Tuvo que ser un torero- como no -el que vino a poner
seriedad y temple en este ruedo nacional que va subiendo en espiral su nivel de
miedo y angustia. Como si no quedase otro talismán, la nueva propuesta de
entrevista de Julia Otero encontró
su mejor personaje para confrontar a un país atribulado en Cayetano Rivera
Ordoñez. Nos contó sin florituras
como se hace un hombre a sí mismo. Fue chico de los cafés aprendiendo
producción televisiva hasta decidir que iba a desafiar al miedo final, el de la
muerte ante un toro. Y lo cuenta de forma escueta, sin adornarse, sin mover un
músculo de mas, solo con un atisbo de fulgor en sus profundos ojos. No defraudó
el maestro, creíble y agradable,
en medio de un decorado y un formato demasiado alambicados para dar brillo a
una entrevista. La sagacidad de las preguntas, mas el verbo y la piel del
entrevistado son los únicos elementos que deben contar en el genero. Parecía un
personaje en medio del ruedo nacional, ahora que la tele va desgranando el
disparate que nos toca vivir.
((con Curro Romero y Ortega Cano))
Ahogados en medio de la tormenta financiera,
España y sus partes buscan su solaz desgañitándose en pitidos contra el himno,
rompiendo las huchas de las Cajas, vapuleando el concordato y con los rectores
haciendo pellas ante el ministro. Parece el país envuelto cada vez mas en un
tono goyesco, acercándonos dramáticamente a la desesperación. La prima de
riesgo se sala de la grafica del telediario por arriba y las cotizaciones de
bolsa se desploman por abajo. Los tertulianos sirven de corifeos a la critica
situación, enredada en un mar de números de difícil comprensión y de recetas a
toro pasado. Menos en el deporte, vemos a España llegar siempre tarde, afónica
de fanfarronería, mas entregada a las batallas de los himnos que al esfuerzo
colectivo por salir del marasmo. En otro canal, la sale compañía a Cayetano,
marcando con estricta exactitud los naturales, uno nuevo en la plaza. Se llama
Noé, Gómez del Pilar, y puede meter a este país de locos y de grillos en su arca
para rematar la faena en otra parte. Es un tiempo solo de toreros.