3.8.10

TOREROS. Exiliados sin luces

Cuando la televisión de los sesenta empezó a 'dar corridas', en los pueblos se paraba la labor o el ordeño de las vacas, y el vecindario se arremolinaba ante el televisor único de la cadena única. Entre los mayores, el fervor por el toreo era manifiesto. Se vivían los olés como en la plaza. El blanco y negro estilizaba aún mas al estirado El Viti, mientras marcaba las curvas de Antonio Bienvenida. El directo era el mejor ruedo para El Cordobés, con los saltos de la rana y su tremendismo pop. Eran toreros de talla que reinaban en el imaginario colectivo, y eran referencia para los novilleros de pequeñas plazas.


Contra lo previsto, la algarabía cañí de los ochenta revitalizó la copla y metió al torero en un mundo de brillos, con retransmisiones habituales de corridas. Seguro que mermaron algo la afición por el espectáculo en vivo. Pero las figuras volvieron como antaño a ocupar todos los terrenos. Luego llegó el Plus a meterse tan cerca de la faena y del hocico del toro, que no se podía aguantar. Tenía que ser ahora, cuando el prohibicionismo tenía que llegar. Justo cuando la tauromaquia vuelve a tener epicentro, con un torero de casta que aguanta la cercanía del bicho y hasta se unta en su sangre. La era de José Tomás. Faenas para la historia, para el vídeo inolvidable, para el arte, para la película de la hora de la verdad. De Manolete a Tomás. De Goya a Picasso.

Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Vivirá el toro y morirán los toreros? Los que juegan a la muerte cada tarde, los que se plantan ante el último animal salvaje que nos queda, los toreros del rito, ¿serán exiliados sin luces? ¿Se extinguirán? Quizá en esos paraísos de la realidad diseñada, de donde los acaban de expulsar, terminen usándolos como protagonistas de videojuego, convertidos en mero personaje virtual. Eso debe ser la modernidad. Ahora que podíamos soñar hasta con corridas en 3D, tendremos que consolarnos con una rendición virtual. Ahí se van los toreros. Y preguntas ¿por quién doblan las campanas?. Lloran por ti, que no sabes torear.

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