La generación nacida con las pantallas de televisión extraplanas y panorámicas y con el cine en 3D pensará que no existió un mundo de tecnologías más precarias. Al igual que sus padres creían que no existió la tele en blanco y negro. Hacer un poco de historia no es mero inventario. Algunas de las máquinas precedentes informan de los saltos hacia el futuro, como pasa con las fotos estereoscópicas de nuestros abuelos que son la base de la visión en tres dimensiones. La que tanto encandila al público que vuelve a los cines.
Una revisión impagable de estos cambios se puede contemplar estos días en el CAAC (Centro Andaluz de Arte Contemporáneo) en Sevilla, gracias al último montaje organizado por su visionario director, José Lebrero, antes de dar el salto a la dirección del Museo Picasso de Málaga. Su título no engaña, Máquinas de mirar.
Sirven para ver cosas y son dignas de verse. Artefactos que han ido cambiando nuestra percepción de cómo atrapar el mundo, y que han cambiado nuestra relación con él. Quién no ha preferido grabar la puesta de sol con su cámara, antes que extasiarse en su mera contemplación natural.
Las distintas propuestas han ido marcando el lenguaje sobre el que construimos las historias en vídeo o en cine. La exposición muestra también esta fase evolutiva a través de los trabajos de algunos de los más destacados artistas visuales del momento.
Mención especial merece la reina del género, Pipilotti Rist, que nos ofrece un mundo alegre y lleno de colores, con una deriva hacia lo actual y positivo frente a la habitual jerga conceptual y escueta del vídeo-arte. Pipillotti va a estar en Sevilla por partida doble, con su asistencia al ya próximo Festival de Cine Europeo, con su primer largo, Pepperminta. Avanzados del lenguaje audiovisual, los artistas, como los dispositivos ópticos, van alterando y cambiando el abecedario de la imagen, para descubrirnos nuevas posibilidades de ver el mundo y contarlo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario