22.10.10

MARIO VARGAS LLOSA. SILLON L Y NOBEL

Dos vecinos de frontera se han adueñado de las noticias televisivas en todo el mundo. No es muy común que Perú y Chile- unidos por donde ahogan en su interioridad a Bolivia –sean protagonistas. Pero entre los que pican en la mina y  los que se sumergen en las palabras, han dejado a todos boquiabiertos por su odisea en el viaje al fondo de la tierra y por la conquista del Nobel. La primera es una hazaña digna de ser contada o inventada por el segundo. Quien sabe si lo hará. Nacido cerca de esa frontera, en la blanca Arequipa, este “español de Perú”  ha demostrado en el tajo de las palabras la constancia y profundidad de los mineros. “Yo trabajo de una manera muy disciplinada, trabajo todos los días con un horario bastante estricto. La experiencia me ha enseñado que es la única manera de que yo acabe un libro, trabajando con asiduidad”. Nos lo confesaba en el rodaje de La última palabra, el documental que recogía todo el proceso de su elección para el sillón “ L”  de la Real Academia Española, otro peldaño antes de la consagración por la Academia sueca.
En aquella peripecia se cruzó por los salones del edificio de la calle Felipe IV con su predecesor de honores Camilo José Cela, bajo la mirada del gran renovador de la institución Fernando  Lázaro Carreter. El y Victor García de la Concha nos abrieron de par en par el palacete de las palabras para que la institución fuese radiografiada por la cámara en su salto a lo digital. Todos eran conscientes de que el español volaba alto en este gran viaje hacía el futuro. Lo consagra ahora el Nobel, pero son ellos y los millones de hablantes los que le hacen pervivir, e ir a mas, en la conversación cotidiana, en los libros y sobre toso a través de internet y la televisión. Apostillaba el académico que “quizá el hecho más interesante es que este proceso de expansión del español ha surgido espontáneamente y no a consecuencias de una política o una promoción económica que   hayan llevado a cabo los gobiernos de los países. Para mi este hecho es una garantía de perennidad”. La noticia del Nobel, y de los mineros, lo dejan claro.

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