29.8.12

ESPEJO LUNAR, BLACK MIRROR



Con tanto héroe animado de papel y celuloide, casi resulta increíble recordar la verdadera hazaña de Armstrong pisando la luna, que congregó a todo el planeta ante el televisor para contemplar que el viaje mas soñado era real. Había que restregarse los ojos a aquella hora intempestiva para dar crédito a lo que estabas viendo, en aquel blanco y negro, contrastado y roto, que hacia crecer la fragilidad de los héroes. Hasta hubo quien no se lo creyó, pensando en que era una fabula tecnológica para adelantar a los rusos en la carrera competitiva que era la guerra fría. De no haber sucedido, pero siendo posible, hubiese sido un gran argumento en manos del guionista británico Charlie Brooker que firma los episodios de la mini serie Black mirror estrenada ahora en España. Cuando un nuevo artefacto irrumpe en el cotidiano de una sociedad, el cambio de sus usos, costumbres y hasta de filosofía está asegurado.  Nos pasamos ahora el día mirando y  siendo mirados por pantallas, por esos “espejos negros” que están conformado otro tipo  de vida y de cultura. Los episodios de la serie, emitidos juntos y a deshora, irradian muchas emociones, del cinismo a la ternura, contando historias ligadas al uso de los medios y su influencia en la vida privada. Sería una lástima que Espejo Negro pase inadvertida en un momento de necesidad critica sobre la influencia del mundo multi-pantalla en nuestro cotidiano. Lo importante no fue ver como el Eagle y Armstrong dejaban su huella en la luna, sino que la capacidad tecnológica de verlo y asimilarlo han permitido que como Humanidad afrontemos nuevos retos en la conquista del espacio y en reconocer la pequeña dimensión del plante azul. Desde aquel día del 69 en que hicimos real la luna soñada, el mundo no ha vuelto a ser el mismo. Llegados a la nueva Itaca, desde los sesenta estamos transitando una odisea mental y social, la de la sociedad digital que se mira en un espejo negro. Lastima que la televisión, salvo en estas contadas excepciones, siga jugando a hacerse la caja tonta, cuando debería ser espejo de la nueva sociedad.



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