En una “carcachita” llegó Leonora Carrington a México. Acompañada por el poeta Renato Leduc, con quien había contraído matrimonio en España para salir de Europa, la artista arribó al país que quiso convertir en su segunda patria.
El periodista Joel Hernández Santiago, amigo de Leduc y de quien escribió una biografía, recuerda que el mismo poeta le contó que a su llegada a México, se instaló junto a la artista en un pequeño departamento localizado atrás del edificio de la Lotería Nacional.
“Ella se enojaba porque la dejaba sola todo el tiempo (cuando iba a conseguir trabajo) y se la pasaba solita en el café Los Pericos (ubicado en la misma colonia Tabacalera)”. Renato Leduc y Leonora Carrignton se habían casado en España huyendo del terror nazi, sólo a través del matrimonio, recuerda, “fue posible su salida”.
En barco salieron vía Marruecos y llegaron a Nueva York. Ahí Leduc consiguió dinero suficiente para comprar un pequeño y viejo automóvil en el que viajó con Carrington, con quien vivió sólo dos años, antes de que ella se enamorara de Chiqui Weisz, el padre de sus hijos Pablo y Gabriel.
Tras divorciarse, agrega Hernández Santiago, Leduc y Carrington siguieron viéndose esporádicamente, “ella lo invitaba a sus exposiciones”, pues sólo habían tenido una relación amistosa que no se rompió.
Leonora Carrington apenas había llegado a México. En uno de sus primeros recorridos para conocer la ciudad vio un hombre desnudo en la Alameda Central, era uno de esos tantos indigentes que ahí habitan. La primera reacción de la artista no contradijo la manera como vivió durante los últimos 70 años aquí. “En este país sí me voy a divertir, este es un país surrealista”, dijo.
La anécdota la recuerda su amiga Silvia Sacal. Desde su llegada al país en 1942, Carrington hizo de la capital mexicana su refugio, ese territorio donde nunca dejó de crear, pero en el que tampoco quiso llamar la atención, sino vivir de manera cautelosa, como esa “mujer muy secreta, muy discreta” que recuerda Elena Poniatowska, quien la frecuentó durante sus últimos años para escribir su biografía novelada Leonora, ganadora este año del Premio Biblioteca Breve de Novela.
En la calle, la presencia de Leonora fue una constante. Su obra ocupó en múltiples ocasiones edificios y andadores, como la exposición Leonora Carrington en la Ciudad de México, que mostró sus esculturas sobre Paseo de la Reforma, o la escultura Cocodrilo, que fue trasladada de Chapultepec a esa misma avenida, donde aún puede admirarse. Fuera de ahí, el mundo de la artista habitaba otro mundo en una vieja casa de la calle de Chihuahua, en la colonia Roma.
Ahí, Leonora fue “uno de los secretos mejor guardados de México”, como la calificó el director de cine Javier Martín-Domínguez en un reportaje aparecido en el periódico español El País, a propósito de un documental sobre la artista. Ahí vivió Leonora junto con Yolanda, la mujer que le asistía en las labores domésticas, pero también junto a la jacaranda que ella misma plantó en el patio.
El periodista Joel Hernández Santiago, amigo de Leduc y de quien escribió una biografía, recuerda que el mismo poeta le contó que a su llegada a México, se instaló junto a la artista en un pequeño departamento localizado atrás del edificio de la Lotería Nacional.
“Ella se enojaba porque la dejaba sola todo el tiempo (cuando iba a conseguir trabajo) y se la pasaba solita en el café Los Pericos (ubicado en la misma colonia Tabacalera)”. Renato Leduc y Leonora Carrignton se habían casado en España huyendo del terror nazi, sólo a través del matrimonio, recuerda, “fue posible su salida”.
En barco salieron vía Marruecos y llegaron a Nueva York. Ahí Leduc consiguió dinero suficiente para comprar un pequeño y viejo automóvil en el que viajó con Carrington, con quien vivió sólo dos años, antes de que ella se enamorara de Chiqui Weisz, el padre de sus hijos Pablo y Gabriel.
Tras divorciarse, agrega Hernández Santiago, Leduc y Carrington siguieron viéndose esporádicamente, “ella lo invitaba a sus exposiciones”, pues sólo habían tenido una relación amistosa que no se rompió.
Leonora Carrington apenas había llegado a México. En uno de sus primeros recorridos para conocer la ciudad vio un hombre desnudo en la Alameda Central, era uno de esos tantos indigentes que ahí habitan. La primera reacción de la artista no contradijo la manera como vivió durante los últimos 70 años aquí. “En este país sí me voy a divertir, este es un país surrealista”, dijo.
La anécdota la recuerda su amiga Silvia Sacal. Desde su llegada al país en 1942, Carrington hizo de la capital mexicana su refugio, ese territorio donde nunca dejó de crear, pero en el que tampoco quiso llamar la atención, sino vivir de manera cautelosa, como esa “mujer muy secreta, muy discreta” que recuerda Elena Poniatowska, quien la frecuentó durante sus últimos años para escribir su biografía novelada Leonora, ganadora este año del Premio Biblioteca Breve de Novela.
En la calle, la presencia de Leonora fue una constante. Su obra ocupó en múltiples ocasiones edificios y andadores, como la exposición Leonora Carrington en la Ciudad de México, que mostró sus esculturas sobre Paseo de la Reforma, o la escultura Cocodrilo, que fue trasladada de Chapultepec a esa misma avenida, donde aún puede admirarse. Fuera de ahí, el mundo de la artista habitaba otro mundo en una vieja casa de la calle de Chihuahua, en la colonia Roma.
Ahí, Leonora fue “uno de los secretos mejor guardados de México”, como la calificó el director de cine Javier Martín-Domínguez en un reportaje aparecido en el periódico español El País, a propósito de un documental sobre la artista. Ahí vivió Leonora junto con Yolanda, la mujer que le asistía en las labores domésticas, pero también junto a la jacaranda que ella misma plantó en el patio.
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