No hay dictadura que se precie que no recurra a la censura en televisión. Estos días asistimos al esfuerzo de los ayatolas por colocar el velo delante de las cámaras para evitarnos el disgusto de ver al pueblo iraní enervado, en continua manifestación, acusando al régimen de corromper las urnas. El esfuerzo de la desinformación se ha vuelto titánico para los censores. Ya no basta con expulsar periodistas y confiscar cámaras. Ahora un teléfono móvil con cámara les revienta el secreto, y las transmisiones por satélite o por las redes sociales de internet tipo twitter son difíciles de cortar. Es imposible atajar ese circulo de la información clandestina que consigue salir al exterior para ser devuelta a territorio iraní con las nuevas tecnologías y saltarse la censura interna,
Justo hace treinta años se inició la revolución islámica y los ayatollas recurrieron entonces a la estrategia contraria: poner todos los focos sobre Teherán para que el mundo no perdiese detalle de aquella desafiante toma de las embajada americana y sus rehenes. El nuevo régimen se asentó a golpe de televisión, aupando a la categoría de héroes a los embozados guardianes de la revolución que producían la taquicardia de Washington. La cadena ABC creó un programa nocturno diario “América secuestrada” (America held hostage, day x) al que añadía en el título el número de días de secuestro. Dirigido por Ted Koppel derivó en uno de los formatos de informativos de televisión mas relevantes, “NightLine” .
Koppel aguantó con la formula del directo y las entrevistas políticas sobre temas candentes durante veinticinco años. Los herederos de Jomeini y su república islámica planeada para la eternidad han sobrevivido al programa. Pero justo ahora andan metidos en el lío de controlar la televisión y adaptar su formato político. Aunque todos sabemos que prácticamente nada dura para siempre, menos las ganas de ser libre y poder contarlo.
23.6.09
9.6.09
FOTOS ROBADAS
Políticamente insulsas, al menos en la literalidad del discurso ideológico, las campañas electorales se están transformando en un mecanismo perverso para revelarnos obscenas imágenes sobre el uso del poder. Verdaderos aristócratas de las democracias, los hombres públicos se pasean en aviones o barcos y ocupan mansiones de lujo convirtiéndose en objetivo buscado o encontrado de los paparazzi de turno. Esta letal combinación vino a dar con la foto del cuerpo en bañador de un líder nacionalista de izquierdas en la popa de un barco millonario. La imagen de la contradicción devino en un naufragio de votos. En esta cita paneuropea, el asalto fotográfico ha traspasado fronteras para dejar en cueros a los lideres políticos lejos del espacio en el que pueden ejercer la censura.
Tienen muchas lecturas estos mensajes visuales. Desde que todo vale para denunciar los excesos del poder, hasta que es deleznable robar la privacidad para machacar al contrario. No resulta muy agradable toparse entre las líneas de la crónica política el pene de un caballero por muy poderoso que sea. También resulta inexplicable o sospechoso basar los ataques de corrupción sobre imágenes de un político en compañía de atractivas mujeres sin que se desprenda de las mismas un delito aparente.
En el caso Berlusconi, no deja de ser paradójico que un hombre que ha (a)saltado a la política previo control de los medios audiovisuales vea ahora robada su oscura intimidad por las cámaras. Sean legales o no estas denuncias, duele constatar que otras acciones del poder que resultan ser “no fotografiables” se queden sin el impacto necesario para calibrar a los políticos. En este tiempo del “imperio de las imágenes”, una foto que “parece algo” termina siendo verdad incontestable; mientras que un texto de verdadera denuncia “no visualizable” termina perdido en el debate. Como arma arrojadiza sí es cierto que en campaña una imagen vale mas que miles de palabras.
Tienen muchas lecturas estos mensajes visuales. Desde que todo vale para denunciar los excesos del poder, hasta que es deleznable robar la privacidad para machacar al contrario. No resulta muy agradable toparse entre las líneas de la crónica política el pene de un caballero por muy poderoso que sea. También resulta inexplicable o sospechoso basar los ataques de corrupción sobre imágenes de un político en compañía de atractivas mujeres sin que se desprenda de las mismas un delito aparente.
En el caso Berlusconi, no deja de ser paradójico que un hombre que ha (a)saltado a la política previo control de los medios audiovisuales vea ahora robada su oscura intimidad por las cámaras. Sean legales o no estas denuncias, duele constatar que otras acciones del poder que resultan ser “no fotografiables” se queden sin el impacto necesario para calibrar a los políticos. En este tiempo del “imperio de las imágenes”, una foto que “parece algo” termina siendo verdad incontestable; mientras que un texto de verdadera denuncia “no visualizable” termina perdido en el debate. Como arma arrojadiza sí es cierto que en campaña una imagen vale mas que miles de palabras.
7.6.09
REBECCA HORN. Luci mie traditrici
La depuración de la imagen no tiene porque devenir en minimalismo abstracto.
Rebecca Horn ha conseguido crear un fondo tan poético como descriptivo en la presentación escénica de "Luci mie traditrici", de Salvatore Sciarrino, produccion del Festival de Salzburgo presentado ahora en el Teatro de la Zarzuela.
Pétalos voladores, soplidos de arena...van creando un magma de color que alimenta y puntua la tragedia amorosa que va tomando cuerpo en el escenario.
La mezzo Anna Radziejewska y el baritono Otto Katzameier ejercitan su voz en un canto sintético, con un elevado grado de abstracción, en un "cantar hablado"- en palabras de Tomas Marco -que envuelve y cautiva a la audiencia.
3.6.09
MANU Lequineche -y- CIRILO Rodriguez
El periodismo internacional hecho a pie de obra tiene en esta generación un maestro indiscutible y querido, que en los felices sesenta metió pluma y papel en el petate y se largo a fisgar por el planeta. Tenía clara la máxima aprendida en la lectura de Keyserling: “El camino mas corto para encontrarse uno a sí mismo da la vuelta al mundo”. Ha pasado casi medio siglo desde el inicio de aquella aventura vital. Y está claro que nuestro hombre, Manu Leguineche, se encontró así mismo en el oficio de la escritura y el riesgo, y marcó la senda por donde le hemos seguido los demás.
La tribu de corresponsales y enviados especiales le arropamos en homenaje al cumplirse el XXV aniversario del premio Cirilo Rodríguez cuya nomina inauguró. Honra pertenecer a este club sin carné, nacido en las noches de Segovia, cuyas credenciales consisten en haber pateado el mundo y sabido contarlo para otros.
Tanto Manu como Cirilo han acotado el campo de acción, que tiene como señas de identidad la precisión y un estilo sin afectación para describir el mundo en que vivimos. Vivirlo y contarlo. Las personalidades de ambos maestros han hecho historia, recogida en el documental “Los cronistas del planeta”. Emitido en el Canal 24 Horas cuenta las peripecias de los veinticinco galardonados, opiniones sobre el oficio de corresponsal y una semblanza del maestro radiofónico que me traspasó micrófono hace treinta años en Nueva York.
Manu surcó el planeta y Cirilo nos llevó a la Luna. Les culpo de haberme abierto un camino que parecía el del periodismo y resultó ser el de la vida. Les habrá pasado a otros muchos de los premiados, que tambien eran o han terminado siendo amigos de los maestros. Compañeros, y sin embargo amigos, como decía el legendario Alfonso Sánchez en su columna del "Informaciones". Así es la tribu internacional. Mayor pasión por la vida y los compañeros de riesgo, que por las exclusivas.
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