17.4.13

PRIMAVERA Y REPUBLICA. Nostalgia de futuro

                     La glicínea inunda de morados nuestro balcón

La primavera es absoluto presente. Llega la floración de las plantas de sopetón gracias a los primeros calores y vivimos un sueño de colores que enseguida se marchitará. Flor de un día. Fruto de un pasado invernal que queremos olvidar y memoria para un futuro inexistente  ahogado por la canícula. Estacionada en la primavera, la mítica fecha del 14 de abril sufre o disfruta de estas mismas contradicciones. Cuentan las televisiones que la floración de la bandera tricolor ha sido mas abundante este año, mientras las crecidas tertulias políticas se afanan en diseccionar la crisis de la monarquía. En este país, en el que la razón se establece a base de los decibelios puestos en el argumento, el zumbido de la crisis alimenta aun mas el debate, mientras crece la nostalgia polarizada. Tenemos un presente alborotado, un pasado mitificado y un futuro entre interrogantes en el que no se sabe que flor brotará. Igual que las flores acaban convertidas en poema, la Historia termina encontrando su narrativa en las obras de ficción. 


Vemos a la Republica hecha carne gracias al Ay Carmela de Carlos Saura que emitió  La 1 de TVE, sin saber si era un homenaje a la causa o el mero aprovechamiento de la efeméride para descargar programación a bajo coste. Las películas de Saura darán mejores pistas a los historiadores que las actas del Congreso. Tiene la ficción ese halo de verdad personal que le falta a la literatura burocrática y a la estadística sin alma. Cuando el mas hondo de nuestros narradores, Antonio Muñoz Molina, entró en la Real Academia Española utilizó como muleta a Max Aub y su Irreal Academia, integrada por aquellos escritores que merecían los honores pero que la guerra apartó del camino. Una ficción para dar alas a un futuro de concordia. Entre el futuro idealizado y el pasado mitificado, el mediático 14 de abril aparece como un guarismo teñido de nostalgias tricolores, con sus películas recordatorio y sus debates de calle y plató.  Tanta simbología quizá empañe las verdades de fondo. Que importa menos el envoltorio y mas lo que sea útil para el futuro

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