LA RIBOT MAS DESNUDA
Por Javier Martín-Domínguez
Fuimos a ver a La Ribot, tras una larga ausencia física de
los escenarios españoles. Por amistad y añoranza, queríamos verla, tocarla y
besarla. Se abrió el telón, paso
la obra, cayo el telón, esperamos a la salida. Pero Mariajo nunca apareció. La
Ribot, como casi todo en esta era de la desmaterialización digital, se ha
descarnalizado. Y en la escena y en la atmósfera general del performance, lo
que vimos y sentimos debió ser su alma. La Ribot transfigurada.
Muchas obras de la Ribot, desde aquellas memorables Piezas
distinguidas, tenían un referente claro en el desnudo. Y no tanto como formula
de choque para avivar a la audiencia, ni como dinamizador erótico de la escena,
sino creo yo por un interes de despojarse de códigos culturales al uso. La
Ribot reforzaba así la verdad del acto artístico, entroncándose en la mejor
tradición de las vanguardias y reinventando su capacidad de sorpresa y puñetazo
en la conciencia.
Con su ultimo trabajo, “El triunfo de la libertad”, La Ribot
(junto con los coautores Juan Domínguez y Juan Loriente) se desnuda del todo.
Incluso de la carnalidad. El escenario está vacío. No hay actores o bailarines
en escena. No aparece nadie. Ni siquiera para recibir los aplausos o cosechar
tomates al final. Nada y nadie. Solo cuatro pantallas robots de letreros
luminosos que van desgranando historias y pensamientos. Unos ligeros cambios de
luces y dos canciones al piano son los únicos elementos añadidos.
La Ribot en “piezas distinguidas"
Las historias relatadas en esas frases móviles son profundas
y hasta aderezadas con un toque de humor. Son pensamientos sobre ese punto de
no retorno que es la entrada en la edad madura, sobre la vida ya hecha y su
sentido. Retazos de memorias personales que muestran un camino ya transitado y el
punto de acomodo o rebelión de sus protagonistas sobre la experiencia. La
historia de la pareja con su viaje al caribe y su repetición en las bodas de
oro. La historia de Louis XVI de Francia en su duermevela antes y después de la
guillotina. Y como nexo de unión, un robot que nos recuerda que nada cambia,
que la temperatura exterior en este fecha sigue siendo la misma que la del año
anterior…
La reina del performance vanguardista deja todo a la
imaginación de la audiencia. El único código compartido es el mas leve ( y
tambien mas determinante) de
nuestra cultural: la palabra escrita. Se entiende tambien un guiño de los
autores a este momento cultural en que hemos vuelto a la grafía- desde los
mails a los sms –quiza como modelo de superación de la inundación de imágenes
por la explosión audiovisual, que ha arruinado nuestra capacidad de imaginar.
Lee y sigue leyendo la audiencia los mensajes de los leds,
con la esperanza de una resolución carnal que nunca llega, confirmando que el
Godot de la Ribot tampoco esta dispuesto a hacerse corpóreo. La falta del
caramelo final nos provoca inquietud, zozobra,… y el desasosiego de tener que
hurgar en nuestros propios pensamientos y sentimientos para ponerle broche a la
obra desnuda.
Siempre provocadora en sus propuestas, La Ribot alcanza el
zénit en este “triunfo de la libertad” que deja todos los cabos sueltos a
nuestra imaginación, para confirmar que el arte es una experiencia interior y
propia. Viva La Ribot mas descarnada.
PD.
El programa de ordenador que estoy usando para escribir este
comentario se empeña en corregirme el nombre de Ribot cada vez que los escribo
y lo sustituye por Robot. ¿Asistiría tambien a la performance?
LOS AUTORES