CRUCE ATLÁNTICO CON JESÚS HERMIDA
Javier Martín-Domínguez
El despacho de Jesús Hermida, en la Segunda Avenida con la
calle 42, ya estaba vació cuando yo llegué a Nueva York para sustituir a su
compañero de fatigas americanas, Cirilo Rodríguez. Nos cruzamos en el
Atlántico, pero aun ausente su presencia televisiva lo llenaba todo, menos el
desconsuelo de su secretaria latina que se veía sin jefe y sin sueldo ante la
tardanza de un repuesto para un corresponsal insustituible.
Jesús había dejado huella, no ya en Nueva York, sino en toda
aquella España del blanco y negro y el canal único. Los alevines del periodismo
habíamos prendido en la llama del maestro del verbo roto y la postura quebrada.
Se volvía Jesús a transitar la Transición en marcha, mientras otros salíamos de
la España del cambio para encontrar nuevos aires y un nuevo periodismo
para los tiempos democráticos y las nuevas comunicaciones. Allí, en la Segunda
Avenida, quedaban dormidas las cámaras de cine, que ya nunca se repodrían.
Llegaba el video de ¾ de pulgada y las transmisiones directas por satélite. El
cruce del Atlántico tomaba velocidad.
Apenas vi a Cirilo para sustituirle como corresponsal de
Radio Nacional, y me quedé sin conocer en carne y hueso al rutilante Hermída,
aunque las lecciones de ambos ya las llevaba conmigo de verles y oírles
contarnos el sueño americano de los sesentas y setentas. Nos trasladaban por las
ondas la realidad de un mundo lejano y casi mágico, de magnicidios y
alunizajes. Ni las historias eran como las de España, ni el verbo con las que
las conjugaban sonaba como el peninsular. KuKlusklan, Dallas, Apollo X,
Watergate… y otras serie de sortilegios que ellos se encargaban de descifrar.
No imaginaba entonces que mi aventura americana iba a ser
tan larga como la de ellos, toda una década, y a la vez tan diferente. Ni
España quedaba ya tan lejos en el mundo de la comunicación instantánea, ni las
costumbres a los dos lados del Atlántico iban a ser tan dispares. Los ochenta
del reaganismo y la movida tuvieron una nueva dinámica y también mi trabajo
como corresponsal, primero de Radio Nacional y después de Televisión Española,
en la estela de mis maestros Cirilo y Jesús.
Casi tres décadas mas tarde, cuando la televisión en España
cumplía sus 50 años, nuestra casa común TVE me encargo organizar el curso de
verano de El Escorial sobre el aniversario. Y fue entonces cuando por fin pude
disfrutar en vivo, en carne y hueso, la sabiduría del maestro en una mañana
inolvidable de claves y secretos en un mano a mano entre Hermida y Lazarov, dos
cumbres del medio en España. Ambos eran para el ojo publico unos “afectados”.
Jesús en sus poses, Valerio con sus zooms. Y ambos dos eran realmente tan
sabios por trabajadores, que no contenían ni un ápice de presuntuosidad. Mas
maestros si cabe.
Ya en fechas recientes, un par de años quizá, escuche una
noche a Jesús Hermida en la madrugada de Radio Nacional haciendo un espacio que
parecía recuperar para todos su memoria sentimental de aquellos, sus años
americanos. Verbo hermida y música de
sus sesentas y setentas, con Nueva York de telón de fondo. Poesía de nostalgias
americanas.
Le dedique una de mis columnas del periódico, intentando
retratar a ese icono del periodismo que siempre le ponía imagen a la palabra.
Se tituló “Ojos de radio”.
“”Cuando el gran
gurú de la comunicación Marshall McLuhan vino a España,
por primera y única vez, fué para sentar cátedra en unas Jornadas de radio
organizadas en Barcelona en el año 75. Le escuchamos ensimismados planteando
aquellas disyuntivas sobre medios fríos y medios calientes. Unos
creativos prepararon para la ocasión unas cuñas para vender radio.
“Tus oídos no tienen parpados, la radio penetra por todas partes y te envuelve.
No puedes escapar a ella”. La radio posee un halo mágico, crea
sensaciones intimas, invita a imaginar y soñar. Por si habíamos
perdido esas sensaciones, ha vuelto a los micrófonos de RNE, a su hora bien
ganada a la luna, Jesús Hermida, para contarnos la historia de The
Beatles. Una voz persuasiva y unas músicas reconocibles nos trasportan a
una época, que es la de nuestra modernidad, con una sensación de zozobra: la de
recobrar un tiempo perdido y al mismo tiempo la de ganar nuestra verdadera
alma. La zozobra de estar al tiempo en lo intimo y en lo público. El Hermida
que lo ha sido todo en la televisión, renace en las ondas poniéndole ojos a la
radio. Cara y ojos. “Estos Beatles saben hablar a la gente de su
tiempo, saben cuales son los sentimientos de su juventud”. Entre lo sociológico
y lo poético, Jesús beatles Hermida consigue,
con solo sonidos, hace revivir un tiempo que efectivamente no está muerto. Solo
necesitaba a la radio para recuperarlo del fondo de nuestro cerebro. Recuerdo
como mi crónica de radio mas triste la que tuve que trasmitir desde
el Nueva York que lloraba al John Lennon asesinado a las
puertas del edificio Dakota. Se acababa un tiempo, y renacía otro:
el de hacer historia de un grupo que había influido en todos nosotros como una
religión moderna. Hasta tenía su propio mártir. Será que la música es la
verdadera alma de nuestro pasado hecho personalidad La radio tiene unos ojos
penetrantes, que ven las entretelas de nuestras almas. De Yesterday a Get back.”
A los pocos días
recibí una llamada de nuestro común amigo- y guionista –Alberto Maeso,
avisándome de que JH quería hablar conmigo. Y al poco me llamó. “La que me has
liao”. “Ya había terminado la serie para la radio, y hoy los jefes aireando tu
articulo quieren que siga…” Ya ves, dándole yo cuartelillo al maestro. Jesús
era asi: elegancia, compañerismo, cordialidad. Ninguna altanería. “Y sabes, que
yo para ese nuevo programa quiero usar tu título. Es que es eso. Ojos de radio.
Es lo que quiero hacer y el concepto queda claro”. Mi orgullo de alevín hecho periodista estaba
colmado. El maestro me dedicaba un elogio, pero sobre todo el reconfortante
dialogo de amistad y compañerismo. Jesús Hermida- tan medido en sus palabras
escritas - no se ahorraba en palabras para los compañeros de tribu. Me confesó
que le gustaba volver al medio-rey de la imaginación, pero que su vida iba
suave y tranquila. Paseos en bicicleta por el norte de Madrid y lecturas de
Jane Austen en la que se había hecho todo un especialista.
Ahora que Jesús se ha ido a su paseo por la luna, el
despacho de la Segunda Avenida se ha quedado huérfano. Pero no vacío. Las historias que genero para aquella España
de negro, dándole color a sus palabras para crearnos una ilusión siguen flotando
entre satélites, y llenando nuestro anhelo de poder hacer algo cerca de lo que
nos enseño el maestro.
MADRID, 5 MAYO 2015