UN SORBITO DE JAZZ
Javier Martín-Domínguez
Se adormece ya el verano y se van con el las últimas notas
de jazz. Gracias a la televisión pública y su contenedor denominado “Festivales
de verano” tenemos un mínimo acceso, un mero sorbito de la música mas creativa
nacida en el siglo XX. La caravana del saxo pasa por Vitoria, San Sebastián o
San Javier en Murcia, seguida por las cámaras para traernos con nocturnidad un
enigma que va desgranando sueños en nuestros oídos. Música vital y creativa
como pocas, el jazz se ha ido quedando escondido bajo un halo de cierto
misterio. Solo estos festivales le redimen de su lugar en la oscuridad. El jazz
son sus músicos y sus garitos. El Blue Note, el Sweet Basil o el Village
Vanguard de Nueva York que ofician la ceremonia de la improvisación cada noche
con lo mejor de la cartelera. España vivió sus mejores momentos jazzísticos en
los setentas y ochentas. El piano de Tete Montoliú y el saxo de Pedro
Iturralde, mas Vlady Bass o Juan Carlos Calderón colmaban las ganas de los adeptos
que llenaban el Whisky Jazz, el Balboa o el Bourbon, mas los míticos conciertos
del san Juan Evangelista, perla musical entre los colegios mayores. La recién
desaparecida Donna Hightower
inundaba el local con su portentosa voz dándole un pedigrí americano a
la jam session y provocando el
entusiasmo de los asistentes, animando a probar suerte a los aficionados
presentes, como aquella noche en la que la mezzosoprano de Ohio Carol Brunk
nos deleitó con un asombroso Summertime. El crítico José Ramón Rubio dejaba constancia de los eventos en sus
columnas de Triunfo. Han quedado algunos recuerdos en el documental Jazz
en España pasado en Canal Historia, y sobre
todo en los fondos de la televisión pública, que en los ochenta nos ofrecía
semanalmente el Jazz entre amigos de Juan Carlos Cifuentes. Ahora tenemos que
contentarnos con estos retales de verano o recurrir a iniciativas en la red
como la de Las Teles y su canal
de jazz.
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