Obra de Carrington, la última surrealista viva, toma nuevo brío en México
Javier Martín-Domínguez, director del documental 'Si fuera una flor... Leonora Carrington y el juego surrealista', la describió como "uno de los mejores secretos guardados de México y del arte contemporáneo".
Afp
Publicado: 02/05/2011 11:17
Publicado: 02/05/2011 11:17
México, DF. La obra de la pintora inglesa Leonora Carrington, que a sus 94 años es considerada la última surrealista viva, ha tomado un renovado impulso en México con una nueva exposición de esculturas inéditas y una novela sobre su azarosa vida.
Nacida en abril de 1917 en una acaudalada familia de Inglaterra, la artista pasa la última parte de su vida en una sencilla casa de un tradicional barrio de la Ciudad de México, en la que aún conserva su estudio con muchas de sus pinturas, esculturas y grabados.
Una exposición de diez esculturas de bronce que reflejan su gusto por combinar figuras humanas con animales llenos de fantasía, terminadas apenas hace dos años, fue abierta recientemente.
"Es la última surrealista viva del movimiento original y es tan importante porque su obra la avala. Siempre ha sido congruente con su obra y con su vida", dijo Issac Masri, promotor artístico y amigo de Carrington.
Pero los homenajes no evitan que la pintora viva en el aislamiento. "Es una mujer muy encerrada, muy privada que no le gusta la publicidad", indicó de su lado la escritora Elena Poniatowska, quien acaba de publicar Leonora, una novela galardonada con el premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral.
Aunque en su juventud siendo amante de Max Ernst, Leonora se codeó con Salvador Dalí, Marcel Duchamp, Joan Miró, Pablo Picasso o Luis Buñuel, algunos críticos mexicanos consideran que nunca fue admitida oficialmente en el movimiento.
"Es un grupo en el que André Breton rechazó a muchos, era el jefe del surrealismo, pero a Leonora Carrington siempre la quiso mucho", aclaró Poniatowska, quien la conoce hace casi 50 años y pasó largas tardes tomando té en la cocina de su casa.
La artista se fue a los 20 años de su hogar en Hazelwood, Inglaterra, para poder pintar en París donde vivió una intensa relación amorosa con el pintor surrealista Max Ernst, 26 años mayor que ella, interrumpida por la guerra cuando él, de origen alemán, fue arrestado y enviado a campos de concentración.
Leonora cayó en una profunda depresión e inició una campaña para denunciar la maldad de Hitler, pero terminó por ser internada en una clínica psiquiátrica en Santander, España, donde fue tratada como una demente.
"Ella no estaba para nada enloquecida, ella se enfrentó a la guerra y los locos fueron los que no entendieron el peligro de la guerra que vislumbró, ella vislumbró a Hitler mucho más que cualquiera", dice Poniatowska.
Carrington huye del psiquiátrico y pide ayuda en la embajada de México en Lisboa al periodista y escritor Renato Leduc, de cuya mano viaja a América, primero a Nueva York donde se reúne con sus amigos del movimiento surrealista y finalmente se establece en México.
Desheredada por su padre, un magnate textil, vivió en la capital mexicana con el periodista, a quien Poniatowska describe como un "un hombre encantador, ingeniosísimo, muy mal hablado. Toda la gente lo quería, pero también era muy parrandero", razón por la que Leonora lo abandona y poco después se casa con el fotógrafo húngaro Chiqui Weitz, padre de sus hijos Pablo y Gaby.
El trabajo de Leonora en México ha dejado su estela, incluyendo una serie de esculturas de gran tamaño que adornan el paseo de la Reforma, principal avenida de la capital, y su obra pictórica forma parte de la exposición permanente del Museo de Arte Moderno.
Javier Martín-Domínguez, director del documental Si fuera una flor... Leonora Carrington y el juego surrealista, describió a la artista hace unas semanas en el periódico español El País como "uno de los mejores secretos guardados de México y del arte contemporáneo".
Nacida en abril de 1917 en una acaudalada familia de Inglaterra, la artista pasa la última parte de su vida en una sencilla casa de un tradicional barrio de la Ciudad de México, en la que aún conserva su estudio con muchas de sus pinturas, esculturas y grabados.
Una exposición de diez esculturas de bronce que reflejan su gusto por combinar figuras humanas con animales llenos de fantasía, terminadas apenas hace dos años, fue abierta recientemente.
"Es la última surrealista viva del movimiento original y es tan importante porque su obra la avala. Siempre ha sido congruente con su obra y con su vida", dijo Issac Masri, promotor artístico y amigo de Carrington.
Pero los homenajes no evitan que la pintora viva en el aislamiento. "Es una mujer muy encerrada, muy privada que no le gusta la publicidad", indicó de su lado la escritora Elena Poniatowska, quien acaba de publicar Leonora, una novela galardonada con el premio Biblioteca Breve de la editorial española Seix Barral.
Aunque en su juventud siendo amante de Max Ernst, Leonora se codeó con Salvador Dalí, Marcel Duchamp, Joan Miró, Pablo Picasso o Luis Buñuel, algunos críticos mexicanos consideran que nunca fue admitida oficialmente en el movimiento.
"Es un grupo en el que André Breton rechazó a muchos, era el jefe del surrealismo, pero a Leonora Carrington siempre la quiso mucho", aclaró Poniatowska, quien la conoce hace casi 50 años y pasó largas tardes tomando té en la cocina de su casa.
La artista se fue a los 20 años de su hogar en Hazelwood, Inglaterra, para poder pintar en París donde vivió una intensa relación amorosa con el pintor surrealista Max Ernst, 26 años mayor que ella, interrumpida por la guerra cuando él, de origen alemán, fue arrestado y enviado a campos de concentración.
Leonora cayó en una profunda depresión e inició una campaña para denunciar la maldad de Hitler, pero terminó por ser internada en una clínica psiquiátrica en Santander, España, donde fue tratada como una demente.
"Ella no estaba para nada enloquecida, ella se enfrentó a la guerra y los locos fueron los que no entendieron el peligro de la guerra que vislumbró, ella vislumbró a Hitler mucho más que cualquiera", dice Poniatowska.
Carrington huye del psiquiátrico y pide ayuda en la embajada de México en Lisboa al periodista y escritor Renato Leduc, de cuya mano viaja a América, primero a Nueva York donde se reúne con sus amigos del movimiento surrealista y finalmente se establece en México.
Desheredada por su padre, un magnate textil, vivió en la capital mexicana con el periodista, a quien Poniatowska describe como un "un hombre encantador, ingeniosísimo, muy mal hablado. Toda la gente lo quería, pero también era muy parrandero", razón por la que Leonora lo abandona y poco después se casa con el fotógrafo húngaro Chiqui Weitz, padre de sus hijos Pablo y Gaby.
El trabajo de Leonora en México ha dejado su estela, incluyendo una serie de esculturas de gran tamaño que adornan el paseo de la Reforma, principal avenida de la capital, y su obra pictórica forma parte de la exposición permanente del Museo de Arte Moderno.
Javier Martín-Domínguez, director del documental Si fuera una flor... Leonora Carrington y el juego surrealista, describió a la artista hace unas semanas en el periódico español El País como "uno de los mejores secretos guardados de México y del arte contemporáneo".