Con esta explosión de realismo televisivo, el lugar del crimen se ha trasladado ahora a la pantalla. Han tenido que pasar largas semanas de rastreo en busca de un cadáver supuestamente lanzado al Guadalquivir, para que la confidente del asesino corroborase la versión. Pero no ante el la policía o el juez, que sería lo propio, sino en el plató de una cadena. La gran diferencia entre contarlo a un juez o contarlo ante las cámaras reside en que la declaración aquí se cobra, y que su repercusión social alcanza nuevas cotas.
Una mujer asesinada por el novio tras aparecer en un programa. La mujer auxiliada por el profesor Neira negando la secuencia de los hechos en otra cadena. Y la joven de catorce años que compartía piso con el asesino confeso de Sevilla reconfirmando la declaración de culpabilidad.
No por conocidos los hechos, resulta menos dramática la deriva que han tomado estas cuestiones. No sabemos si estamos ante la televisión como nuevo confesionario, o si la pantalla se ha convertido en un atractivo y lucrativo lugar donde el crimen no lleva aparejado el castigo, sino la recompensa, en forma de fama y también de dinero.
Hace unos pocos años una cadena decidió retirar de la circulación aquel patio de vecinas llamado Tómbola en el que la vida de famosos y asociados se aireaba como ropa tendida de todos los colores. El resultado fue un florecimiento del genero. Después llegaron los programas de telerealidad, cuyo degradación subió en paralelo con la necesidad de aumentar los ratings. Las pantallas españolas se han convertido en un cuadrilátero salvaje, sin lugar para la ética y sin asomo alguno de pudor por parte de los invitados, ni de autorregulación por parte de las cadenas.
Con la crisis económica parece que se nos invita a aliviar las penas con una doble ración de crímenes y recompensas. Ganarán los datos de audiencia, pero sin duda perdemos todos en decoro social y calidad humana. Programas basura, informativos aderezados con sangre, semipornografía disfrazada de concurso…el rosario de tales grandezas televisivas esta colocando a los profesionales que las programan al nivel de sus discutidos invitados y de los criminales cuyas fechorías mas que denunciar parece que alientan.
19.3.09
13.3.09
MUY LEJOS DE CASA
Viajeros, emigrantes, desplazados, exiliados, transeúntes, …las una y mil maneras de nombrar a los que están lejos de casa siempre han sido objeto de sentidas páginas literarias y de activas películas con raíces en el eterno viaje de Ulises y su Odisea. El filón lo explota ahora la televisión con una amalgama de programas que se basan en el cocktail siempre dramático, al menos en términos narrativos, que mezcla la ilusión por viajar y la nostalgia del hogar. Primero fué Telemadrid con sus “Madrileños por el mundo”, y ahora también nos metemos en las nuevas casas de los andaluces o los españoles-todos que viven lejos.
La formula ya se intentó, con menos fortuna en las audiencias, tiempo atrás. Ahora triunfa quizá por el nuevo ojo aplicado por los realizadores: una visión activa, cámara en mano, que hace mas creíble para el medio las historias de desarraigo o éxito en un lugar ajeno. Los planos activos parecen trasmitir una realidad mas cierta y cercana a pesar de las distancias.
El otro ingrediente en el que se basa el éxito actual de la formula es la base sociológica de la audiencia española. Una sociedad que por un lado le ha tomado gusto al viaje tras los largos decenios de encierro y autarquía, y que se siente al tiempo feliz y acomodada en un país enriquecido. Así, la visión del desplazado atrae por el exotismo de su nuevo destino al tiempo que se contrapone con la satisfacción del que se ha queda viendo la aventura sentado en la butaca de casa.
Un elemento consolador con reminiscencias de aquella otra historia no tan lejana de los emigrantes forzados con destino a Suiza o Alemania. Ahora los españoles emigran sobre todo por aventura, por mejores sueldos y con pasaporte de profesional cualificado. Los vemos de ingenieros en Dubai, de jugadores expertos en Las Vegas o de profesores en África. Son nuestros nuevos héroes de aventura televisiva. Que viajen ellos y los veamos nosotros debe pensar la audiencia, que instalada ahora en la crisis tiene a su disposición no es solo una guía turística personalizada, sino también un nuevo listado de lugares donde ganarse la vida.
La formula ya se intentó, con menos fortuna en las audiencias, tiempo atrás. Ahora triunfa quizá por el nuevo ojo aplicado por los realizadores: una visión activa, cámara en mano, que hace mas creíble para el medio las historias de desarraigo o éxito en un lugar ajeno. Los planos activos parecen trasmitir una realidad mas cierta y cercana a pesar de las distancias.
El otro ingrediente en el que se basa el éxito actual de la formula es la base sociológica de la audiencia española. Una sociedad que por un lado le ha tomado gusto al viaje tras los largos decenios de encierro y autarquía, y que se siente al tiempo feliz y acomodada en un país enriquecido. Así, la visión del desplazado atrae por el exotismo de su nuevo destino al tiempo que se contrapone con la satisfacción del que se ha queda viendo la aventura sentado en la butaca de casa.
Un elemento consolador con reminiscencias de aquella otra historia no tan lejana de los emigrantes forzados con destino a Suiza o Alemania. Ahora los españoles emigran sobre todo por aventura, por mejores sueldos y con pasaporte de profesional cualificado. Los vemos de ingenieros en Dubai, de jugadores expertos en Las Vegas o de profesores en África. Son nuestros nuevos héroes de aventura televisiva. Que viajen ellos y los veamos nosotros debe pensar la audiencia, que instalada ahora en la crisis tiene a su disposición no es solo una guía turística personalizada, sino también un nuevo listado de lugares donde ganarse la vida.
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