Los viejos del lugar tratan de ahuyentar la melancolía con
un poco de tele y un juego de cartas. No hay mejor formula de jugar al
escapismo y quizá por eso tengan tanto tirón los concursos televisivos. Estamos
en pleno aniversario del Un, dos, tres
de Chicho, el concurso de concursos, aunque no el único que ha triunfado hasta
el punto de ser parte de la sociología patria. Saber y ganar sigue en antena, El tiempo es oro marcó toda una época, y otro como El
precio justo abrió las puertas de la tele y
del país al capitalismo a las claras. La nueva propuesta encabezada por uno de
los insustituibles en el genero, Ramón García, se titula ¿Conoces
España? y parece destinada tanto a
vertebrar este país siempre a punto de descoyuntarse, como a tomarse con un poco de relajo el estado de
crisis permanente en el que nos hemos instalados.
También lleva tiempo asomándose a las madrugadas el poker en
directo. Aunque nuestro juego nacional- que necesita una retransmisión
específica –siga siendo el mus, ejemplo mas palmario de este país de señas y
trampas. Los concursos son cada vez mas relevantes dentro del campo de los
nuevos formatos, que necesitan interactividad con la audiencia ahora que la
televisión pierde comba frente a Internet, en la que la relación de emisor receptor es mucho mas activa y directa.
Están nuestros políticos mesetarios y catalanes echando los dados en busca del
mana económico de Eurovegas pensando que el dinero florecerá a contrapelo de la
crisis del mismo modo que crece en la desértica Nevada. “A jugar”, como decía
la emblemática frase de Joaquín Prats, para distraernos, y para recuperarnos de
la maltrecha economía. El juego
español que nos ofrece la tele pesca demasiado en lo ya conocido, en la España
mas común. Debería contar con mas preguntas sobre esta España berlanguiana,
como los nombres de los mas corruptos o dilapidadores o sobre los lugares mas
castigados por el ladrillo. Sería una buena formula para actualizar el juego de
la oca: del laberinto al treinta, que los malos caigan en la prisión, y tiro
porque me toca…
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