25.12.18

UN DISCURSO REAL

LA BUENA IMAGEN,   por MARTÍN DOMINGUEZ


SOLO LA CORONA SE MUEVE


--Colocarle al rey como prólogo de su adusto discurso unos “efectos especiales” demodés contaminan de antigüedad su mensaje antes incluso de empezar.




La Buena Imagen: SOLO LA CORONA SE MUEVE, por MD
--Colocarle al Rey como prólogo de su adusto discurso unos “efectos especiales” demodés contaminan de antigüedad su mensaje antes incluso de empezar.

El rito asienta las culturas, pero sin duda las alimenta de aburrimiento por su consustancial repetición. Eso le pasa a las fiestas de cualquier tipo, que presas de sus reglas acaban por mortificar a sus participantes. Solo las pequeñas variantes, fruto de la inventiva o de un descuido o cualquier perversión, animan el paso del rito haciéndole un poco mas llevadero. Es lo que pasa con las noches televisivas de la Navidad o del fin de año, que siguen colgadas del año anterior y del anterior y del anterior; y a pesar de sus colores chillones o su confeti acaban aburriendo al espectador.
Para empezar la noche televisiva nos ponen el mensaje del Rey, cuyo contenido si cambia, pero que se inicia con unos efectos especiales sobre el escudo de España que se han quedado en aquel arte del video de los años ochenta, muy lejos de la actual versatilidad digital que facilitan nuevas soluciones gráficas casi ilimitadas,
Colocarle al Rey como prólogo de su adusto discurso unos “efectos especiales” demodés contaminan de antigüedad su mensaje antes incluso de empezar. O también podría pensarse que, en la mcluhiana simbiosis de medio y mensaje, lo que se nos querría proponer- tan subliminalmente…-es que nada cambia; ni en la televisión publica, ni en la corona. El único cambio perceptible fue la introducción durante el discurso de un travelling lateral, en lugar del viejo recurso al zoom, que murió como deberían haber muerto ya los afectos pre-digitales de la careta televisiva. Solo la corona se mueve….un poco.
A este preludio con tufo añejo, le siguió un aroma a tanta nostalgia, que hacia imposible despertar el interés por una Telepasión que no sabe ni siquiera buscar nuevos hits musicales mas allá de los tiempos de Karina. La pública se ha dormida en la rutina televisiva y su única añoranza parece el lalala, ya sea de Massiel o de Serrat (aquella versión tan grisácea y años enlatada, rodada en el parking de Prado del Rey), pero siempre sesentero. Esta claro que la mejor televisión es la que se hizo ayer, porque ya no se ha sabido hacer otra. Pero imitarla tarde y mal produce este vértigo de confundir nostalgia con antigüedad. Despues de Pilar Miro, el Prado se convirtió en páramo. Ya no queda creatividad, ni ganas de montar un (buen) Belempor
Navidad. El invento de Javier Caballé, fallecido este año, y al que no le quedó el copyright, se ha quedado entumecido. Repetirse es un rito, que solo conduce al aburrimiento.

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