Cuando el festival de la canción de Eurovisión parecía entonar su canto del cisne hace
poco mas de una década, un equipo de ejecutivos de televisión, en su mayoría
nórdicos, salió a su rescate y creó la formula actual. Se le dotó del mejor
escenario apoyado por lo último en técnica y diseño, introdujo el televoto,
implicó a la Europa del este y sobre todo modernizó las canciones y cantantes. Encabezaron el movimiento fundamentalmente
empresas y expertos suecos y daneses. El resultado está a la vista. Se ha
consagrado, deportes aparte, como el mayor acontecimiento musical y televisivo
del mundo, con los representantes nórdicos encabezando habitualmente la tabla.
Finlandia, Noruega, Suecia y ahora Dinamarca ya han probado las mieles del triunfo en este nuevo formato.
Seis primeros puestos en estos quince años. Los dos últimos países han ganado por partida doble. Tienen
una formula, y se lo toman en serio.
Tener una audiencia global de unos mil millones de espectadores no es
una asunto baladí como para no intentar colocar un producto musical y sacarle
rendimiento. Es rentable para cada
cadena emisora, para cada cantante y especialmente para la canción ganadora
convertida en una maquina generadora de divisas. El festival emitido
precisamente desde Suecia, ha vuelto a emparentar con el subidón de los tiempos
de Abba cuya popularidad persiste, y que llegó a generar un musical de Broadway
y una película, Mamma Mia, bien programada para la ocasión por TVE. La formula
mágica no es otra que tener una buena canción. Una canción para Europa, no para
el consumo del mercado local. Un gran interprete y una coreografía que marquen.
Lamentablemente España ha bailado a otro ritmo, confundiendo a los extranjeros
con una canción de aire celta, y una sosa actuación. Hay que marcar con diseño
español y una imagen clara.
Pasaron los días clásicos del Himno a la alegría, versión de Miguel
Ríos. Aquí es tiempo de blues.
Hemos pasado de los mas europeístas a engrosar el pelotón de euro-escépticos.
Solo el verbo medido y socarrón de Iñigo estuvieron a la altura.
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