CRONICA DE LOS OCHENTA.
AMERICA ERA UNA FIESTA
Javier Martín-Domínguez
El
mundo iba a cambiar. Lo sabíamos todos, aunque no lo dijese nadie abiertamente.
Para preparar el advenimiento del nuevo orden, en los Estados Unidos de América
se preparó una larga fiesta de prologo, con Nueva York como principal
escenario. Los años ochenta fueron la verdadera década prodigiosa, preludio de
la caída del muro entre los bloques . Tuve el privilegio tanto personal como
profesional de vivirla intensamente, y poder contarla alternativamente para
radio, prensa y televisión.
Desde el asesinato de John Lennon en el edificio Dakota, al
nacimiento del fenómeno Madonna. Del secuestro de los rehenes americanos en
Teheran con Carter como presidente, al final del reaganismo y el caso
Irán-Contra. Del lanzamiento del primer transbordador espacial en cabo
Cañaveral a la desintegración en
mil añicos de uno de ellos.
Llegué
a América para quedarme el dos de enero de 1979. AÚn siento en los tobillos el
corte helador del viento washingtoniano en medio de una ciudad cubierta por la
nieve. El taxi que me conducía desde el aeropuerto Dulles al hotel cruzó por
delante de la casa Blanca habitada aquellos días por un Jimmy Carter al que le
esperaban días de tensión y turbulencia que tendría que cubrir para Radio
Nacional de España. Apenas viví un
año en la capital federal antes de
trasladarme a mi destino deseado de corresponsalía, New York-New York, para
sustituir a mi maestro y compañero Cirilo Rodrigues. Pero los escasos meses washingtonianos- ciudad a la que
volvería repetidamente a lomos del puente aéreo –fueron fundamentales para
iniciarme en la geografía política de la primera potencia. Un mundo de
embajadas, funcionarios, lobitas, secretarías y políticos de variado pelaje que convergían finalmente en el Natioal Press Building
donde los periodistas teníamos nuestras oficinas y el Club de prensa. En aquel
mundo grande, de avenidas descomunales e inmensos poderes, resultaba
sorprendente la estrechez de la sala de prensa de la Casa Blanca. Aun sigue en
activo la entonces ya veterana Helen Thomas, decana d los acreditados, que
abría y cerraba las ruedas de prensa presidenciales, y que daba ejemplo de
pundonor y objetividad en la cobertura del recinto mas poderoso de la tierra.
Dos grandes puntales del periodismo español, Juan Roldán y Curry Valenzuela, fueron mis tutores del momento, y
el actual y destacado corresponsal
de La Vanguardia en Londres, Rafael Ramos, mi compañero de fatigas por el barrio de Georgetowm.
Pase
de una casita de dos plantas en pleno corazón del céntrico barrio sin metro en Washington (“Para que no e
llene de negros”, decian las malas lenguas en una época en la que ni se
vislumbraba el sueño de Obama), a un escueto apartamento en el Greenwich
Village neoyorquino.. Tenía una vista oblicua al Empire State, y lo alquile a
primera vista por que era difícil encontrar hueco en el viejo barrio de la
bohemia en el que la noche nunca acaba. El quiosco de Sheridan Square me tenía
de cliente fijo para hacerme con la primera edición calentita del The New York
Times que aparecía hacia las once de la noche. Una verdadera Biblia
informativa, que marcaba la agenda de lo noticiable y que daba lecciones
diarias en acumulación de datos y estilo de escritura.
Uno
disfrutaba de grandes lecciones de periodismo en cada pagina del Times, en los
Evening News de Cronkite, Rather, Jennings y Brokaw, en las emisiones del All Thigns Considered de la radio
publica o de la progresistas WBAI,
en The NewYorquer y en la crónica político-cultural de James Ridgeway o Nat Hentoff en The
Village Voice, el medio que por cercanía, interés y amistad mejor viví por
dentro,. Otros como el maestro del nuevo periodismo Tom Wolfe habían saltado
del nuevo periodismo a la novela, para hacer un fresco de la época en La
Hoguera de las vanidades, que resultó ser un título emblemático para a
misma. Era una constelación de
grandes profesionales, que sabían combinar el respeto al dato con la escritura
creativa.
Me
estrené prácticamente con un año electoral, que estuvo tintado de un factor
externo que enturbiaría l campaña y afectaría a la historia de los medios. La
toma de los rehenes de la embajada de Teherán, tras el exilio del Sha, mareo
hasta hacerla colapsar a la presidencia de Jimmy Carter. La tensa espera por su
liberación llevo al nacimiento de un programa especial diario en l ABC
presentado por Ted Koppel, que se transformaría en el exitoso formato
informativo Nightline. Tenia que llevar la radio puesta con auricular en
cualquier momento, ante la liberación inminente que nunca se producía. No llego
hasta el mismo momento de la jura del nuevo presidente Ronald Reagan que
marcaría la década y que entre su guerra de las galaxias y la colaboración de
Gorvachev conseguiría finalmente la caída del muro de Berlín.
LA
CAMPAÑA DEL 80. «
Conservo un pín de la campaña americana del 80, quizá el mas simple aunque
tambien uno de los mas grandes, que lleva inscrita entre círculos la palabra
"OPEN". Era el grito de guerra con el que los seguidores de Edward
Kennedy querían conseguir que los delegados comprometidos durante las
elecciones primarias quedaran libres de ataduras y decidieran su voto allí, en
la convención demócrata que se desarrollaba en el Madison Square Garden de
Nueva York.
Jimmy Carter entonces presidente aspiraba a un imposible
segundo mandato, lastrado ante la opinión publica por el fiasco de los rehenes
de Teheran, por los que le tachaban de entreguista al aceptar el traspaso de la
soberanía del canal a Panamá, por una economía que no acababa de levantarse...
El populismo de Reagan y las conexiones de Bush amenazaban claramente a los
democratas y solo Edward Kennedy mantenía viva la llama del entusiasmo, que iba
creciendo de su parte mientras se llegaba a las puertas de la convención en
agosto. Los números le negaban la opcion de seguir el camino de sus hermanos, y
los pins con el OPEN eran la última palabra a la que agarrase a la desesperada
para salvar la candidatura, el partido, y quizá el país.
Se reunió con sus fervientes seguidores en el hotel frente
por frente del Madison SG para una ultima arenga. Su verbo fluido, su tez
risueña, su corpachon empujando, Kennedy se hacía notar y desear. Fue la
primera vez que le vi cara a cara, cuando le entreviste para mi corresponsalía
de entonces, la de Radio Nacional de España. Derrochaba ilusión aunque con la
medida bien tomada, la de un político hecho en su propia casa, dentro de una
saga aunque con mas peso personal que el colocaba como simple tercero de los
Kennedy. Pero cuando se subió al pedestal montado en el MSG para lanzar su
arenga a los enfervorizados delegados, amigos, periodistas y políticos
curiosos, Edward Kennedy dejo claro en el primer minuto, tras unos
interminables aplausos de aliento, que "no estaba allí no para defender
una candidatura, sino para reafirmar una causa". Hizo un discurso
histórico- conservado hoy entre los mas preciados de la gran retórica politica
americana -desgranando con pasión las claves de la politica liberal y
democratica, la mas cercana a la clase trabajadora de los dos grandes partidos,
y denunció hasta la carcajada la política reaganista que se venía encima. Para
cerrar, recurrió a unos bellos pasajes del poeta favorito de la familia,
Tennyson:
"I am a part of all that I have met
To [Tho] much is taken, much abides
That which we are, we are --
One equal temper of heroic hearts
Strong in will
To strive, to seek, to find, and not to yield."
El discurso de una derrota se había convertido en la
mejor arenga para plantar cara al enemigo político común. Kennedy y los suyos no
consiguieron la convención abierta, pero si ganar animo, mantener ilusión para
la batalla politica que se avecinaba. La magia del último Kennedy estaba
servida, para dejar claro que meter el corazón en un puño hablando con el
corazón en la mano es el arte de unos pocos. Edward Kennedy demostro quien era
y que estaba maduro para la ocasion. Había perdido aquella batalla, pero ganó
la guerra por el control de los ideales que defendería el Partido Demócrata
hasta la fecha. Su verbo sí triunfo. Pero la campaña del 80 estaba
sentenciada».
Se impuso fácilmente Reagan
sobre Carter, sobrevivió
heroicamente a un Atentado, recortó el gasto publico, las regulaciones y los
servicios para hacer supuestamente un gobierno mas pequeño y amenazó con una guerra de las galaxias,
con tufillo hollywoodiense para abrir brecha. Reagan se deshizo a la siguiente
convocatoria de Mondale, al que de poco le sirvió colocar a la primera mujer,
Geraldine Ferraro, como aspirante a la vicepresidencia. Y en mi tercera
cobertura de campaña, ahora para televisión, abrió a Bush padre el camino de la victoria, en otra
convención antológica. Los republicanos en Nueva Orleáns. Para despedir al
actor metido a ideólogo de la oleada conservadora en olor de multitud, y aupar
a Bus, que leyó un discurso antológico firmado por Peggy Noonam (“One thousand
points of light”) que le hizo
adquirir por vez primera estatura presidencial, tras un pasado tan lleno de
cargos como limitado en estrellas. Con todo, lo mejor de las campañas lo
encontré en los caucus de Iowa, con la política de base, cara a cara y votos a mano alzada. Principio y fin de
la democracia americana.
El nuevo orden mundial se estaba
dibujando. El enfrentamiento de radicales islámicos de distinto signo abría la
década que culminaría con la caída del muro. Fin de la guerra fría y la
apertura del nuevo frente en las guerras del desierto. Entre medias cubrimos
una guerrita- la invasión de la isla de Grenada –durmiendo hacinados en los
hoteles y paseándonos en aviones militares desde Barbados. Mas cruda fue la
marcha guerrera en Centroamérica. Lo curioso de aquellas coberturas es que te
quedaras en aquel fin del mundo llamado Tegucigalpa, y en el hall del hotel te
topases con los pilotos americanos que apoyaban a la contra nicaraguense y, para
sorpresa, con el ministro israelí
de defensa del momento, Ariel Sharom.
Otro espectáculo periodístico sin
par era ver la Casa Blanca volando. Los viajes presidenciales tienen su ritual,
su enjundia y un despliegue tecnológico-periodístico sin igual, asegurando toda
la logística para que los enviados especiales tuvieran el mayor acceso y la
seguridad de la transmisión. No es metáfora, como si la mansión presidencial y
no solo el “Air Force One”, se mudara de sitio con sus aparachis, las mesas de
trabajos, las caravanas de coches… todo en orden en cualquier sitio del planeta
donde ponga pie el presidente. Con Reagan
reímos en Brasil, cuando dijo que estaba feliz en Bolivia. Y volamos
hacia Moscú para dar el abrazo
final a Gorvachev. Comunicados, notas del pool, horarios demenciales,….y los
mejores hoteles del circuito. Todo para que la información fluyese a
raudales. La información sobre un
mundo que acababa.
Esperando al cambio, al final de
la guerra fría, que llegaría justo en 989, la sociedad se movía entre el auge
del conservadurismo económico y social basado en el neoliberallismo de los Estados Unidos de América y el
vendaval progresista y artístico que vivía la metrópolis neoyorquina. Para
edulcorar aquella fiesta del cambo de fin de siglo, nació la cadena de
televisión MTV que elevó el
video-clip a formula magistral del corto y la música. Empezó el reinado de
Michael Jackson y Madonna. En So-Ho el paseo por el mundo del arte encumbro a
los Clemente, Barceló, Basquiat,…Y el depauperado barrio del East Village se
hizo el centro de la nueva vanguardia en locales en los que lo cutre se casaba
con lo mas vanguardista. Mas allá de los clásicos como el “Village Vanguard”,
la nueva ola trajo locales de cita artística fundamentales, como el Red Bar,, o after-hours inigualables como “Save
the robots”. Mas las discotecas-museo, como “Area” , Nell´s o
Dancetería Un party continuo donde el arte era una forma de vida en la ciudad mas cosmopolita de la
tierra.
La
fiesta nunca fue completa. El aviso de cambios que venían en aquellos locos
años lo dio un pistoletazo de salida. John Lennon había sido abatido a la
entrada del Edificio Dakota. Subimos hasta el norte y ya solo vimos angustia..
El beatle mas díscolo había sido asesinado. Aquella crónica te helaba las
manos. Imagine. Como helaría el corazón y las mentes la aparición en escena del
virus del SIDA.
Sobresaltos sociales y políticos de aquella década, que
tambien fue la del Bruce Springsteen del “Born in the USA”, la moda de Donna
Karan y las importaciones japonesas de Yamamoto, los nuevos rascacielos de Pei,
de Pelli y muchos mas. América reinventandose de nuevo, desplegando todos sus encantos
artísticos, bajo el halo amortiguador de un movimiento político populista y
conservador, plantado en sus
mentes por un actor de Hollywood,. América nunca defrauda.
CAPITULO DEL LIBRO “SEGUIREMOS INFORMANDO”. Los corresponsales
CAPITULO DEL LIBRO “SEGUIREMOS INFORMANDO”. Los corresponsales
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