30.8.10
LUNA ELECTRICA. verano 2010
Con esta luna llena de agosto en su momento de máximo esplendor, cuesta creer la nueva verdad científica que afirma que nuestro satélite se ha encogido, perdiendo cien metros de radio en los últimos mil millones de años. Parece brillar tanto o más que nunca, dejando un manto de plata sobre el mar. Lejos de la contaminación lumínica de las ciudades, el veraneo en la costa permite la absorta contemplación de estos cautivadores fenómenos naturales, que dejan tan chica a la pequeña pantalla de nuestras noches invernales. En 1965, el padre del videoarte, Nam June Paik, tituló una de sus piezas “Moon is the oldest tv” (La luna es la televisión mas antigua). McLuham la llamó la “novia electrónica”. La gran diferencia es que la caja de las imágenes sin fin engulle lo mismo que muestra, mientras que con la luna nuestro ojo busca sin cesar más cráteres, el contorno del mar de la Tranquilidad o los secretos de su cara oculta. Pese a sus millones de años, la humanidad siempre busca en ella un nuevo sueño que nos convierte en poetas. La luna electrónica nos pega en cambio al “realismo más realista” y nos conduce al encefalograma plano de la consolación con lo repetido y trivial.
Recuerdo los veranos mallorquines en Deyá, con el pintor Matti Klarweim poniendole banda sonora de tambores primitivos a la noche de luna llena agosteña, o las campanas de Llorenç Barber en concierto de homenaje a la luna completa de septiembre por tierras de Toledo. Ni el reclamo de los goles en directo del Barça puede competir con estas experiencias telúricas de arte y naturaleza. Redonda o cuadrada, reflejo solar o haz electrónico, es cierto que ambas nos hipnotizan. Con la pantalla desenchufada en honor al verano, la luna manda. Lo ha hecho desde siempre sobre las mareas, y reina en la mente de los poetas. Miras al firmamento, donde brillan como dicen mis hijos los ojos de los abuelos, y el viaje a la luna se hace fantasioso y largo, muy largo…lleno de ilusiones y avatares imaginados, que uno espera que no acaben nunca, para disfrutar una noche a la que solo le sobra la luz eléctrica
18.8.10
DEPREDADORES ENERGETICOS
Desde que la humanidad empezó a calentar la caverna y a dar uso a la parrilla, el hombre se ha definido como un claro e insaciable depredador de energía. Primero talamos los bosques, luego llenamos la atmósfera de humos residuales y ahora estamos notando el calentamiento del planeta a base de devorar petróleo y contaminar el medio ambiente. Las imágenes del mar ennegrecido por la plataforma reventada en el Golfo de México nos han puesto de nuevo en máxima alerta sobre la glotonería energética. Las vacaciones estivales, con un retorno a la naturaleza, son como un mero brindis al sol. Volvemos el cuerpo hacia los recursos naturales y simbólicamente apagamos la tele en agosto. No es seguramente el electrodoméstico que mas consume, pero si el mas identificable en nuestra dependencia socio-energética. Nos entregamos a la vista del paisaje y a la cadencia de las olas, abandonando a la televisión que deja su curva de audiencia tan plana como una tabla. Solo las noticias, como reflejo de ese mundo en crisis y disminución, mantienen su lógica de atención televisiva en el verano. El resto es mera reposición o suma de retales de temporada, con la relevante excepción de la emisión de Los Tudor, acción, historia y sexo, con calidad británica.
El sueño de verano del consumo limitado solo durará este escaso tiempo canicular. La emisión del primer partido de la final de finales futbolísticas ya es un primer aviso de que todo volverá a su sitio. Nos consolaremos en las ciudades de la perdida del campo con el verde digital de los estadios, y todo volverá a ser como era. Seremos de nuevo lagartos de butaca devorando energía y encontrando vano consuelo en los mensajes conservacionistas de algún documental. O quizá podamos soñar con un escenario utópico de “verano televisivo permanente”, con un consumo bajo y autolimitado,. ¿Se atreverán los políticos, tan dados a tirar de decreto para cambiar costumbres, a limitarnos el consumo de televisión?. Ahorraríamos energía, cuidaríamos la naturaleza y a lo mejor se nos olvidaría hasta el nombre de a quien votar
El sueño de verano del consumo limitado solo durará este escaso tiempo canicular. La emisión del primer partido de la final de finales futbolísticas ya es un primer aviso de que todo volverá a su sitio. Nos consolaremos en las ciudades de la perdida del campo con el verde digital de los estadios, y todo volverá a ser como era. Seremos de nuevo lagartos de butaca devorando energía y encontrando vano consuelo en los mensajes conservacionistas de algún documental. O quizá podamos soñar con un escenario utópico de “verano televisivo permanente”, con un consumo bajo y autolimitado,. ¿Se atreverán los políticos, tan dados a tirar de decreto para cambiar costumbres, a limitarnos el consumo de televisión?. Ahorraríamos energía, cuidaríamos la naturaleza y a lo mejor se nos olvidaría hasta el nombre de a quien votar
10.8.10
ESPONJA Y LAS BIKINI. Verano 2010
Cada temporada televisiva genera sus “mitos contemporáneos temporales”. Siempre hay un camino de ida y vuelta en su creación. La pantalla se alimenta de “lo que pasa” por delante y la sociedad tira hacia fuera de los personajes que viven en ella. Los que mas triunfan suelen ser caracteres imposibles. Los mas dúctiles son los dibujos animados, iconos con multiplicidad de extensiones. Se produce el trasunto de la mitificación, desde la pantalla a nuestras vidas, y los incorporamos al imaginario colectivo. En un tiempo fueron Chin-Chang o los Simpson los que se convirtieron en pegatina, camiseta o efigie para flotador. Este verano nuestro personaje hay que buscarlo “debajo del agua, en el fondo del mar”. Mas en concreto entre las nuevas criaturas que pululan en los bajos de las islas Bikini en su era postnuclear. Es tan amarillo como Simpson, pero tiene una cara que creíamos imposible para triunfar, la de una esponja. Durante largo tiempo se creyó que eran meras plantas, pero pertenecen al reino animal, con poco cerebro, simples y dúctiles como el propio Bob Esponja. Cocinero en la cangreburguer de Bikini, cuando el jefe anuncia que empezarán a trabajar una hora antes, Bob se ofrece para currar más. Es el empleado perfecto para estos tiempos de paro y crisis, que ama el trabajo por si mismo y no da ninguna importancia al dinero, que siempre le sobra para sus amigos Calamardo, Gary y Patricio. Aparece como una contra-imagen capitalista, que nos hace felices y confiados frente a los tiempos que corren. Aupado como amigo mítico a los manguitos de los niños que aprende los secretos del agua, seguro que Bob Esponja ha ayudado a que la UNESCO se acuerde de preservar el atolón de los ensayos nucleares. Dada la numerosa fauna playera, siempre es difícil elegir al icono mas sobresaliente de este reino de caracteres imposibles que conviven entre medias de las olas y la pantalla digital. Pero esta temporada el rey de la playa- y del fondo del mar -es Bob Esponja y las Bikini, con permiso de la competencia real de Michelle Obama y la fauna de Marbella
3.8.10
TOREROS. Exiliados sin luces
Cuando la televisión de los sesenta empezó a 'dar corridas', en los pueblos se paraba la labor o el ordeño de las vacas, y el vecindario se arremolinaba ante el televisor único de la cadena única. Entre los mayores, el fervor por el toreo era manifiesto. Se vivían los olés como en la plaza. El blanco y negro estilizaba aún mas al estirado El Viti, mientras marcaba las curvas de Antonio Bienvenida. El directo era el mejor ruedo para El Cordobés, con los saltos de la rana y su tremendismo pop. Eran toreros de talla que reinaban en el imaginario colectivo, y eran referencia para los novilleros de pequeñas plazas.
Contra lo previsto, la algarabía cañí de los ochenta revitalizó la copla y metió al torero en un mundo de brillos, con retransmisiones habituales de corridas. Seguro que mermaron algo la afición por el espectáculo en vivo. Pero las figuras volvieron como antaño a ocupar todos los terrenos. Luego llegó el Plus a meterse tan cerca de la faena y del hocico del toro, que no se podía aguantar. Tenía que ser ahora, cuando el prohibicionismo tenía que llegar. Justo cuando la tauromaquia vuelve a tener epicentro, con un torero de casta que aguanta la cercanía del bicho y hasta se unta en su sangre. La era de José Tomás. Faenas para la historia, para el vídeo inolvidable, para el arte, para la película de la hora de la verdad. De Manolete a Tomás. De Goya a Picasso.
Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Vivirá el toro y morirán los toreros? Los que juegan a la muerte cada tarde, los que se plantan ante el último animal salvaje que nos queda, los toreros del rito, ¿serán exiliados sin luces? ¿Se extinguirán? Quizá en esos paraísos de la realidad diseñada, de donde los acaban de expulsar, terminen usándolos como protagonistas de videojuego, convertidos en mero personaje virtual. Eso debe ser la modernidad. Ahora que podíamos soñar hasta con corridas en 3D, tendremos que consolarnos con una rendición virtual. Ahí se van los toreros. Y preguntas ¿por quién doblan las campanas?. Lloran por ti, que no sabes torear.
Contra lo previsto, la algarabía cañí de los ochenta revitalizó la copla y metió al torero en un mundo de brillos, con retransmisiones habituales de corridas. Seguro que mermaron algo la afición por el espectáculo en vivo. Pero las figuras volvieron como antaño a ocupar todos los terrenos. Luego llegó el Plus a meterse tan cerca de la faena y del hocico del toro, que no se podía aguantar. Tenía que ser ahora, cuando el prohibicionismo tenía que llegar. Justo cuando la tauromaquia vuelve a tener epicentro, con un torero de casta que aguanta la cercanía del bicho y hasta se unta en su sangre. La era de José Tomás. Faenas para la historia, para el vídeo inolvidable, para el arte, para la película de la hora de la verdad. De Manolete a Tomás. De Goya a Picasso.
Y ahora, ¿qué va a pasar? ¿Vivirá el toro y morirán los toreros? Los que juegan a la muerte cada tarde, los que se plantan ante el último animal salvaje que nos queda, los toreros del rito, ¿serán exiliados sin luces? ¿Se extinguirán? Quizá en esos paraísos de la realidad diseñada, de donde los acaban de expulsar, terminen usándolos como protagonistas de videojuego, convertidos en mero personaje virtual. Eso debe ser la modernidad. Ahora que podíamos soñar hasta con corridas en 3D, tendremos que consolarnos con una rendición virtual. Ahí se van los toreros. Y preguntas ¿por quién doblan las campanas?. Lloran por ti, que no sabes torear.
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