Con cierta pertinencia, aunque me figuro que exenta de mayor
intencionalidad, Versión Española recuperó en La 2 un documental que hizo
historia y se consagró entre lo
mas interesante del genero: El desencanto,
de Jaime Chávarri, producido por Elias Querejeta. Escribió Jorge
Semprún que era uno de los alegatos “mas amargos y despiadados contra la
familia española: católica, patriarcal, autoritaria y monoándrica”. Fallecido
el poeta Leopoldo Panero, sus tres hijos y la viuda Felicidad Blanc desnudaban
ante la cámara sus vidas una vez librados de la represión patriarcal. Todos nos
habíamos quedado sin padre político con el fin del franquismo, y la película
tuvo una lectura generacional. Deshechos por la represión y vivaces ante la
libertad, nos sentíamos un poco paneros exorcizando los demonios del pasado para rescatar nuestro verdadero
yo.
Estrenada en el 76, su título volvió a ser emblemático cuando empezó a
cundir un cierto desanimo ante el ralentí de la Transición o porque el sueño de
la libertad había creado ilusiones inaccesibles. Instalados hoy en un nuevo
desencanto, azuzado por la crisis y la corrupción, alguno describiría la
situación actual como “Un sarcástico menosprecio de España en su conjunto, con
la excepción de cada una de sus prodigiosas regiones. Un limitado desdén hacia
los que han realizado y presidido esa transformación, considerados como
“reaccionarios”, mediocres y con frecuencia deficientes mentales. Un desencanto
sin atenuantes de la democracia, la Monarquía, las elecciones, el sistema
parlamentario, la libertad de prensa y expresión, los derechos civiles y
políticos, las autonomías conforme a la ley, con una reserva de estimación y
respeto para las que se «exigen» con violencia y menosprecio de las Cortes
soberanas, cuya función es definirlas y legislarlas; y por supuesto un
escepticismo absoluto respecto a las posibilidades históricas de España”.
¿Suena a tertulia o comentario de actualidad? Pues lo describía Julián Marías, en uno de sus artículos, cuando
corría el año 79 bajo el título Legitimidad y desencanto. Exagerados o inconformistas, nos repetimos como país mas de lo que parece. Solo con un par de años, ya estábamos disconformes con la emocracuia. Y treinta despues, trinamos por lo mismo. De desencanto en desencanto, y vuelta a empezar
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