15.6.10

REY GOL. Elogio del juego


    Huelga decir que no hay perversión, ni contubernio para sostener la denuncia de que el Mundial sirve para tapar nuestra propia crisis. Quizá muy al contrario. Es esta crisis la que tapa o empaña lo crucial; ver al mundo en juego. Si algo nos destaca en el reino animal es nuestra capacidad para hacer poesía de la vida y empezar a jugar. Tan industriosos como hemos resultado como especie, además sabemos parar, celebrar, narrar, simbolizar y peraltar la realidad. Además, mientras jugamos, no nos matamos. Hemos pasado de guerreros de territorio a ser parte de un glorioso espectáculo, gracias a dejarnos llevar por el juego. Bendita humanidad que supo apropiarse del símbolo de los cielos, convertirlo en balón y hacerlo rey gol para poder estar juntos y emocionarnos con un enfrentamiento entre dos equipos, por mero juego. Sin duda habrá alguna  entrada asesina en el campo y habrá hinchas ebrios que montarán un número extemporáneo. Pero sin juego, los males serían mayores. ¿Tendremos estadísticas post mundial de si han remitidos las bajas en todas las guerras en marcha?.
 Nos perturba la crisis al agobiarnos por pensar en el tiempo que perdemos viendo el Mundial, o por tener que ahorrarnos obligadamente  el viaje a Sudáfrica, cuando deberíamos entregarnos a ser parte del juego universal. No es como antaño, cuando la tele pública nos convidaba al Mundial, gratis total. Ahora que todo es el Mundial, resulta que está poco accesible en la pantalla. Buscas de cadena en cadena y brilla por su ausencia, mas allá de la enésima marca que se asociada en spots a la Roja. Muchos anuncios, pero un solo partido al día en abierto. Suben los impuestos, pero nos regatean la visión de las grandes fiestas del planeta que juega. Cuando llegaba el momento de jugar y olvidarlo todo, nos recortan la mirada. Así, la crisis termina lanzando un vaho helador sobre lo mas preciado de la humanidad: jugar, ver jugar, ser parte del juego mundial, sin limitaciones ni complejos. Será que jugar es lo que de verdad nos hace hombres y felices.

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