DOLOR EN CHAVACANO
Javier Martín-Domínguez
Hay que llorar por Filipinas con la intensidad de un tifón.
Las imágenes de las televisiones muestran una amasijo de elementos no
identificable, un puzzle cuyo único nexo común es el dolor que generan, en vivo
y en la distancia. No podemos olvidar esta tragedia con una nación hermana, de
la que fuimos los últimos colonizadores en irnos y los primeros en olvidarnos
de todo lo que nos une. No solo quedan apellidos españoles en Filipinas, sino
una cultura y tradición compartidas. Viaje hace años a Zamboaga del Sur, la
capital sureña de Mindanao, para escuchar de primera mano hablar a la gente en
chavacano. Esta especie de dialecto del antiguo castellano, con una gramática
escasa y una fonética cercana, aun pervive entre una población que vive frente
a playas de rosáceas arenas coralinas, pero con la amenaza del independentista
Frente Moro de Liberación. Una guerrilla que ha dado mas de un disgusto a
turistas poco precavidos. En aquella ocasión, una descendiente de españoles nos
mandó de visita a una isla cercana colocándonos un guardaespaldas con
metralleta a bordo. Filipinas fue la gran base española en Asia y aun puede ser
nuestra mejor ligazón. Lo lamentable es que desde los zapatos de Imelda Marcos
y el relevo de Cory Aquino apenas nos enteramos, ni interesamos por lo
filipino. Las televisiones deberían sumarse al interés internacional que ha
despertado su cine de en los últimos años. Desde Brillante Mendoza, galardonado
como mejor director en Cannes, a las películas de larga duración de Lav
Diaz, el nuevo cine filipino
sorprende por sus contenidos pegados a la vida y sus formas narrativas
diferenciadas. La tragedia seguirá asomándose a nuestras salones unos días mas.
Pero la atención no puede ser efímera. Filipinas debe permanecer en la memoria
activa de España. El español que aun se habla entre la clase alta de Manila y
ese derivado popular llamado chabacano deben potenciarse. Hay todavía 600.000
hablantes de esta lengua, que cuenta incluso con emisiones de radio y
televisión. En tagalo, español o chavacano, compartimos hoy el dolor.
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