Con Pedro Amalio Lopez, Carmen Dominguez, Ignacio Salas, x, y Javier Martín Domínguez
Tenia la
cabeza llena de burbujas. Y las desparramaba para compartirlas en
conversaciones chispeantes. Ignacio Salas ejercía hasta el límite el arte del
buen humor, con el interés de mantener vivas las conversaciones y el deseo
continuo de hacer amigos. Era verborreíco, arrollador, seguro de sus encantos
pero abierto siempre a replicas y cambios. Un bilbaíno de pro. Compartí muchas
reuniones como miembro de la Junta de la Academia de Televisión que el presidía
en las primera década de los dos mil. Nunca desfallecía, ni con las propuestas
mas complejas, ni en los lances mas difíciles. Siempre sacó adelante sus
actividades, con humor y tesón. El Salas de los programas divertidos de la
tele era él mismo, no una mascara para hacer gracias o caer bien. Un natural
del encantamiento. Siempre estirando el lenguaje para sacarles cosquillas a las
palabras. Un buen amigo de sus amigos, amistad que trabajaba como una ocupación
a tiempo completo, y en la que no faltaba una felicitación de cumpleaños para
todo su universo de colegas. Imposible no tenerle cariño, porque el lo
desparramaba. Imposible no recordarle, porque fue un gran trabajador del medio
televisivo y de la amistad. Inasequible al desaliento y fiel a la amistad.No te olvidaremos.