y paisajes artificiosos, que quieren competir o al menos superponerse con el bien natural que arropa en el exterior sus propuestas. Pero sin entrar en desigual batalla, ambas salen triunfantes de este maridaje con la naturaleza, con procesos que buscan la belleza, recrearla y ofrecerla a nuestros ojos como un jardín.
            La serie Paisaje Natural, de Ais, esta compuesta por doce fotografías, “en las que se ofrecen diferentes vistas de un parque natural ficticio”. La perfección fotográfica es tal que uno daría por reales estos mundos naturales. Pero en el fondo y en la forma son collages de fotografías hechas en el natural y recreadas hasta componer un nuevo paisaje, que bebe en las fuentes de la composición clásica y de la tradición pictórica. El artista explora los mecanismos de construcción de nuestra mirada sobre la naturaleza, aunque dice que su pretensión es la de intentar ofrecer la sencilla experiencia sensorial de un paseo.
            Abigarrada, plena y monumental la imagen de estos parques roza lo sublime; de tal conglomerado natural sentimos el fulgor del éxtasis con el elemento paisaje como figura metafórica y espiritual en la línea mística de un san Juan de la Cruz.

            Asomadas también al botánica, las pinturas de Jorge Diezma buscan otro juego con el espectador. No es baladí su titulo de El florero en flor. Naturaleza seleccionada, aprendida, recolectada para formar un bouquet que nos amenice el ojo. Así es recogida y representada, con ese trabajo imposible para todos que es el de pintar la flor. La representación realista tienen aquí un punto de figa que es el estiramiento del lienzo con pinceladas abstractas que estiran los colores por las paredes y crean un nuevo campo de visión para la flor del florero. Estas propuestas de naturalezas muertas, tan vivas de color, se salen de la pared y quieren jugar a maridarse con los jardines que asoman por los grandes ventanales de la sala del Botánico. Aquí, en la obra de Diezma, las flores ya no son flores, sino pintura de lo bello que crea nuevos espacios, nuevas dimensiones, nuevas sensaciones en un campo de juego que supera al jardín. La flor se nos mete dentro, es un pensamiento, un juego en las pupilas, que nos hace dudar de que es la naturaleza y lo natural, cual es la flor y cual el florero que la contiene.
            Colocar espejos en un jardín siempre es un juego de alto riesgo, del que salen victorioso los actuales paseantes del Jardín Botánico.

Javier Martín-Domínguez

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