27.5.11

LEONORA CARRINGTON. ADIOS A LA NOVIA DEL VIENTO


“Ser mujer sigue siendo muy difícil todavía.  Y debo decir, con un mejicanismo, que solo se supera  con “mucho trabajo cabrón”.  Leonora Carrington (Lancanshire, Inglaterra, 1917) siempre fue una rebelde. Desde niña- expulsada de los colegios donde la metían -, y hasta sus noventa años en los que seguía desafiando al tiempo, las modas y los lugares comunes en la Calle Chihuahua de la Ciudad de México.  Su lucha por ser ella misma, la llevo a ser denostada por su padre y encerrada en un psiquiátrico de Santander en el año 40, nada mas acabar la Guerra Civil española. Un destino habitual para aquellas mujeres que querían ser por encima de todos ellas mismas, con iguales derechos que sus hermanos. Por eso Leonora, nada loca, creía ser un caballo (“no una yegua”), la figura que ha ocupado buena parte de su  obra pictórica.
Tras una vida agitada, protagonizando escapadas y huidas de un país a otro, Leonora Carrington vivía semi-recluida, haciendo gala de su privacidad y dedicada a sus hijos, en una casa de linea vanguardista en la Colonia Roma de la Ciudad de México, donde ha fallecido poco después de cumplir 94 años. Apenas pintaba ya, aunque si me enseñó su último cuadro celosamente guardado en un armario de su estudio. Su última dedicación, animada por su galerista Isaac Masri, fue la escultura, modelada a partir de ceras. Sus figuras antropomórficas, que casan con su producción pictórica y literaria previa, se yerguen con gran volumen en la avenida Reforma del DF. Ya muy mermada, presentó en abril sus últimas obras en el centro Indianilla.
La pretensión de su adinerada familia era casarla con un miembro de la casa real británica, y  fue presentada como debutante en la corte de Jorge V. Ella escribió una historia demoledora contra esta opción, en la que una chica bien se travestía de hiena. Estudia en la galeria de los Uffici en Italia, en Paris, y tiene como primer gran maestro a Ozenfant, “que no nos dejaba hablar mientras dibujabamos”. La aparición del grupo surrealista en Londres, la conduce a un amor pictórico a primera vista con Max Ernst. Abandonan a sus familias y se van primero a Paris y luego al sur de Francia, donde el colmo de su felicidad fue arruinado por la entrada de los nazis en Francia. Max fue detenido y Leonora busca una salida en España.  Sufre psicológicamente (“trauma de guerra”), y por influencia de su padre, el cónsul británico en Madrid y el doctor Pardo la internan en la clínica santanderina del doctor Morales, donde es medicada a nivel de electroshock. “España fue como una prisión para mi”. Su libro sobre este episodio de caída en la locura, “Memorias de abajo” (Down below) lo escribe como una catarsis y es una obra única en su genero.
De Santander a Lisboa donde da esquinazo a su “nanni”, para refugiarse en la embajada mejicana, casarse de inmediato con el diplomático y poeta Renato Leduc, que la libera del control familiar, de Max y de la Europa nazi. En Nueva York, la niña bonita de Andre Bretón, incluida en su “Antología del humor negro”, continua su relación con el grupo surrealista en el exilio, hasta que la pareja se marcha al país del “surrealismo natural”. Su cretividad y actividad imparable, la convertirán en un polo de atracción e inspiración para los artistas latinoamericanos. Buñuel, Octavio Paz, Carlos Fuentes, Monsivais, Jodorowski,… todos ellos y tantos mas fueron tocados por su barita de maga. Comparte travesuras y libera pictóricamente a la surrealista española mas destacada, Remedios Varo, gracias a la que conocerá al padre de sus hijos, Emerico Chiqui Weisz. El compañero inseparable de Robert Capa, fotógrafo tambien en la guerra española y salvador de los últimos negativos de la “maleta mejicana” recientemente reaparecida. “Los españoles tenían el don de saber comunicarse” me comentaba al recordar a su grupo de íntimos: José y Katy Horna, Remedios y hasta el ginecólogo que trajo al mundo a sus hijos, el escritor Gabriel y el pintor y médico Pablo.
Educada en las técnicas mas clásicas de la pintura y con maestros puristas, Leonora se entronca en los surrealistas pero desafía el encajonamiento en una corriente por la carga tan exuberante su universo pictórico. Atractivos siempre al ojo, sus cuadros están poblados de figuras y estructuras complejas que tratan de mostrar y explicar su propia vida. La mitología celta, la kábala, los juegos surrealistas,… fueron sus recursos en lo pictórico y lo literario como bases para revelar un mundo absolutamente original. Su obra cuelga en templos del arte como el Metropolitan de Nueva York y su nombre esta inscrito entre los grandes en la Tate de Londres.  Pero la mujer que huyó de su casa y de un país a otro para ser fiel a si misma, que fue el foco de la vanguardia en México, que vivió en Nueva York y Chicago, prefirió en los últimos años la discreción y la intimidad.. “Me da mucho miedo el tiempo, porque no lo entiendo. Y no me tome esto que si me ven fumando me regañarán mis hijos”. El humo envolvía el ambiente de nuestro rodaje con la última surrealista, pitillo en boca a sus noventa años.  Max Ernst la llamaba “la novia del viento”. Su vida y su memoria son un soplo de  aire fresco, que perdurará.    

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