El don mas preciado con el que se inviste el terrorista es
el de la auto-invisibilidad. Su no
presencia genera la zozobra que busca. Como en los setenta el Chacal Carlos- objeto ahora de una serie
de gran nivel -, en la pasada década
Osama Bin Laden ha sido el maestro del disfraz y la desaparición. Su
ocultamiento acrecienta el temor entre gobiernos y ciudadanos sometidos al
sobresalto de una brutal acción por llegar. La decisión de Obama de no publicar las fotos
del hombre mas buscado con un boquete en la frente suena a una forma de
venganza, la de pagar al asesino con su propia medicina: hacerle invisible
después de muerto para provocar zozobra. Pero en este caso, entre los suyos. La
misma que sabemos pasan los familiares de un desaparecido o un muerto en
accidente aéreo sobre el mar.
La invisibilidad, querida u obligada, es una gran base del
terror psicológico. Ya dejó pruebas de ello el maestro del genero H.G.Wells. Su
obra “La guerra de los mundos” puesta en antena por Orson Welles provocó con la
sugerencia del sonido un pánico ciudadano difícil de igualar en la historia del
entretenimiento morboso. También se basó en un libro de Wells la serie
televisiva “El hombre invisible”. Producto de un experimento químico, el hombre
sin cuerpo causaba el terror por
la incapacidad de asirle. Una metáfora de los terroristas que fueron
proliferando. Osama Bin Laden ha jugado con el publico, haciendo apariciones/desapariciones controladas y estratégicas, con sus videos, sus cintas de audio, sus barbas y
turbantes,….hasta ser desenmascarado en su villa-refugio de Pakistán.
Nos dicen
que ha muerto, aunque no tengamos mas prueba que la palabra de peso del Presiente Obama.
Curioso que la imagen que certifica su captura sea la de un grupo de
funcionarios atentos a la pantalla. Y que solo nos hayan revelado otra imagen
del ahora muerto mirandose así mismo en otra pantalla. No son, ni somos lo que
hacemos, sino lo que vemos en pantalla. Una sociedad de mirones, cautivados por
una imagen digital producida a distancia. Solo somos audiencia, mirando absorta y temerosa a no se sabe
qué.
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