PORNOGRAFOS AL PODER

Siempre se achaco al puritanismo americano la estricta aplicación de un férreo castigo a los políticos que se desviaban en su conducta sexual. No se aceptaban los adulterios, ni las relaciones conspicuas. Sin duda era una consecuencia de la religiosidad imperante. Pero tambien de las dudas que arrojaba una situación de este tipo sobre la integridad del político para ejercer el poder sin posibilidad de ser chatejadao. En los tiempos de la guerra fría, un affair era un posible indicio de una personalidad util para el enemigo.
Aspirantes a la casa Blanca, como el liberal Gary Harth, fueron tumbados de inmediato ante una información sensible sobre un asunto de faldas. Luego llegó el desdoro de Clinton y sus avieso uso de la privacidad en el Despacho Oval. Y el eléctrico binomio sexo y poder llegó al punto de cortocircuito.

Cuando  contemplamos los casos del italiano Berlusconi, del francés Straus Kahn o incluso del affair motorizado de Hollande, la constatación de que  el poder arrasa en su ansia por el sexo ya era meridiana. Pero en todos esos casos, siempre asistimos a un relato de las víctimas de su arrojo o de la narrativa mas o menos gráfica hecha por los medios o los jueces. Nos faltaba conocer la expresión mas grosera del uso del poder para conseguir sexo, y el ya inefable Donald Trump ha despejado toda duda sobre la capacidad depredadora y depravada de un político que entiende  el acceso al placer sexual   como una consecuencia inmediata  de su poder.

La incomprensible ascension hasta las puertas de la Casa Blanca de un empresario sospechoso de conexiones mafiosas- en sus negocios inmobiliarios o en los casinos -, de un hombre de modales cuestionable, ha llegado al grado de máxima implosión con sus reveladores frases sobre la absoluta falta de respeto a las mujeres. Y sin duda a los hombres.

La situación creada es de agobio general. Todo un país bajo sospecha cuando solo puede generar como candidatos a la casa Blanca a un depredador pornógrafo y a la esposa de un expresidente “salido”. Si alguna credibilidad le quedaba al establisment político esta quedando anegada por la constatación de que los altos mandatarios responden a los mas bajos instintos.