Para cocinar el plato de la nueva televisión, el gobierno ha recurrido a las recetas de la nueva cocina. Primero un poco de deconstrucción, y después pasamos a la fusión. En apenas seis años, el menú ha cambiado radicalmente para terminar siendo casi idéntico.
Cuando Zapatero llegó al gobierno el mapa televisivo estatal se componía fundamentalmente de dos grandes cadenas privadas (mas un Plus codificado y residual) que con TVE y las autonómicas absorbían el grueso de la publicidad. Telecinco y Antena3 se pavoneaban de estar a la cabeza de las cadenas mas rentables en toda Europa. Algunos creyeron que había negocio a repartir entre mas actores, por lo que el gobierno dio dos nuevas licencias, a Cuatro y la Sexta, “para aumentar el pluralismo”. Dos enemigos acechaban sobre la operación. Uno conocido, el futuro digital con mas canales fragmentaría las audiencias y obligaría a un replanteamiento en el sector. El otro, aun enmascarado, era la crisis y la merma de publicidad que demostró que no había hueco como se dijo para nuevos operadores. Así que después de la expansión, llegó el decreto de concentración
En un sistema tan regulado como el de la televisión, se daba por seguro que el decreto gubernamental sobre fusiones televisivas no iba a quedar en papel mojado. Antes o después la llamada oficial al reagrupamiento daría sus frutos. Las hasta ahora “grandes cadenas” habían logrado del gobierno otra concesión para intentar mantener sus ingresos: la desaparición de la publicidad en la televisión publica estatal. Pero la medicina no ha sido suficiente, y sin duda no compensa la dispersión del panorama televisivo con las numerosas emisoras digitales.
Por eso llega ahora- a los pocos meses del decreto –el tiempo de las fusiones. La boda anunciada de la Sexta y Antena 3, y la inminente de Telecinco y Cuatro. Solo dos empresas se repartirán la tarda televisiva a nivel nacional. Ya no serán dos canales, sino de verdad dos cadenas con seis canales de emisión cada una, y con posibilidad de dedicar alguno al pago. De esta manera los dos grandes tendrán capacidad para optar a los caros contenidos que aseguran audiencia (eventos deportivos, cine americano, producción de series de ficción y tv movies), para mantener a raya las audiencias de los recientes intrusos en el campo de la tele gracias a las licencias digitales. Y sobre todo para capear unos años mas al poderoso enemigo que acecha a la televisión, la emisión libre y múltiple de contenidos audiovisuales por la red. Así pues, mas televisión pero mas concentrada para sostener a un medio cuya vida futura se adivina menguante.
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