MAPAS HABITADOS
EL PAIS. BABELIA
31/9/2013
Desde muy temprana edad, Paul Bowles desafió la idea de que el viaje es lo transitorio y la residencia lo permanente. No disponía de lo mas básico para emprender la aventura, ni dinero, ni pasaporte. Pero no renunció a dejarse llevar por el viento, exponiéndose a un destino que terminaría por tatuar los mapas en su propia piel. Viajar para vivir y vivir para contarlo sería la máxima de su vida. Paseo todos los continentes, relató los dilemas del viajero y cimentó una singular fama de escritor nómada que marca el camino con sus huellas. Poeta aficionado, compositor profesional, término dedicado a la novela y los relatos con una cuidadosa elección de los escenarios donde sus personajes viven sus experiencias, determinados siempre por la geografía. En su arco vital, que abarca de Nueva York a Tánger, Bowles solo tuvo el cielo y la escritura como protectores de su aventura, dejando una memoria personal completa en novelas, biografía y numerosos artículos para revistas del genero.
Bowles sigue siendo un faro a para los viajeros de sillón y para los aventureros de las letras. En el nuevo recopilatorio “Travels” (Viajes, en la edición española) se recogen hasta cuarenta historias viajeras marcadas por el estilo bowleano. Se ha encargado de la selección y edición otro de los grandes de la aventura personalizada como es Mark Ellingham creador de las afamadas guías de Trotamundos. Aunque Tánger y Marruecos sean el epicentro de buena parte de los escritos, los mapas habitados por Bowles abarcan hasta Tailandia, Kenia, Ceilán, Madeira, Argelia,…e incluso España. Y como epílogo indispensable unas paginas de diario inéditas, escritas en tercera persona en forma de poema en 1986, en las que sintetiza su propia biografía sentimental.
VIAJAR O MORIR
El joven Bowles aprovechó la primera ocasión sin esctricta vigilancia paterna para poner tierra por medio. Con 20 años fue enviado a estudiar desde su Nueva York natal a la Universidad de Virginia. La separación familiar no le fue suficiente, porque se encontró en un lugar aborrecible poblado por chicos adinerados y cursis. Una situación que le abocaría a todo un dilema existencial: “Me pareció que aquello era un club de campo mas que otra cosa. Los alumnos llevaban sus escopetas y sus perros a clase, y dejaban las armas junto a la puerta mientras los perros se tumbaban. Nunca había estado en una escuela en la que se permitiera algo así. Esta no fue la razón por la que me marché, pero me empujo a pensar que aquello no era muy serio. Así que una tarde regrese a mi habitación y decidí que debía hacer algo. Lance una moneda al aire. Si salía cara, me iría, me iría a Paris; si salía cruz, me tomaría unas pastillas y terminaría con todo” (1) Viajar o morir. Para felicidad y consuelo de varias generaciones de lectores, el escritor nómada por excelencia fue salvado por la moneda y contra todo pronóstico inició su primera singladura, a bordo de un barco de carga con destino París.
17 Quai Voltaire seria su primera dirección internacional, y ahora el título del primer relato inédito de la recopilación de sus textos de Viajes editada con ese título por Mark Ellingham (2). Aunque escrito hacia los años ochenta, el texto que abre este libro muestra las claves de su primera experiencia con Paris como faro de la aventura vital. Bowles volvería a la ciudad literaria por excelencia para consultar al oráculo que marcaría los destinos de muchos autores. Fue Gertrude Stein (la misma que recomendó Mallorca a Robert Graves o Pamplona a Hemingway) quien le empujaría a la que fue su atalaya y ultimo destino, Tánger.
¿QUE ES UN LIBRO DE VIAJES?
Saltar de la frialdad del mapa a la narrativa del viaje es el reto del escritor con la adopción de un punto de vista. No hay viaje sin viajero, ni buena historia de viaje sin protagonista. Así era la concepción del asunto para Paul Bowles. No importaba tanto el paisaje y la geografía, como su influencia en el estado de animo del que hace el camino. Queda patente aquel aviso para navegantes de Cesare Pavese que afirmaba que “viajar es una brutalidad. Te obliga a confiar en extraños y a perder de vista aquel confort familiar del hogar y los amigos. Nada es tuyo, excepto las cosas esenciales: el aire, dormir, los sueños, el mar, el cielo, todas las cosas que tienden a lo eterno o a lo que imaginamos de el”. Bowles escribió en su prologo a “Let it come down” (Déjala caer) que “como sabe el escritor, la intensa incomodidad a menudo induce al trabajo intensivo”. Quizá el texto mas emblemático en esta línea sea su “Bautismo de soledad”. Como en ningún otro lugar es en el desierto donde uno esta despojado de cualquier asidero. Recuerdo como una de sus frases mas emblemáticas en nuestros encuentros tangerinos aquella de “En el desierto no hay memoria” que pronunciaba absorto con los ojos perdidos en un horizonte interior. Al enfrentar solo la fuerza mineral de la arena y el viento escribe: “No queda nada, excepto tu propia respiración y el sonido de los latidos de tu corazón. Hasta la memoria desaparece”. Contaba que un sueño lo que le empujó a volver al norte de África en busca de un escenario para ambientar lo que sería “El cielo protector”. Sin paisaje- y su vivencia -no habría novela. Bowles quedó cautivado por el silencio del Sahara, y los efectos de la nada terrenal le llevaron a producir algunas de sus mas bellas paginas en las que se confunden el sentimiento mas íntimo y la descripción externa.
En uno de sus numerosos artículos sobre viajes para diferentes revistas, escrito para The Nation en 1958 Bowles, hace su propia reflexión sobre que es un libro de viajes. “Para mi es la historia de lo que le pasa a una persona en un lugar particular, y nada mas que eso (…) El asunto principal es el conflicto entre el escritor y el lugar. No es importante cual de los dos gana la batalla, siempre que el concflicto quede fielmente registrado”. Como ejemplo inspiradores cita a a Evelyn Waugh y su indignación en Etiopía, Graham. Greene y su panorámica letal de Africa Oriental, Aldous Huxley apabullado por México o André Gide descubriendo su conciencia social en el Congo. La influencia del lugar en la psicología del escritor es para Bowles la clave que da valor a este tipo de relatos. Los detalles quedan para las guías de viajes. Los libro de viajeros que escriben o escritores que viajan alcanzan su cima en la respuesta emocional del sujeto ante los avatares de la aventura lejos de casa. PB terminó siendo uno de los maestros del genero, como reconoce en el prólogo a la edición uno de los autores mas considerados del momento, Paul Theroux. “Su larga y fructífera vida esta condensada en estas piezas, que tambien arrojan luz sobre la brillantez de sus ficciones. Vivió la vida que eligió. Siempre siguió su camino, escribiendo lo que quería. Nunca hizo aquello que no deseaba; y así siguió hasta su muerte”.
Emilio Sanz de Soto, Pepe Carleton, Truman Capote, Jane y Paul Bowles.
VISION DE ESPAÑA
El texto sobre España elegido en esta recopilación se publicó originalmente en 1965 en la revista Holiday de Filadelfia, que también encargó trabajos a autores como Steinbeck, Hemingway y Lawrence Durrell. Compara su visión de la Costa del Sol, que vio por vez primera en el año 34, con el desarrollismo que experimentaba en la década de los sesenta. En su biografía “Sin parar” Bowles da mas detalles de su viajes por Granada o Madrid. España siempre le intrigó. La recorrió antes de la Guerra Civil y terminó componiendo música para una de las películas en defensa del gobierno de la República o para la lorquiana “El viento permanece”. Bowles encontró inspiración en la música de Falla y la literatura de Lorca. Le gustaba leer y hablar en un idioma que “suena como la grava en un río”. Comentaba jocosamente su llegada a Madrid en los cuarenta a bordo de un inmenso Ford conducido por su chofer Tensamani vestido de librea que les llevó a las puertas del palacio de El Pardo, sin que la guardia mora les detuviese al paso confundiéndole con un príncipe marroquí. Menos halagüeñas fueron sus travesías a bordo del Ibn Batuta con destino a Málaga para visitar a médicos y psiquiatras cuando Jane Bowles fue víctima de un derrame cerebral, y donde permaneció hasta su muerte.
En “Alocada Costa del Sol”, PB recuerda aquellos parajes que “entonces carecían de nombre”, mas de cien kilómetros de playas que solo se habían utilizado para secar redes y aparcar barcas de pesca. Treinta años mas tarde, califica a Torremolinos y su reguero de nuevos hoteles como “arte pop en la piel”. Desordenada y hasta caótica, la postal turística incluye a los andaluces que “como sus vecinos marroquíes son excesivamente gregarios, y contemplan el deseo de otros por la privacidad y la soledad como una anormalidad”. Algunas cosas no han cambiado tanto.
Recluido finalmente en el Tánger de su elección, al que dedicó sus mejores y mas abundantes páginas ampliamente representandas en este libro, PB terminó convirtiendo el viaje en un sueño imposible. “Me encantaría volver a viajar, todavía lo haría, pero ya no hay manera. Ahora tienes que tomar aviones. Ya no hay forma de viajar. Supongo que se acabo para siempre. Porque viajar significa llevar contigo un montón de equipaje, quince, veinte, treinta maletas, y tener un camarote en un barco e ir a algún lugar. Deshacerte allí del equipaje, dejar el barco y buscar una casa. Ya no se puede hacer eso. Para empezar, no puedes ni ir a un hotel sin haber hecho antes una reserva. No puedes mover tu equipaje porque no hay porteadores que lo carguen. Se ha acabado definitivamente la idea del viaje, ya no existe. Ahora no sabría como hacerlo”. Las maletas apiladas a la entrada de su salón en el inmueble Itesa certificaban un pasado errante y un presente encallado. Cortinas hechas de tela de saco tamizaban hasta hacer casi invisible la luz ardiente del verano tangerino. En uno de sus ultimo textos para “Retratos de nubes desnudas” (1993), PB afirma que “el tono de las escenas que interpretamos en nuestras vidas es determinado ampliamente por la luz proyectaba sobre nosotros desde lo alto”.
Un reciente documental sobre PB, presentado en la Berlinale de este año, recoge sus últimos suspiros, ya en cama y con las cicatrices de la operación de cancer en la cara. Es un Bowles casi rendido y melancólico. El mismo que cierra este recopilatorio con su texto autobiográfico en el que afirma que después de la muerte de su esposa Jane Auer en España “le parece a él que ya nada mas le ha pasado”. Para culminar con un nihilista “Ya no hay nada que nadie pueda hacer sobre nada”. Bowles se marchó con el siglo, pero el interés por la vida y la obras del escritor nómada se mantiene. Como el viento, su maestría en la crónica viajera permanece.
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(1) Conversaciones con Paul Bowles en Tánger durante el rodaje del documental Mapas de agua y arena. Las vidas de Jane y Paul Bowles, dirigido por Javier Martín-Domínguez, a principios de los años 90.
(2) Desafío a la identidad. Viajes. (Travels. Collected writings, 1950-93). Escritos recopilados por Mark Ellingham. Sort of Books. Edición española de Galaxia Guttemberg. 2013.
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