20.8.09

Kim Dae Jung. Desayuno prohibido


Me citó para un desayuno en su propia casa, no tanto por confianza sino porque no podía elegir otro lugar. Yo era un corresponsal español en Asia y no teniamos familiaridad alguna. Aunque si compartiamos el deseo por la verdad que es la libertad. El encuentro fue en su casa porque a mediados de los ochenta Kim Dae Jung vivía en arresto domiciliario. Podía recibir pero no podia salir. Miro ahora su dedicatoria, escrita en coreano a pincel, en la trasera- que es el inicio -de uno de sus libros, y me asombra aún el candor, por unificar en el termino la cordialidad y la dulzura, de un político curtido en atentados, secuestros, carcel y una serie larga de los terrores de la Corea del Sur dictatorial. Una dulzura dibujada en esa cara ancha y redonda rematada por un buen penacho de pelo y unos ojos chispeantes y con ganas de acción.
Ahora que ha dicho su ultimo adios, reconozco el gran merito de la mesura y la dulzura tranquila, porque este hombre que me ofrecio su desayuno iba a protagonizar nuevos episodios de avance politico dificilmente imaginables entonces. Acabaria siendo presidente democraticamente elegido, y el primero de Corea del Sur en abrazar al dictador comunista del norte en busca de una pacificacion-unificacion de un pais largamente dividido.
Llegué en taxi hasta las cercanías del muro de su casa, deje el vehículo y pasee hasta la entrada. Yo tenía algo que ocultar o ocultarme de algo. Seguro que no era nadie para la inteligencia surcoreana me decía yo, pero no quería dejar mucho rastro, tras la metedura de pata en mis gestiones para llegar a la casa prohibida.
Cuando llegué al Seul de la dictadura, en medio de las obras abundantes e imparables, veinticuatro horas al día, para los preparativos de los Juegos Asiaticos y la posterior Olimpiada, lo primero que hice fue ponerme en contacto coin la oficina de prensa del gobierno para segurar las entrevistas oficiales previstas y el viaje a la frontera que divide las dos coreas. Cumplidos los tramites, lo siguiente fue llamar al telefono de contacto con KDJ que me habían facilitado un colega en Tokio, mi base de operaciones en aquellos dias de corresponsal de La Vanguardia en el extremo oriente.
No he sentido muchas veces en este oficio el "tierra tragame" por haber hecho algo que tontamente te arruine una historia o te meta- te metas -en un aprieto. Pero aquella llamada fue un desproposito total. Tras las lógicas precauciones para decir que queria entrevistar a un perseguido y arrestado, tras las explicaciones sobre un periodista en busca de la verdad....por fin entendí que estaba pidiendo la entrevista a la oficina del gobierno. Mi contacto en Tokio me habia jugado, queriendo o sin querer, una mala pasada. Mi gran exclusiva del viaje a Seoul se habia echado a perder, me sentia en ridiculo y hasta casi en peligro por haber revelado al gobierno mis intenciones de entrevistar al político encarcelado.
Deje el hotel, entre mi agobio y el ruido insoportable de las obras nocturnas. Y al dia siguiente como si nada me sentaba frente a frente con un ministro del gobierno para una entrevista de rigor. Acabado el encuentro, la traductora me acompaño a la salida del Ministerio y conseguí que me diese la direccion de un buen restaurante tradicional- palillos de metal, sashimi y demas. Pero lo mas importante es que conseguí que aceptase mi invitacion a compartir mantel.
La conversacion fue fluida. Tanto que le llegue a revelar mi interes por ver a Kim Dae Jung. Y fue ella, trabajadora ocasional para el gobierno y luchadora como tantos por la democracia del pais, la que me pondría en la pista de los colaboradores de KDJ, hasta conseguir como resultado de aquella comida imprevista tener un desayuno en la casa prohibida.

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