16.8.11

EL ÚLTIMO VERANO. (Verano´11)

Nunca como en agosto queda tan claro el poder anestesiante de la televisión. La pantalla se alimenta de reposiciones. Regreso a lo viejo conocido, que el encefalograma plano acepta como mejor que lo nuevo por ver. Enésimo pase de las viejas películas con finales ya sabidos. Reportajes repetidos con reporteros vistiendo abrigo y bufanda. Series desempolvadas de bajo costo para el mes de menor audiencia. Nada nuevo bajo el sol catódico. Así se programaba, bajo el lema de la mera repetición, el verano televisivo cuando en el reducto de los informativos se desató la tormenta. Habíamos dejado a Grecia a punto de arreglo, y en pleno agosto el juego del rescate se convirtió en una ruleta rusa. Ruge el telediario: La América de Obama en apuros, Francia se sube al furgón de cola de los mediterráneos y la violencia se desata en las calles del Reino Unido. Un mundo cada vez mas convulso se presenta ante nosotros, sacándonos de la modorra playera y televisiva. La jerga de la crisis se ha llenado de términos que nos ponen de los nervios. Prima de riesgo, caídas generalizadas, burbujas pinchadas, desplome bursátil, déficit galopante. Antes y despues de la tormenta informativa de verano, las dosis de cromos repetidos dejan a las claras la tendencia esquizofrénica de la programación de verano. Siguen de vacaciones los programadores, pero los lideres mundiales han aparcado sus yates y vuelto a los despachos porque el rugido del oleaje financiero crece con fuerza. Algunos se resisten a abandonar los placeres del agua, ajenos a la profundidad de la crisis o a sabiendas de que este será el último verano, las últimas vacaciones con dinero para disfrutarlas. Viene al caso recordar una de las más brillantes películas rusas recientes, 'Cómo acabé mi último verano' de Alexei Popogrebsky. La protagonizan dos hombres aislados en una estación meteorológica en el Ártico. La respuesta para ellos y para nosotros parece obvia: acabamos tiritando y congelados. Tiritando de miedo y con el sueldo congelado, mientras vemos el mundo incendiado en todos los telediarios.

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