Hace casi un siglo- tan lejos, tan cerca
-, Europa entraba en la deriva de su Primera Gran Guerra. De sus cenizas nació
el revulsivo político, filosófico y artístico que conocemos como Surrealismo.
André Bretón y sus acólitos insistían en que cualquier tipo de represión, y la
civilización que la imponía, era absolutamente negativas y debían ser
combatidas. Para ello forzaron los limites del intelecto hasta los confines de
la irracionalidad para alcanzar la liberación de la mente. La consecuencia fue
un movimiento generador de imágenes sorprendentes que todavía hoy nos siguen
cautivando y despertándonos de la monotonía cotidiana.Casi cien años después el surrealismo
vuelve a inundar los museos y los medios de comunicación obligando a
preguntarnos si estos es mero fruto de una moda pasajera o si las condiciones
históricas nos colocan de nuevo ante la necesidad de un revulsivo mental y
social. Junto a la grandes exposiciones recién inauguradas en la Thyssen y en
la Fundación March, mas la de Dalí en el Reina Sofía, se celebran la de
Magritte en el MOMA de Nueva York, la de Leonora Carrington en el IMMA de
Dublín, la de mujeres del surrealismo en el LACMA de Los Ángeles o la de dibujos
en la Morgan neoyorquina. Un material asombros de lo que hace buen uso Carlos
del Amor en sus enjundiosos crónicas culturales para el Telediario en las que
el rizo del lenguaje se casa armónicamente con la material visual de estos
sueños hechos imagen. ¿Qué está pasando para que el surrealismo esté volviendo
con tanta fuerza? Vivimos un tiempo dominado por la palabra crisis, que atenaza
no solo nuestros bolsillos, también nuestro orden social y nuestros procesos
mentales. La realidad circundante nos duele y no encontramos salidas. Quizá
debamos volver, como propone el comisario de la exposición en el Museo Thyssen,
a navegar dentro de nuestros sueños para encontrar una verdad liberadora. En
ese pozo de nuestras verdades reprimidas, encontraremos dispersos los elementos
de lo cotidiano para volver a recomponer el puzzle de una nueva verdad que nos
haga mas libres. Javier Martín-Domínguez
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