Sabemos que la memoria puede jugar malas pasadas. Tanto por lo que no se recuerda cuando se necesita, como por el asalto imprevisto de algún momento aciago del pasado. Estábamos en el trance de la recuperación de la “memoria histórica”, cuando se ha venido a sumar el desierto a las cuentas todavía sin saldar. Ahora solo vemos el desierto en las películas, pero hubo un tiempo que era parte de nuestra geografía. Primero se dejó el protectorado sobre Marruecos, después se cedió Ifni y finalmente se salió por pies del Sahara, que acabaría dividido entre marroquíes y mauritanos.
La televisión nos pasea ahora, gracias a la activista Haidar y al caso de los cooperantes secuestrados, por un territorio en nebulosa. No en vano fue materia reservada, asunto prohibido para la prensa durante el franquismo, y ha sido poco frecuentado por los medios desde entonces. Como si nadie recordase a los representantes saharauis que se sentaba en las Cortes. Como si no supiésemos que allí ha seguido hablándose español. Hay una leve excepción. Los comediantes se suben a la caravana una vez al año y se van con sus películas españolas a dar ilusión y noticia del ahora a los niños, mujeres y hombres que deambulan entre arenas y polvo en los confines del Sahara. Los mismos que estos días han viajado a la vecina Canarias para ofrecer su apoyo y solidaridad. Pero ni siquiera el cine o la televisión han sido pródigos en tratar el caso de estos desheredados de la tierra, ni en utilizar para guión la tragicomedia en que devino el rápido abandono franquista de la colonia de los fosfatos.
Decía Paul Bowles que en “el desierto no hay memoria”. Será por eso que solo obligadamente volvemos allí nuestra mirada. Sin duda es el momento de ir mas allá de la noticia puntual y dedicarle un buen guión o una mini-serie. Sin estas revisiones quedará otro hueco en nuestra memoria histórica, difícil de saldar. Sirvan de hoja de ruta las quinientas paginas de los “Estudios saharianos” de Julio Caro Baroja en las que ya apuntaba premonitoriamente que “en la vida diplomática resulta con frecuencia que el que parece que va a hacer una cosa hace otra, y que el que acierta se equivoca”.
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