Alvaro Longoria, Javier Martin-Dominguez y Fernando de Haro, en la presentación de Aleluya, en la Fundacion Rafael del Pino.
Vivimos un tiempo convulso.
La ilusión tecnológica del progreso, en
un mundo cada vez mas desarrollado, está
saltando, hecha añicos, en muchas partes del planeta.
Hasta en las reservas del confort
hablamos continuamente de crisis. Y asistimos atónitos de vez en cuando a
estallidos de violencia que creíamos eran cosa del pasado.
Lo ultimo que debemos hacer ante tales
situaciones es cerrar los ojos o mirar para otro lado. Debemos conocer, debemos
ver que esta sucediendo, buscar las raíces de la violencia, saber con detalle
la base de los problemas para poder ejercer nuestra responsabilidad y actuar.
Pero en muchas ocasiones las crudas
verdades de las guerras y matanzas se quedan en un mero titular, en un minuto
de telediario emparedado entre anuncios. La memorable frase del senador Hiran Johson “la primera baja -cuando llega
la guerra- es la verdad” es una declaración que mueve a los periodistas a
movilizarse para que su testimonio del dolor o del horror nos sirva a los ciudadanos
para ser conscientes de lo que de verdad sucede.
Entre estos periodistas con conciencia
está Fernando de Haro, que ha hecho de su profesión una misión clara, de
riesgo, para desenmascarar el horror que viven muchos ciudadanos en zonas de
conflicto. Con sus documentales, en Egipto, en Siria y ahora en Nigeria, nos
consigue trasladar a lugares que no por lejanos deben ser distantes de nuestro
interés: el de defender la libertad y la convivencia.
Los conflictos de raíz o de expresión
religiosa son especialmente dolorosos. Entendíamos las guerras de religión como
una historia del pasado, cuando la humanidad no había conquistado otras
fronteras del conocimiento y el entendimiento. Pero este tipo de conflictos se
ha recrudecido de forma trágica en muchos lugares.
Es el caso de la Nigeria de Boko Haram,
con sus secuestros, asesinatos, quema de iglesias,…formas de ejercer el terror
que nos dejan estupefactos.
En Aleluya, Fernando y su equipo de
rodaje nos plantan allí cara a cara con los que han sufrido y sufren una
violencia descarnada. Palpamos su dolor. Pero tambien su determinación y su
esperanza en que los valores del amor y la espiritualidad reinaran por encima
de la discriminación y la sinrazón.
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