LA GUERRA DE OLIVER
Javier Martín-Domínguez
El documental y el cine de ficción se mueven entre limites
cada vez mas difusos, que terminan encontrándose cuando la temática tratada es
histórica. Es en esa disyuntiva donde se mueve con afán historicista el director
Oliver Stone que nos cuenta su propia visión de América a través de la serie La
historia no contada de los Estados Unidos
que ahora emite La 2. Catapultado a la notoriedad con JFK, una actualización de
las claves del asesinato de Kennedy, Stone hace su guerra particular con los
puntos oscuros que envuelven al devenir de la superpotencia por antonomasia,
que aire con profusión de medios al presidente de turno y tapa sus vergüenzas
de sus acciones secretas. Nunca están de mas estas revisiones porque el
periodismo con sus prisas olvida en ocasiones las razones de las cosas. Tambien
es cierto que al menos para una audiencia europea informada este serial con
pretensiones apenas aporta novedad alguna. Prefiero realmente al Stone que
ficcionalíza lo histórico porque su sabiduría cinematográfica arroja luces
sobre lo que creíamos saber y desconocíamos a fondo. En series de este tipo documental la guinda la
deberían poner las imágenes inéditas, y estas entregas adolecen de novedades.
Ni el documental es absoluta verdad
ni la ficción pura invención. La clave esta siempre en la adopción de un
punto de vista sobre la historia que se revisa. Y ahí, es cierto, que la
particular guerra de Mr. Stone acentúa el espíritu crítico sobre el uso del
poder. Por proximidad temporal resulta mas brillante y esclarecedora la oferta
de Nacional Geographic revisando la década prodigiosa de los 80, a la que
dedica ahora dos series. La era de Madonna y Reagan, el SIDA y los
trasbordadores marcó el inicio del siglo XXI y recordarla es poner a revisión
la base del mundo en el que ahora nos movemos. Muestra como la sociedad es mas
compleja y sorprendente que el mundo de los políticos y el poder. Con Nueva
York como faro, la nueva cultura de los 80 abrió el mundo a otra forma de vivir.
Ahora entre fascinados y ebrios de nostalgia la revivimos con la pantalla.
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