BERLANGA. LA SONRISA DEL EMPERADOR

“Luis nunca nos ha fallado”. Lo dice, en sus memorias cinematográficas, Nieves Arrazola, viuda del gran productor- incluida Viridiana –Ricardo Muñoz Suay. “Venia por casa y le preguntaba, ¿Qué haces aquí?. Por si pasa algo….”. Ahora que le llenamos de elogios fílmicos, vale la pena recordar la personalidad del caballero Luis Garcia Berlanga, que ni en los momentos difíciles olvidaba las necesidades de los amigos, ni perdía la sonrisa. No se le heló el alma cuando acudió a Rusia como miembro de la División Azul para redimir a su familia en la postguerra. Ni se le borró el humor en el franquismo, sorteando con guiones magistrales a la censura. Su ahijada Berta Muñoz Suay subió al escenario con su hermana Ana en la clausura del Festival de cine europeo de Sevilla para decir que le había enseñado a superar los problemas de la vida recurriendo al humor. Fue un regalo para ella y para todos los españoles que con Mr. Marshall primero y el Marqués de Leguineche después, nos permitió mirar a los mas hondo de nuestro abismo nacional sin perder la esperanza gracias a la sonrisa. Es, como su propio título, Patrimonio Nacional, porque ni el cine español, ni la Historia de España (así, en mayúsculas) serían igual de interesantes si su sagacidad y exquisitez no hubieran estado a su servicio. Cuando sus películas de ven de nuevo, esporádicamente, en la televisión las contemplamos como verdaderos episodios nacionales. El olor a naftalina no se ha adueñado  de ellas, quizá porque todo sigue igual. Los recientes amores políticos por Bush u Obama nos retrotraen al “americanos, os recibimos con alegría” y su último título, con un “Todos a la cárcel” parecía un adelanto sobre la corrupta pasión por el dinero que emponzoña nuestra política.  Es necesaria una reposición de su obra completa en las noches de nuestra televisión, que ha perdido el norte, y Don Luis puede ayudar con sus historias a que encuentre el camino sin perderse en Tombuctú.