El
desarrollo tecnológico nos ha convertido en amantes o esclavos del instante. La
gloria es para la velocidad. En 1909,
el ilusionado Filippo
Tommaso Marinetti escribe en su
Manifiesto Futurista que ”el mundo se ha enriquecido con una nueva belleza, la
de la velocidad. Un coche de carreras es mas bello que la Victoria de
Samotracia”. Quizá fuese comprensible tal exaltación hace mas de cien años
cuando descubrieron que el motor iba mas rápido que el caballo. Pero tal
fetichismo no nos ha abandonado todavía, a pesar del reconocimiento de que
nuestro alter-ego contemporáneo,
el automóvil, contamina, depreda el espacio urbano y hasta nos enerva. Con todo, la velocidad de coches y
motos domina nuestras pantallas con las televisiones luchando por detentar sus
derechos y mantener absorta a la audiencia. Fin de semana tras fin de semana
los motores rugen y los espectadores calientan el asiento mientras vuelan por
los circuitos. En un escenario claramente esquizofrénico, nada mas acabar la
retransmisión empiezan las
noticias y repiten la letanía de la prudencia al volante, el limite de
velocidad y los muertos que ya se ha tragado la carretera. Este juego macabro
de la doble velocidad, parece insertarse en la prédica sobre el pecado. De
tanto prohibir, parece que gusta el sexo. Sucede lo mismo con la velocidad. Ora
te aviso o te multo, ora te animo a ser el mas rápido. El alocado Marinetti
llegó a escribir en el manifiesto: “Queremos ensalzar al hombre que lleva el
volante, cuya lanza atraviesa la tierra, lanzada también ella a la carrera,
sobre el circuito de su órbita”.
No parece que estén los tiempos para tales exageraciones poéticas. El
coche está en retroceso. Especialmente el “coche oficial” claro objeto de deseo
durante aquel franquismo en el que vestían banderín, y ahora blanco perfecto de la crítica al despilfarro político.
Menos coches y menos gastos en compra de derechos por las televisiones
publicas de supuestas exhibiciones
deportivas sobre ruedas. Ello nos llevaría a un presupuesto mas racional y un
país menos fuera de órbita.
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