26.1.13

SOBRE LEONORA CARRINGTON. Una entrevista a Javier Martin-Dominguez, por Joaquin Hernadez Hinojosa





  • Lo prometido es deuda. He aquí la primera parte de la entrevista exclusiva que Javier-Martín Domínguez, director y guionista del documental 'Leonora Carrington y el Juego Surrealista' tuvo la amabilidad de concederme. Espero sus comentarios. Mil Gracias, Javier !!!

    1.- Joaquín Hernández Hinojosa: Javier, estarás de acuerdo conmigo en cuanto a que Leonora Carrington, así como un Vincent Van Gogh o una Frida Kahlo, fue uno de esos personajes a quienes la gente identifica plenamente no sólo por su obra plástica, literaria o escultórica sino por haber tenido una vida ‘de película.’ ¿Cuál piensas fue la razón de que Leonora, famosa por su aversión hacia los medios de comunicación, haya accedido a participar en este ‘testamento audiovisual’ como tú tan bien has llamado a tu documental?

    Javier-Martín Domínguez -- Todo el mundo al que consulté calificaba a Leonora de secreta y huraña. Nadie me dio esperanzas para tener acceso a ella y para conseguir una amplia entrevista. Su dama de compañía, Yolanda, me dijo tras nuestro primer encuentro a dos y sin cámaras. “Ha tenido mucha suerte, porque a los diez minutos dice que le duele la cabeza, y se va escaleras arribas dejando plantado al entrevistador”. Leonora era muy celosa de su intimidad, temía ser agredida y no soportaba ni la conversación insulsa ni la arrogancia. Pienso que las claves de nuestro buen entendimiento estuvieron en tener una actitud suave, cariñosa y de respeto hacia su persona, un claro conocimiento de su obra y evitar ser pretencioso al encarar los temas artísticos, algo que Leonora detestaba. Se respiraba un aire de soledad en su casa de Chihuahua. Y Leonora agradecía la compañía. El entendimiento personal, más allá de las pretensiones de un rodaje o una entrevista, fue la clave de que nuestra conversación se prolongase durante diez días. Siempre en sus términos. A pesar de la edad era una mujer fuerte y con un control sobre todo lo que sucedía. Cuando llegas como intruso a la vida de otro no debes exigir, solo convertirte en un médium de sus gustos, deseos e intereses. Solo así puedes lograr finalmente una atmósfera de intimidad cómplice. Cuando pasas del interrogatorio a la conversación, es cuando el sujeto de la historia da lo mejor de sí. Al final, era la propia Leonora la que me animaba a volver con la excusa de tomar el té o salir a pasear por la Colonia Roma. Se olvidó finalmente de la cámara y todo el equipo se convirtió en una familia circunstancial, y Leonora vio que no sólo la respetaba, sino que la quería.
    Lo prometido es deuda. He aquí la primera parte de la entrevista exclusiva que Javier-Martín Domínguez, director y guionista del documental 'Leonora Carrington y el Juego Surrealista' tuvo la amabilidad de concederme. Espero sus comentarios. Mil Gracias, Javier !!!

1.- Joaquín Hernández Hinojosa: Javier, estarás de acuerdo conmigo en cuanto a que Leonora Carrington, así como un Vincent Van Gogh o una Frida Kahlo, fue uno de esos personajes a quienes la gente identifica plenamente no sólo por su obra plástica, literaria o escultórica sino por haber tenido una vida ‘de película.’ ¿Cuál piensas fue la razón de que Leonora, famosa por su aversión hacia los medios de comunicación, haya accedido a participar en este ‘testamento audiovisual’ como tú tan bien has llamado a tu documental?

Javier-Martín Domínguez -- Todo el mundo al que consulté calificaba a Leonora de secreta y huraña. Nadie me dio esperanzas para tener acceso a ella y para conseguir una amplia entrevista. Su dama de compañía, Yolanda, me dijo tras nuestro primer encuentro a dos y sin cámaras. “Ha tenido mucha suerte, porque a los diez minutos dice que le duele la cabeza, y se va escaleras arribas dejando plantado al entrevistador”. Leonora era muy celosa de su intimidad, temía ser agredida y no soportaba ni la conversación insulsa ni la arrogancia. Pienso que las claves de nuestro buen entendimiento estuvieron en tener una actitud suave, cariñosa y de respeto hacia su persona, un claro conocimiento de su obra y evitar ser pretencioso al encarar los temas artísticos, algo que Leonora detestaba. Se respiraba un aire de soledad en su casa de Chihuahua. Y Leonora agradecía la compañía. El entendimiento personal, más allá de las pretensiones de un rodaje o una entrevista, fue la clave de que nuestra conversación se prolongase durante diez días. Siempre en sus términos. A pesar de la edad era una mujer fuerte y con un control sobre todo lo que sucedía. Cuando llegas como intruso a la vida de otro no debes exigir, solo convertirte en un médium de sus gustos, deseos e intereses. Solo así puedes lograr finalmente una atmósfera de intimidad cómplice. Cuando pasas del interrogatorio a la conversación, es cuando el sujeto de la historia da lo mejor de sí. Al final, era la propia Leonora la que me animaba a volver con la excusa de tomar el té o salir a pasear por la Colonia Roma. Se olvidó finalmente de la cámara y todo el equipo se convirtió en una familia circunstancial, y Leonora vio que no sólo la respetaba, sino que la quería.
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    ‎2.- Joaquín Hernández Hinojosa: Sé que realizaste una investigación exhaustiva sobre la vida de Leonora Carrington como preparación para tu documental. Me gustaría que nos platicaras de qué manera cambió la imagen mental que previamente te habías forjado de ella una vez finalizado el rodaje.

    Javier-Martín Domínguez -- Tuvimos varias conversaciones telefónicas previas entre México y Madrid. Nos entendíamos, por lo que me sentí muy tranquilo a la hora de llamar a su puerta. La esperé en su salón y la vi aparecer poco a poco bajando las escaleras del piso superior. Entonces llegó la sorpresa. Porque a sus noventa años la Leonora que enamoró a Max y a Renato seguía desprendiendo un resplandor que provocaba hechizo. Lo mejor fue descubrir su sonrisa atractiva y coqueta. También descubrí que el ser español añadía un interés al visitante. Leonora tuvo su gran episodio vital en España, tanto en el Madrid de la postguerra como en el Santander del doctor Morales. Remedios Varo su gran amiga, Buñuel, su vecino José Horna, hasta su ginecólogo…. hubo muchos españoles rodeándola en su vida en México también y creo que eso nos facilitó mucho la conversación. Tuvimos una familiaridad inmediata. Olvidé de que tuviese noventa años, porque se condujo vitalmente como una persona sin edad. Pesaba más su espíritu que su cuerpo. Fue ella con su cariñosa complicidad la que me hacía olvidar que estaba junto a un monumento vital, con una biografía llena de peripecias y una obra artística descomunal. Todo lo estudiado palidecía ante la fuerza personal de aquella presencia, que te mantenía en el presente del tú a tú y no en la leyenda de la artista.
    2.- Joaquín Hernández Hinojosa: Sé que realizaste una investigación exhaustiva sobre la vida de Leonora Carrington como preparación para tu documental. Me gustaría que nos platicaras de qué manera cambió la imagen mental que previamente te habías forjado de ella una vez finalizado el rodaje.

Javier-Martín Domínguez -- Tuvimos varias conversaciones telefónicas previas entre México y Madrid. Nos entendíamos, por lo que me sentí muy tranquilo a la hora de llamar a su puerta. La esperé en su salón y la vi aparecer poco a poco bajando las escaleras del piso superior. Entonces llegó la sorpresa. Porque a sus noventa años la Leonora que enamoró a Max y a Renato seguía desprendiendo un resplandor que provocaba hechizo. Lo mejor fue descubrir su sonrisa atractiva y coqueta. También descubrí que el ser español añadía un interés al visitante. Leonora tuvo su gran episodio vital en España, tanto en el Madrid de la postguerra como en el Santander del doctor Morales. Remedios Varo su gran amiga, Buñuel, su vecino José Horna, hasta su ginecólogo…. hubo muchos españoles rodeándola en su vida en México también y creo que eso nos facilitó mucho la conversación. Tuvimos una familiaridad inmediata. Olvidé de que tuviese noventa años, porque se condujo vitalmente como una persona sin edad. Pesaba más su espíritu que su cuerpo. Fue ella con su cariñosa complicidad la que me hacía olvidar que estaba junto a un monumento vital, con una biografía llena de peripecias y una obra artística descomunal. Todo lo estudiado palidecía ante la fuerza personal de aquella presencia, que te mantenía en el presente del tú a tú y no en la leyenda de la artista.

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  • 3.- Joaquín Hernández Hinojosa: No he tenido el placer de ver tu documental, pero sé que has tratado de enfocar tu atención no tanto hacia la artista sino al ser humano detrás del personaje. ¿Crees haber llegado hasta donde te lo propusiste o hasta donde ella te lo permitió?

Javier-Martín Domínguez -- Tras nuestro primer encuentro, tan familiar y cercano, la aparición de “todos aquellos aparatos” de rodaje pusieron a Leonora inicialmente a la defensiva. El primer día de rodaje fue un calvario. Pero la conexión personal estaba hecha por ambas partes. Y con mucho celo y tranquilidad conseguimos que la conversación y el rodaje se prolongasen varios días. Yo pregunté todo lo que quise, siempre desde el respeto a quien te invita a su casa, eso sí. Un respeto también físico, para no forzar a una persona de elevada edad, evitando rodajes complejos aunque se resintiese la fotografía o los ángulos de cámara. Pero Leonora fue más lejos de lo que yo mismo esperaba. La entrevista no fue un recitado de episodios lejanos, sino que entró en los sentimientos personales de Leonora. Creo que ahí está la clave de la aportación de este documental. Más que una biografía al uso, es un retrato intimo y personal, con su casa como escenario. Un retrato en la intimidad.




    ‎3.- Joaquín Hernández Hinojosa: No he tenido el placer de ver tu documental, pero sé que has tratado de enfocar tu atención no tanto hacia la artista sino al ser humano detrás del personaje. ¿Crees haber llegado hasta donde te lo propusiste o hasta donde ella te lo permitió?

    Javier-Martín Domínguez -- Tras nuestro primer encuentro, tan familiar y cercano, la aparición de “todos aquellos aparatos” de rodaje pusieron a Leonora inicialmente a la defensiva. El primer día de rodaje fue un calvario. Pero la conexión personal estaba hecha por ambas partes. Y con mucho celo y tranquilidad conseguimos que la conversación y el rodaje se prolongasen varios días. Yo pregunté todo lo que quise, siempre desde el respeto a quien te invita a su casa, eso sí. Un respeto también físico, para no forzar a una persona de elevada edad, evitando rodajes complejos aunque se resintiese la fotografía o los ángulos de cámara. Pero Leonora fue más lejos de lo que yo mismo esperaba. La entrevista no fue un recitado de episodios lejanos, sino que entró en los sentimientos personales de Leonora. Creo que ahí está la clave de la aportación de este documental. Más que una biografía al uso, es un retrato intimo y personal, con su casa como escenario. Un retrato en la intimidad.




    • ‎4.- Joaquín Hernández Hinojosa: Hace un par de años tuve la oportunidad de platicar con Pablo Weisz, uno de sus hijos, y le planteé la posibilidad de que, al día que Leonora ya no estuviera entre nosotros, quizá convertir su casa de la Calle Chihuahua en la Colonia Roma en una especie de Museo. Me parece que a Pablo no le agradó mucho mi comentario, pues era como aceptar el hecho de que a Leonora no le quedaba mucho tiempo de vida. (De hecho, murió un mes después.) Javier, tú que entraste y saliste de este domicilio durante más de una semana, ¿sentiste que existiera una magia especial en él, que los objetos diseminados por la casa estuvieran imantados de su presencia o finalmente son ideas románticas mías y aquella casa es tan común y tan corriente como la de cualquier otra persona?

      Javier-Martín Domínguez -- La casa de Leonora en la calle Chihuahua de la colonia Roma es un edificio racionalista y funcional levantado en tres plantas, cuyas habitaciones se asoman a un patio interior en el que ha crecido una hermosa jacaranda plantada por ella misma. Hay un largo pasillo tras la puerta de entrada que desemboca en la zona de estar favorita de Leonora, donde se sentaba a platicar ante una imponente mesa de madera. Tenía dos estudios de pintura. En la primera planta, junto a los dormitorios, y en el piso superior al que se accedía por una escalera metálica de caracol, donde guardaba celosamente el último cuadro que pintó y que me enseñó como un tesoro en aquella visita. No sé el destino que le dará al inmueble su hijo Pablo, médico y también pintor, que ha heredado la propiedad. Sin duda sería una gran casa museo. Estaba repleta de sus últimas esculturas, seres antropomórficos que acompañaban en silencio a la última Leonora. De sus paredes colgaban unos bellísimos tapices y varios cuadros, desde La giganta a La espiral. La simplicidad de la estructura arquitectónica hacia del espacio un lugar ideal para los complejos seres que creaba Leonora con su arte.
      4.- Joaquín Hernández Hinojosa: Hace un par de años tuve la oportunidad de platicar con Pablo Weisz, uno de sus hijos, y le planteé la posibilidad de que, al día que Leonora ya no estuviera entre nosotros, quizá convertir su casa de la Calle Chihuahua en la Colonia Roma en una especie de Museo. Me parece que a Pablo no le agradó mucho mi comentario, pues era como aceptar el hecho de que a Leonora no le quedaba mucho tiempo de vida. (De hecho, murió un mes después.) Javier, tú que entraste y saliste de este domicilio durante más de una semana, ¿sentiste que existiera una magia especial en él, que los objetos diseminados por la casa estuvieran imantados de su presencia o finalmente son ideas románticas mías y aquella casa es tan común y tan corriente como la de cualquier otra persona?

Javier-Martín Domínguez -- La casa de Leonora en la calle Chihuahua de la colonia Roma es un edificio racionalista y funcional levantado en tres plantas, cuyas habitaciones se asoman a un patio interior en el que ha crecido una hermosa jacaranda plantada por ella misma. Hay un largo pasillo tras la puerta de entrada que desemboca en la zona de estar favorita de Leonora, donde se sentaba a platicar ante una imponente mesa de madera. Tenía dos estudios de pintura. En la primera planta, junto a los dormitorios, y en el piso superior al que se accedía por una escalera metálica de caracol, donde guardaba celosamente el último cuadro que pintó y que me enseñó como un tesoro en aquella visita. No sé el destino que le dará al inmueble su hijo Pablo, médico y también pintor, que ha heredado la propiedad. Sin duda sería una gran casa museo. Estaba repleta de sus últimas esculturas, seres antropomórficos que acompañaban en silencio a la última Leonora. De sus paredes colgaban unos bellísimos tapices y varios cuadros, desde La giganta a La espiral. La simplicidad de la estructura arquitectónica hacia del espacio un lugar ideal para los complejos seres que creaba Leonora con su arte.
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