23.6.22

EL VIAJE A LA NADA DE CARMEN LAFORET



EL VIAJE A LA NADA DE CARMEN LAFORET

            Nada es un viaje, y empieza con un viaje. La novela de Carmen Laforet-  cuyo original manuscrito y tambien el mecanografiado se exponen en público por primera vez, joyas descubiertas –se abre con un cambio de viaje y de expectativa sobre el destino. “Por dificultades en el último momento para adquirir billetes, llegué a Barcelona a medianoche, en un tren distinto del que se había anunciado, y no me esperaba nadie”. No se puede pedir más a una sinopsis de frustración ante el viaje y su destino: dificultades, distintos, nadie. 

            Laforet fue una mujer en viaje permanente. Para conquistar o para huir, que para ambas cosas se viaja. Pudo deberse al síndrome de la isla, y sus orígenes canarios. Pudo deberse al tiempo gris que le tocó vivir, en la rancia postguerra, que invitaba a salir corriendo, a escapar, a encontrar nuevos horizontes lejanos. Canarias, Madrid, Barcelona. Tánger, Estados Unidos, Roma. La vida es la suma de los viajes al encuentro de los otros y de uno mismo. Laforet trabajó la forma de conquistar las distancias y tambien la de entablar amistades cercanas. Sus dos palancas salvadoras.

            La reciente exposición-homenaje a la autora de Nada en la sede central del Instituto Cervantes, con la colaboración de su hijo Agustín Cerezales, nos descubre muchas cosas. La primera que hay mucho más allá de Nada. Esa máquina de escribir verde, una Hispano Olivetti portátil pero pesada, pegada al flexo plateado y el cenicero triangular de Cinzano, produjo en las manos de Carmen textos variados, de la novela al ensayo y al relato de viajes. Aquel salto a San Francisco, por ejemplo, quedó impreso en las páginas de La Actualidad española, y tambien se hizo libro. Mi primer viaje a USA.  Un tiempo de fascinación por la América de los contrastes y el desarrollismo que la autora aprovecho bien. 

            No solo viajó al futuro. El Tánger de las nostalgias fue un territorio fértil en amistades, inspiración e ilusiones. La fauna española heredera del Tánger internacional la tuvo muy entre los suyos, con Emilio Sanz de Soto como gran anfitrión. Fue querida y encontró allí una segunda casa necesitada. El Boulevard Pasteur parecía hecho a la medida de sus pasos y su estilo. “Todo escritor es alguien que sale de su propia cárcel intima para comunicarse con los demás”. Tánger fue para ella literatura. Una forma de liberación.

            Iba y venía Carmen, en ocasiones con legañas de melancolía en sus ojos, y heridas en los dedos que necesitaba para escribir. “Cuando estuvimos frente a frente en el café, aún era yo la criatura encogida y amargada a quien le han roto un sueño”. (Inicio de la Tercera parte de la novela).  Como les sucede a las personas dotadas para esa alteración vital inenarrable que es el amor, Laforet hizo de su vida y su obra el trasunto de los viajes, de la odisea de vivir vestida de sentimientos. “Acabé de arreglar mi maleta y de atarla fuertemente con la cuerda, para asegurar las cerraduras rotas”.  Así abre el ultimo capitulo. Las cerraduras no cierran. El viaje vuelve a ser la forma de escapar.  ¿Y que encontró al final, donde llegaría esta Carmen Laforet que empezó su camino público con Nada Me viene a la memoria aquella historia del verano de Alec Guinness en Mallorca, que fue invitado a participar en la función que siempre representaba la familia y amigos de Robert Graves en la finca de Canellún. Consintió en actuar en la representación creada ad hoc bajo el titulo “La llegada de Godot”, pero limitándose a pronunciar una sola palabra en escena. “Y ahora que Godot ha llegado, ¿que tiene que decirnos?”. Guinness salió al escenario y respondió con la única palabra prometida: “Nada”.  Para consuelo o desgracia premonitoria, Carmen Laforet ya supo desde el inicio, como les conceden los dioses a los pocos elegidos, que en el origen ya estaba su destino.

Javier Martin-Domínguez

 



"Carmen Laforet. Próximo destino".

Exposición sobre la vida y la obra en el Instituto Cervantes. 

Sede central. Calle Alcalá. Madrid.

Comisarios Ana Cabello y José Teruel, con Agustín Cerezales


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