23.1.13

SINDROME DE CICLISTA.


Aceptar la culpa o el error ante el gran ojo público, ante la televisión, es un acontecimiento tan excepcional que produce una expectativa inusitada. Incluso mundial, como en el caso del otrora héroe planetario, el ciclista Lance Amrstrong. La entrevista con Oprah fue precalentada con una campaña de marketing sin precedentes. Lo mejor fue que cumplió la expectativa. El interrogatorio fue claro y directo. La reina de la televisión americana iniciaba sus preguntas con un dilema sin escapatoria. Un  “si o no”  precedía a las cuestiones claves que le planteaba al ciclista tramposo. Lo increíble es que Lance hizo alarde de sinceridad y confesó sus culpas una por una. Recuerdo el interrogatorio similar, basado en el confirme o desmienta, al que sometió Dan Rather a George Bush padre que, como buen político, se fue por las ramas. El presentador de CBS le dejó con la palabra en la boca. En España ni tenemos periodistas tan incisivos, ni los entrevistados hablan a las claras. Al acabar el partido, el hombre del micro hace a los futbolistas preguntas que no son tales, sino meras enunciaciones para que el millonario del balón diga lo que le plazca sin sentirse acorralado. 

Los políticos esquivan las cuestiones parapetados en un lenguaje alambicado falto de concreción.  Ante el reguero de corrupción, solo oímos medias verdades, declaraciones tibias o dilaciones hasta el momento de jurar la verdad en los tribunales.  Muchas declaraciones, pero ninguna confesión. Política y ciclismo parecen ramas de la misma actividad. Si dejas de pedalear te caes. Una vez subido al poder no puedes dejarlo. Y se evita cualquier declaración contundente para dejar abierto un portillo a la matización o la rectificación. El arte del equilibrio para no caerse del sillín. Hay muchas tertulias televisadas para poner en solfa las conductas de los políticos, pero ellos siempre están ausentes. Solo hemos visto singularmente al rey pedir perdón por el asunto de la cacería. El resto hacen mutis sin un sentido del honor que les conduciría al harakiri o a caerse finalmente de la bicicleta.

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