16.9.09

Pipilotti, Greenaway y los caminos del cine arte

Este año coincidían en Venecia la 53º Biennale de Arte y la 66º Mostra del Cinema, separadas por la laguna y unidas a tiro de vaporetto entre Giardini y el Lido. Como si se hubiera equivocado de estación, el cuadro de Veronese Las bodas (de Canaan) se presenta en el cine. Lo enseña Peter Greenaway, explicándolo en vivo, con la proyección digital al fondo. Con su elaborada banda sonora y múltiples efectos de postproducción, el cuadro es de-construido, replanteado y diseccionado con una lectura digital que asombra en lo técnico. Las cuestiones que plantean esta revisión audiovisual de una tela son muchas. ¿Estamos ante un documental, un ensayo escrito con nuevas herramientas o es una vuelta al cine ambulante con presentador comentando las secuencias? ¿O será que estamos en el tiempo de la pintura electrónica?
La Biennale reconfirma la tendencia. Hay menos cuadros y más vídeos. El pabellón holandés es un decorado multipantalla. En el de Polonia, Krzysztof Wodiczko usa unos ventanales traslúcidos donde figuras borrosas ejemplifican la imagen de los emigrantes, en otra versión de la imagen electrónica en movimiento. En el pabellón alemán, una madre reprende al niño que se salta una barrera para apropiarse de unos muñequitos dando vueltas sobre un torno, que el artista Hans Feldman ilumina para proyectar sus sombras, y así volver a los orígenes del cine. De vuelta a las pantallas grandes del Lido, la reina europea del vídeo-arte Pipilotti Rist enseña cómo ha dado el salto del televisor al largometraje, inundado de colores, transgresiones y sustancia una fantasía llamada Pepperminta.
El vaporetto ya no sabe en qué canal está. Sólo el gran Miquel Barceló nos salva del espejismo en este diálogo veneciano de las artes. Con sus cuadros matéricos sobre África, que causan un maravilloso asombro pictórico al visitante, piensas que quizá la tela y la pantalla deban estar cada una en su sitio.

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