27.11.21

HIJOS DEL “MADRID”. Medio siglo del cierre del periódico



 HIJOS DEL “MADRID”

50 años despues del cierre del periódico su llama sigue viva entre los periodistas españoles.

Por Javier Martin-Domínguez

 

            Fue la expulsión del paraíso para una generación de periodistas. Un castigo y un acicate. La llama del diario Madrid, prendida entre los escombros de un periódico literalmente demolido, nunca se ha apagado. Levantada como la antorcha olímpica en relevos ha seguido iluminando la causa de la libertad de expresión y la libertad de prensa en la España del tardo franquismo, la transición y la consolidación democrática. Cincuenta años despues de aquella “Orden de cierre al diario Madrid”, el 25 de noviembre de 1971, cuatro años antes de la muerte de Franco, la lucha de sus redactores continua. Aquellos jóvenes irreductibles perdieron el empleo, pero se contagiaron para siempre del virus de la libertad. Y lo contagiaron a la generación siguiente, y a la otra, haciendo de los periodistas españoles de la Transición un batallón inquebrantable en la cauda de la libertad de prensa empuñando la bandera del Madrid.

 

            Un infatigable Miguel Ángel Aguilar, que asumió la cabeza de la sociedad de redactores, nunca ha escatimado una posibilidad, una acción para vindicar al Madrid, sus trabajadores y su causa. Así le conocí con la cartera llena de papeles, sentencias, manifiestos en la redacción de la revista Comunicación XXI donde iniciamos la publicación de textos pertinentes para la historia del periódico y su batalla por renacer. Nunca se ha detenido y ahora impulsa con sus colegas el reencuentro de los 50 años de memoria y acción. 

            “¿Que hicimos cuando nos anunciaron el cierre?”  Miguel Ángel Gozalo se contesta: “Nos pusimos a hacer el periódico del día”. El resultado fue la portada histórica con una noticia bajo la mancheta anunciado el cierre, y el famoso editorial titulado “Adiós…”.  Un adiós, con esos puntos suspensivos que anunciaban este futuro. “Lo que hacemos hoy. Un Madrid que no se acababa”. 

            Tras 17 expedientes, llegó el caso De Gaulle. Cuando el articulo de Calvo Serer apareció en la mesa de redacción, Gozalo quería incluso suprimir el nombre del militar francés y dejar el articulo en un  “NO al general”, a secas. El antetítulo de la discordia fue el famoso “Retirarse a tiempo” que, en aquellos años de obligada lectura entre líneas, tambien fue entendido por el Régimen. La batalla encabezada por Antonio Fontán y Rafael Calvo Serer para abrir el régimen de Franco, cercanos al liberalismo y al donjuanismo, iba a sufrir un golpe de muerte tras ese aldabonazo. El cañón de Fraga- “que disparaba en todas las direcciones” –había dado en la diana. Se cerró el diario y terminarían volándose el edificio que lo albergó. 

            Aquella redacción de General Pardiñas era la casa de muchos plumillas, a los que nunca se les secaría la tinta, ni les cerrarían la boca. La casa de papel de Monolo Vicent y su verbo florido, de un Jesús Picatoste (que nunca se marchará), de Pepe Oneto (nuestro corresponsal en el interior), del aire fresco de Juby Bustamante y la madura juventud de Nativel Preciado, la casa de Joaquín Bardavío y su “memorión histórico”, de José Vicente de Juan y sus universitarios, de Ana Zunzarren o Román Orozco. “Me quedé sin trabajo y con dos hijas. Y me metieron una mili de dos años con calabozo incluido” Román que pasó por todas las secciones, que era el más pop del momento, hizo las maletas para ganarse la vida en el Diario de Mallorca, pero siempre volvió. Y nunca cejó en la causa más grande.  

            El Madrid les había cambiado la vida, y su cierre les obligaría a un salto mortal en busca de nuevos destinos, nunca fáciles hasta el final del franquismo. Allá donde fueron contagiaron su causa que es la de los verdaderos periodistas. (“La lucha del hombre contra el poder es la de la verdad contra la mentira”). “Allí todos éramos antifranquistas. El objetivo de todos era derribar la dictadura y traer la democracia- dice Nativel - El Madrid fue como un experimento de lo que sería la Transición”. Lo palpaba en primera línea José Vicente de Juan con sus “red de informantes” en las facultades. España vivía su 68+1; en la lucha estaba los estudiantes, los intelectuales, los periodistas…y el personal de talleres  ”Se subía Trevijano a las bobinas de papel para la rotativa y decía: No olvidéis que somos compañeros de viaje…” Tambien era el Madrid, diario de la noche de Cuco Cerecedo y sus memorables crónicas, que perviven con aire de premio. Y el diario de tantos otros, con firma o sin ella.

            En portada del ultimo número se anunciaba premonitoriamente la película de Jack Palance “La brigada de los condenados” Cerró el Madrid, pero no lo parece. El Madrid está en cada uno de los que lo hicieron y siguen pregonándolo. Y en los que cogieron el relevo y entendieron que la cauda del Madrid cerrado era la causa del verdadero periodismo. “El periodismo nunca puede desertar de una causa: la defensa de la libertad”. Medio siglo sin un diario que ha sido noticia cada día. Y lo seguirá siendo. Madrid sigue necesitando una cabecera con su nombre.Sea impreso o no, el Madrid sigue vivo en el imaginario de los periodistas que luchan por la libertad de prensa y de expresión. Los hijos del “Madrid”.

17.11.21

ROBERT GRAVES, MAS GRANDE QUE EL CINE.

DOCUMENTOS DE PETICION DE RESIDENCIA EN MALLORCA DE LAURA RIDING 

Y ROBERT GRAVES, EXPUESTOS EN LA CASA MUSEO  DE DEYA. 




GRAVES NO CABE EN LA GRAN PANTALLA  CUANDO ROBERT GRAVES SUPLANTÓ A YO CLAUDIO

 

Javier Martín-Domínguez

 

            Cuando Robert Graves viajó a Mallorca, no iba en busca del paraíso, intentaba más bien escapar del infierno en el que se había convertido para él su Inglaterra natal. Se marchó dando un sonoro portazo, con la publicación de su rotundo relato biográfico Adiós a todo eso (Goodbye to all that) Un ajuste de cuentas con la sociedad puritana imperante y un alegato contra la guerra, que acabaría siendo un gran éxito. Combatiente en la Primera Gran Guerra, Graves fue dado incluso por muerto y comunicado el fallecimiento a su familia. Su “resurrección” es el punto de partida de El Laureado, la primera película dedicada a la vida del poeta, ensayista y novelista británico, centrada en sus años de formación y tribulación, que culminan con su decisión de autoexiliarse en España en 1929. Congelada por la pandemia, la producción británica escrita y dirigida por William Nunez reservó su estreno mundial para Mallorca, antes de su llegada a las salas. 

            El autor de Yo, Claudio inauguró prácticamente las grandes series televisivas de éxito, con la producción de BBC de trece capítulos basada en sus dos novelas sobre el emperador romano: Yo, Claudio, y Claudio, el dios y su esposa Mesalina. Pero su extensa y atractiva peripecia vital se ha resistido contra pronóstico en llegar a la gran pantalla. En la vida de Graves aparecen todos los ingredientes para una superproducción al uso: guerra, conflictos amorosos, viajes y aventuras, éxitos y decepciones. Graves ha sido objeto de biografías sólidas y extensas, firmadas por Miranda Seymour, Richard Perceval Graves y Martin Seymour Smith. Convertirlas en película resultaba un empeño inabarcable, obligando a una producción costosa con numeroso escenarios y cambios de situación. 

            Tras algunos intentos fallidos, el cineasta norteamericano de origen hispano-cubano tropezó en la misma piedra. Prendado por la lectura de la historia de Graves durante un verano en Mallorca tambien atacó la historia de principio a fin.  “Se podrían hacer al menos cinco películas con los episodios de su vida. En mi primer guion yo tambien intenté incluir todo- hasta la ruptura de Graves y Riding -y comprendí que era misión imposible. Pero finalmente, quince años más tarde, decidí cortar y condensar:  recortar el guion y centrarme en la historia desde su regreso de la guerra hasta su marcha a Mallorca. Realmente es el periodo en el que pasa de ser el poeta de la guerra a convertirse en el poeta del amor”, me comenta Nunez, en una conversación vía zoom, días antes de la presentación en Mallorca, con asistencia de una audiencia única: los hijos vivos del segundo matrimonio de Graves con Beryl Pritchard y una nieta de su primer matrimonio. 

            Nunez comparte la extrañeza de que la vida de Graves no hubiese llegado hasta ahora al cine. Recuerda como Orson Welles le consideraba su “escritor favorito” y las visitas de la gente destacada del cine a su casa de Deiá, como Ava Gardner, Maggie Smith y especialmente el director Peter Bogdanovich (The last picture show) muy cercano a la familia Graves. Nunez no ha querido hacer una historia de corte literario o al menos no dedicada exclusivamente a los fans de la literatura y los conocedores del escritor. “Solo se le ve escribiendo al final de la película” comenta de forma simbólica Nuñez, que sí ha buscado como objetivo de la historia “contar qué hace alguien en su vida para ser un artista”.  

            En el caso de Robert Graves, su insatisfacción tras el trauma de guerra sufrido y su búsqueda de una voz propia como poeta le llevarían a convertir su matrimonio en una trinidad. Casado con la artista Nancy Nicholson (encarnada por Laura Haddock), con cuatro hijos para alimentar y escasas ventas de sus poemarios, Graves busca otra vía literaria y se interesa por la obra de la poeta y ensayista judía neoyorquina Laura Riding. Tras cartearse, ella acepta la invitación de trasladarse en Inglaterra y alojarse en la casa de campo de los Graves. 

            Formaron una “armoniosa trinidad”, que derivó finalmente, tras la estancia de todos ellos en El Cairo, en conflicto. La película evita este exótico episodio sobre el periodo en el que encontró empleo como profesor en Egipto que no duro mucho tiempo. Tambien se permite otras elipsis sobre la historia real (como reducir a uno los cuatro hijos de la pareja) para simplificar el guion y conseguir una producción más manejable.

            Rodada en un periodo apretando, apenas cuatro semanas, y falta de grandes localizaciones naturales para darle mayor volumen, la película ofrece en cambio una buena factura, escenarios de época (the Liberal Arts Club de Londres, el barco en el Tamesis, y los estudios donde se grabó The Crown), un atractivo vestuario años veinte, música adecuada y especialmente un casting sobresaliente.

            Una virtud de la película es sin duda la elección de actores, en el que sobresale por su gran parecido con el escritor el protagonista Tom Hughes, que inicialmente hizo casting para otro papel y sorprendió al director. Hughes ha hecho varios papeles de éxito en las series televisivas Victoria y The game. Laura Riding una mujer exigente y cautivadora, tenaz y adelantada a su época, ejemplifica en buna medida el salto de moral y costumbres que se produce en los locos años veinte.  Esta encarnada por Dianna Agron cuya soltura y mirada cautivadora dan al personaje una sensualidad probablemente muy superior a la del personaje

            La colaboración literaria y artística entre los tres protagonistas no tardó en extenderse al campo sentimental. El triángulo se convirtió incluso en un cuadrilátero con la aparición en escena del poeta irlandés Geoffrey Phibbs, que tras la ruptura de Graves y su esposa Nancy formaría pareja con ella. Eran los años veinte, en los que las transgresiones sociales y culturales iban abriendo brecha en la ortodoxia victoriana.  El personaje real de Laura Riding actúa como punta de lanza de este cambio no solo en los usos y costumbres amorosas, con relaciones abiertas o lésbicas, sino en la presencia pujante de la mujer en la vida y en las artes. 

            Bajo el esquema de un triángulo amoroso real, el guion de Nunez trata de desvelar los terremotos literarios y sentimentales que se produjeron en esos años rompedores del siglo pasado afectando a la vida y obra de estos artistas. La poesía fue el gran vínculo entre Robert y Laura. Lo que les unió y lo que terminó separándoles. Fue su amor por las letras lo que generó una pasión carnal entre ellos, que acabó con el matrimonio entre Robert y Nancy Nicholson. Robert se deslumbró por las capacidades poéticas de Laura.  Incondicionales de los poetas Robert Frosst, e.e. cumming, Sassoon y T.S.Eliot, son muy críticos en cambio con el “charlatán William Carlos William”, Era Pound (por su “anormal gusto por los clásicos”) y con Yeats a quien acusan de comprarse un nuevo atuendo al ver sus antiguas túnicas poéticas raídas”

            Pero el nudo gordiano de esta historia, entre la literatura y la vida, se desata un día en la casa londinense donde se había trasladado a vivir Robert y su compañera Laura, que fue conocida como “the free love corner” (la casa del amor libre) Tras una discusión sobre los tensos lazos amorosas entre los cuatro, Laura se precipitó por la ventana desde un cuarto piso  y resultó gravemente herida. ¿Intento de suicidio, o de asesinato?  Ninguna opcion sonaría bien ante la policía. Si fue un intento de suicidio, Laura se enfrentaba a una pena de deportación de vuelta a América ya que tal acción estaba penada por las leyes inglesas. Si alguien la hubiera empujado, la cuestión se complicaba aún más. Laura fue hospitalizada y junto al lecho del dolor Robert tomó la decisión de estar junto a ella y marcharse de Inglaterra. Primero fueron a Francia, visitaron a Gertrude Stein y aceptaron su consejo de buscar un refugio en Mallorca.  

            El director de El Laureado detiene aquí el relato, consciente de que el resto de la vida de Graves daría para varias películas más, y por creer que “la futura ruptura de Robert y Laura no le haría bien a un guion donde el protagonista acabaría desairado”. Además, apostilla, la última parte de su vida, sus relaciones en la isla y otras historias “podían ser más comprometidas de contar con sus familiares aún vivos”.

            Graves dejó a su primera familia (mujer y cuatro hijos) e inició otra aventura vital y un nuevo camino literario. Empezaba un periodo prolífico y con escenarios insospechados, desde Deyá a Pensilvania, que  darían para más capítulos que los de su serie de “Yo Claudio”, escrita ya en Mallorca. Aparte de otras novelas históricas de éxito, como Rey Jesús y El Conde Belisario, produjo su obra de gran aliento poético La diosa blanca (reeditada con un estudio de su hijo William hace pocos años) Dominador del latín y el griego, escribió extensamente sobre los mitos clásicos y sobre temas actuales en la revista The New Yorker, de la que figuraba como corresponsal entre los socios del Club Internacional de Prensa de Madrid. 

            Los últimos años del escritor, considerado como uno de los mayores poetas del amor en lengua inglesa, estuvieron rodeados de un halo de hipismo y de sus relaciones con las llamadas musas. Robert y Laura tuvieron que salir por pies de Mallorca al inicio de la guerra civil, entre infundadas acusaciones de espionajes sobre un inglés y una judía. Graves volverían con su nueva esposa Beryl, con la que tendría cuatro hijos, recuperaría su casa de Ca n´Alluny. 

            Declarado hijo predilecto de Deyá, descansa en su cementerio situado justo en lo más alto de la ciudad. La zona del monte que está expuesta al mar solo está decorada por las terrazas y los olivos y cipreses aupados en ellas. Detrás de la iglesia está el cementerio, que da a los muertos un lugar en la cúspide del pueblo, reservándoles la mejor vista para la eternidad. Allí reposa su hijo adoptivo más destacado, Robert Graves, a los pies de un olivo, bajo una lápida con su nombre y una única inscripción “Poeta”. El resto de las numerosas historias que protagonizó en vida- tras su Adiós a todo eso – aún esperan para llevarse al cine y aumentar su leyenda.

 





 





 







10.11.21

ROBERT GRAVES, MAS ALLA DE "YO CLAUDIO" (EL PAIS)

POR JAVIER MARTIN-DOMINGUEZ. EL PAIS.  NOVIEMBRE 2021



 Robert Graves no iba en busca del paraíso cuando viajó a Mallorca; intentaba más bien escapar del infierno en el que se había convertido para él su Inglaterra natal. Se marchó dando un sonoro portazo, con la publicación de su rotundo relato biográfico Adiós a todo eso. Un ajuste de cuentas con la sociedad puritana imperante y un alegato contra la guerra, que acabaría siendo un gran éxito. Combatiente en la Primera Guerra Mundial, Graves (Wimbledon, 1895-Deyá, 1985) fue dado incluso por muerto y se comunicó el fallecimiento a su familia. Su “resurrección” es el punto de partida de El laureado, la primera película dedicada a la vida del poeta, ensayista y novelista británico, centrada en sus años de formación como escritor y de tribulación vital, que culminan con su decisión de exiliarse en España en 1929. Congelada por la pandemia, la producción británica escrita y dirigida por William Nunez clausuró este martes el festival Evolution en Mallorca, patria adoptiva del escritor.



El autor de Yo, Claudio inauguró en 1976 las grandes series televisivas de éxito, con la producción de la BBC de 13 capítulos basada en sus dos novelas sobre el emperador romano: Yo, Claudio y Claudio el dios y su esposa Mesalina. Pero su extensa y atractiva peripecia vital se ha resistido contra pronóstico a llegar a la gran pantalla. Sin embargo, en la vida de Graves aparecen todos los ingredientes para una superproducción al uso: guerra, conflictos amorosos, viajes y aventuras, éxitos y decepciones; y su existencia ha sido objeto de biografías sólidas y extensas, firmadas por Miranda Seymour, Richard Perceval Graves y Martin Seymour Smith.

 
Tom Hughes y Dianna Agron, en 'El laureado'.
Tom Hughes y Dianna Agron, en 'El laureado'.

Tras algunos intentos fallidos, el cineasta estadounidense de origen hispanocubano tropezó en la misma piedra. Prendado por la lectura de una de sus biografías durante un verano en Mallorca, también atacó la historia de principio a fin. “Se podrían hacer al menos cinco películas con los episodios de su vida”, comenta Nunez en una conversación telemática días antes de la presentación en Mallorca, a la que asistieron los hijos vivos del segundo matrimonio de Graves con Beryl Pritchard y una nieta de su primer matrimonio. “En mi primer guion yo también intenté incluir todo y comprendí que era misión imposible. Pero finalmente, 15 años más tarde, decidí cortar y condensar: recortar el guion y centrarme en la historia desde su regreso de la guerra hasta su marcha a Mallorca. El periodo en el que pasa de ser un poeta de la guerra a convertirse en el poeta del amor”.

Nunez comparte la extrañeza de que la vida de Graves no hubiese llegado hasta ahora al cine. Recuerda cómo Orson Welles lo consideraba su “escritor favorito” y las visitas de la gente destacada del cine a su casa de Deià, como Ava Gardner, Maggie Smith y especialmente el director Peter Bogdanovich, muy cercano a la familia Graves. Nunez no ha querido hacer una historia de corte literario, o al menos no dedicada exclusivamente a entusiastas de la literatura y conocedores del escritor. “Solo se le ve escribiendo al final de la película”, comenta el cineasta, que sí ha buscado como objetivo de la historia “contar qué hace alguien en su vida para conseguir ser un artista”.

El director William Nunez, en el centro, en un momento del rodaje de 'El laureado'.
El director William Nunez, en el centro, en un momento del rodaje de 'El laureado'.METRO FILMS INTERNACIONAL

Del matrimonio al trío amoroso

En el caso de Robert Graves, su insatisfacción tras el trauma de guerra sufrido y su búsqueda de una voz propia como poeta le llevarían a convertir su matrimonio en una trinidad. Casado con la artista Nancy Nicholson, con cuatro hijos para alimentar y escasas ventas de sus poemarios, Graves busca otra vía literaria y se interesa por la obra de la poeta y ensayista judía neoyorquina Laura Riding. Tras cartearse, ella acepta la invitación de viajar a Inglaterra y alojarse en la casa de campo de los Graves. Formaron una “armoniosa trinidad” que derivó finalmente en conflicto tras la estancia de todos ellos en El Cairo. La película evita este exótico episodio que transcurrió durante el breve periodo en el que encontró empleo como profesor en Egipto. También se permite otras elipsis sobre la historia real (como reducir a uno los cuatro hijos de la pareja) para conseguir una producción más manejable.

La colaboración literaria y artística entre los tres protagonistas no tardó en extenderse al campo sentimental. El triángulo se convirtió incluso en un cuadrilátero con la aparición en escena del poeta irlandés Geoffrey Phibbs, captado por Laura y que, tras la ruptura de Graves y su esposa Nancy, formaría pareja con esta. Eran los años veinte, en los cuales las transgresiones sociales y culturales iban abriendo brecha en la ortodoxia victoriana.

Ava Gardner y Robert Graves, en los años sesenta.
Ava Gardner y Robert Graves, en los años sesenta.

La poesía fue el gran vínculo entre Robert y Laura. Lo que les unió y lo que terminó separándoles años más tarde. Fue su amor por las letras lo que llevó a una pasión carnal entre ellos, que acabó con el matrimonio entre Robert y Nancy Nicholson. Él se deslumbró por las capacidades poéticas de Laura. Incondicionales de los poetas Robert Frost, E. E. Cummings, Sassoon y T. S. Eliot, eran muy críticos en cambio con el “charlatán William Carlos William”, con Ezra Pound (por su “anormal gusto por los clásicos”) y con Yeats, a quien acusaban de “comprarse un nuevo atuendo al ver sus antiguas túnicas poéticas raídas”.

Pero el nudo gordiano de esta historia, entre la literatura y la vida, se desata un día en la vivienda londinense adonde se habían trasladado a vivir Robert y su compañera Laura, y que fue conocida como The Free Love Corner (la casa del amor libre). Tras una discusión sobre los tensos lazos amorosos entre los cuatro, Laura se precipitó por la ventana desde un cuarto piso y resultó gravemente herida. ¿Intento de suicidio o de asesinato? Ninguna opción sonaría bien ante la policía. Si fue un intento de suicidio, Laura se enfrentaba a una pena de deportación de vuelta a América, ya que tal acción estaba penada por las leyes inglesas. Si alguien la hubiera empujado, la cuestión se complicaba aún más. Laura fue hospitalizada y junto al lecho del dolor Graves tomó la decisión de estar junto a ella y marcharse de Inglaterra.

Graves dejó a su primera familia (esposa y cuatro hijos) y comenzó otra aventura vital y un nuevo camino literario. Empezaba un periodo prolífico y con escenarios insospechados, desde Deià a Pensilvania, que darían para más capítulos que los de su serie Yo, Claudio, escrita ya en Mallorca. Robert y Laura tuvieron que salir por pies de la isla al inicio de la Guerra Civil, entre infundadas acusaciones de espionaje a un inglés y una judía. Graves volvería con su nueva esposa, Beryl, con la que tendría cuatro hijos, y recuperaría su casa de Can Alluny. Los últimos años del escritor, considerado uno de los mayores poetas del amor en lengua inglesa, estuvieron rodeados de un halo de hippismo y de sus relaciones con las llamadas musas. Declarado hijo predilecto de Deià (850 habitantes), descansa en su cementerio situado justo en lo más alto de la ciudad, a los pies de un olivo, bajo una lápida con su nombre y una única inscripción: “Poeta”. El resto de las numerosas historias que protagonizó en vida ―tras aquel Adiós a todo eso― aún esperan para llevarse al cine y aumentar su leyenda.

ALBANIA SALE DEL MISTERIO.