AZCONA VIVE

Veneramos las fotos, abusando cada vez más del gatillo digital, porque atrapan un instante supremo de nuestras vidas. Adoramos cierta literatura porque capta el habla de una época, evocando en las palabras todo un mundo recreado. Algunos llegan a la maestría en este oficio de contar el mundo tal como suena. Como hizo Rafael Sánchez Ferlosio en aquella novela 'del habla' que es 'El Jarama'. Mi autor favorito, como el de tantos otros, que combinan la voz y la imagen para retratar a fondo una época, es Rafael Azcona. Quien quiera volver a ver y oír la España de los cincuenta la mejor opción es recuperar las películas 'El cochecito' y 'El pisito', salidas de la alianza entre Azcona y Ferreri. Un cine de barrio a lo grande que nos coloca ante el espejo retrovisor de nuestro pasado para que no olvidemos de donde venimos.

Como en las grandes sagas, Azcona escribió un tercer texto que entre censuras y disloques de época se quedó en la sala de espera. Ahora por fin se ha hecho cine, estrenada como película inaugural del Festival de Sevilla. Es 'Los muertos no se tocan, nene', que los compañeros de tertulia de nuestro mejor guionista, Bernardo Sánchez, David Trueba y José Luís Gárcia Sánchez, como director, la han hecho gran cine de época, rodada en blanco y negro. Yo la hubiese titulado, por completar su trilogía de diminutivos, 'El muertito'. Como en las previas, se destila el humor directo y ácido que envolvía aquel periodo estrechito de nuestra historia, contado con diálogos aparentemente simples, pero siempre mordaces. El director Pedro Olea recuperó hace poco para la escena una versión teatral de 'El pisito', que se demuestra como un texto más vivo que nunca en la España que vuelve a tropezar con la crisis inmobiliaria. Rafael, aquel chico avispado de Logroño, se fue a Madrid, paseó por Roma y se casó con una americana. Supo ver, para no ahogarse, el mundo que le rodeada con distancia, pero usando para describirlo las palabras cotidianas. El secreto del gran guionista que era, y sigue siendo, Azcona.