31.8.11

EL NOMBRE DEL VIENTO. Verano 11



Aunque no se deje ver, sabemos el nombre del viento. O le identificamos a nuestro gusto para poder seguir su rastro y constatar sus acciones. Hay vientos que se repiten y a los que tenemos cogida la medida. Sopla la Tramontana por la costa norte menorquina o silva el Levante  removiendo las  arenas gaditanas.  Nadie como los marinos para manejar el amplio catalogo de aires sueltos, desde el mistral al gregal, los alisios o el poniente. Pero son los meteorólogos los que tienen el privilegio de bautizar a los nuevos. Cuando llega la temporada de los mas fuertes, la de huracanes, la Organización Meteorológica Mundial tira de catalogo y da nombre a esos vendavales de gran potencia. El Centro de Huracanes de Florida rastrea las condiciones y va determinando donde se sitúa el ojo del huracán y nos lo muestra en gráficos coloreados que dan la vuelta al mundo en cada televisor. Los cámaras se juegan la vida por ofrecer las alertas y para enseñar finalmente los destrozos. Irene se ha convertido en personaje mundial, como ante lo fue Katrina. Los huracanes mas activos y dañinos pasan a la historia porque su nombre ya no volverá a ser utilizado para nombrar otra tormenta similar. Irene ha tenido la desfachatez de enfrentarse a Nueva York y su fama ha subido muchos enteros. En los ochenta, fue el huracán Gloria el que amenazó la ciudad de los rascacielos y hasta al avión presidencial español. Estaba Felipe Gonzalez en la Asamblea General de Naciones Unidas y a pesar del aviso de huracán, el avión de la Fuerza Aérea española voló al encuentro de los vientos viajando hacia Washington por una cita ineludible con Reagan. Los periodistas que le seguíamos vivimos uno de los vuelos mas movidos que recordamos, con el entonces jefe de la Oficina de Información Diplomática, Chencho Arias, volando entre los asientos. Es un aviso para navegantes que no de pueden jugar con los vientos. Cambian de nombre los mas osados, saliendo por fin de su invisibilidad, haciendo carne de noticia y metiéndonos el miedo en el cuerpo. Cambia de nombres, pero el viento permanece.

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